Todo comenzó una tarde de viernes típica de primavera, una de esas, en las que el olor a flores silvestres inundaban las calles de aquel pequeño pueblo donde creció.
Alexandra miraba, a través de la ventana de su cuarto, lentamente la tarde caer, vio sin ninguna prisa como el gris consumía poco a poco el lejano naranja del atardecer, mientras admiraba el bello espectáculo natural, se imaginaba sonriente, cuantas otras muchas muchachas de su edad o quizás menores, gastaban cada minuto con ansia buscando, que sus esfuerzos se vieran reflejados en sus vestidos y arreglos personales para el baile que tendría lugar aquella noche. Ella, entre tanto, no es que odiase los bailes, pero si mucho de lo que ellos significaban y eso la hacía no desear ir. Sin embargo sabía que no podría negarse y con un hondo suspiro se levantó de aquella silla en la que sin más, veía la tarde y se puso cualquier vestido, le daba igual, odiaba los peinados muy elaborados y por ello nunca los usaba, la verdad es que ni siquiera se podía imaginar elaborando uno, tenía total certeza que para esos quehaceres, era un total fracaso, así que con un recogido simple, para ella ya estaba lista.
La primavera empezaba a traer a las familias de la ciudad que buscaban estas temporadas pasarlas en el campo y era siempre sin duda las mejores ocasiones para conocer o más bien encontrar un marido, y era eso justo, lo que ella odiaba, que todo fuera tan obvio y que tanto hombres como mujeres buscaran conocer los mejores prospectos en esos lugares, ella se sentía tan lejana a todo aquello, sentía que ese mundo que veía pasar, no era el suyo, ella no encajaba en nada de aquello.
Su padre por su parte la conocía bien y sabía la repulsión que a ella le producían este tipo de situaciones, pero la obligaba a asistir y siempre estaba atento de algún hombre, que el considerase interesante, para presentarle a su hija.
Esa noche no era diferente y ella como siempre se sentía como mercancía en venta, no podía entender como las demás chicas no se sentían igual. Acababa de llegar y de solo mirar al rededor ya sentía nauseas, buscó desesperada a su amiga, su gran amiga Paulina, con ella en aquella fiesta todo sería más llevadero; eran casi de la misma edad, se llevaban meses y habían crecido juntas así que, eran como hermanas, inseparables, confidentes. Después de tanto buscarla, la encontró, sabía que junto a ella, sería más fácil de pasar la velada que apenas si comenzaba.
Paulina Santamaría era mucho más tradicional y esperaba poder conocer al hombre que con una mirada le robara el corazón, juntas reían de tal ocurrencia, cada que lo comentaban y como si fueran dos chiquillas merodearon todo el lugar y criticaron a todos los presentes, entre risas y suposiciones que se hacían de las charlas, que podían observar a lo lejos.
Así era como ella, Alexandra disfrutaba mejor aquellas fiestas, tratando de ocultase de los rostros nuevos y procurando no bailar si era preciso, para no ser notada, prefería el anonimato en aquellos lugares. A pesar de sus esfuerzos por pasar desapercibida, esa noche no fue así. Este baile había atraído muchas más personas que en años anteriores y las caras nuevas, abundaban en aquel lugar.
Aquella velada su padre conoció un hombre de muy buena posición social y bastante adinerado, su Padre el señor Francisco Dosantos era un comerciante bien conocido en la zona, así que era muy normal que le presentaran hombres de negocios, como ocurrió aquella noche.
Ella se encontraba observando un tanto distraída a su amiga Paulina bailar con un desconocido, cuando su Padre la tomo del brazo y la puso de frente a aquel hombre alto, imponente y a decir verdad, muy bien parecido, sus grandes ojos avellana, embellecían aún más sus facciones casi perfectas, su cabello ondulado y castaño hacían juego perfecto con aquellos ojos.
- Señor Zambrano, esta es mi hija Alexandra Dosantos
Ella odiaba esas envestidas de su padre, sin embargo sonrió con cortesía al desconocido.
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Amor rima con dolor...
RomanceAmor... Felicidad... ¿Qué en realidad significan estas palabras? Estarían a punto de descubrirlo, sin sospechar que junto a ellas, también conocerían el significado del dolor...