Parte 13

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Alexandra llevaba más de un año encerrada cumpliendo el castigo que su padre le impuso, casi doce meses que no veía a nadie más que a Carmelina, todo ese tiempo sin hablar realmente con nadie, sin ver la luz del día, la habían vuelto una persona completamente distinta, su vida era gris, vacía de esperanzas, su vida se había convertido en una lenta y dolorosa agonía.

Aunque por mucho tiempo trató de inventarse alegrías, y de vivir de los sueños y de las ilusiones, cada día era más difícil respirar sin sentir como el poco aíre que entraba a sus pulmones la quemaba, su mirada era triste, su risa se había perdido ya hacía mucho tiempo atrás, la expresión de su rosto era fría y dejaba ver algo del gran dolor que llevaba dentro, el frio se había aferrado tanto a su alma que poco a poco perdió la fe.

Los meses pasaron por su vida, dejando una huella imborrable de dolor en su corazón, por mucho tiempo se preguntó cómo termino ella, reducida a un cuarto oscuro y frío, lloró días enteros por sentir la ausencia de sus padres que al parecer se olvidaron de ella, perdió la noción de las horas y de los días, dormía muy poco y comía menos... poco a poco su mente se mudó a otro lugar donde el dolor no era tan inclemente, sin embargo con el paso de los días no fue suficiente... El silencio al que sometieron su vida, abrió una herida que la consumió de a poco.

Aunque recibía las cartas de Fernando y las de su amiga Paulina, no eran suficiente para aferrarse a los sueños, solo producían más dolor y la orillaban a la desesperación, tenía que hacer un gran esfuerzo para responder las cartas de Fernando porque ya no tenía, no encontraba palabras, a paulina simplemente dejo de escribirle.

Llevaba días perdida, desconectada de esa, su asquerosa realidad, ya nada la sacaba de ese estado, su cuerpo había cambiado tanto, estaba más delgada que nunca, no tenía fuerzas casi ni para mantenerse en píe, pasaba el día entero sentada en un rincón de ese cuarto, de esa su cárcel. Tenía el cabello largo y sin brillo sobre su rostro, como tratando de esconder aquel rostro que tenía impreso el dolor. El día entero se le iba perdida en sus pensamientos, no comía pues ya hasta había perdido el gusto por la comida, no sabía a nada, nada tenía sabor.

Silencio era en todo en lo que se había convertido su vida, era como una llama que se extinguía sin remedio, su corazón estaba tan seco, simplemente ya no podía despertar de esa, su pesadilla y lentamente fue dejando de sentir...

Hacía ya tanto que sus ojos no veían la luz, ni que sentía el aíre acariciar su rostro, todo esto estaba lejos muy lejos, ya no eran recuerdos, eran solo sueños inalcanzables.

Llevaba semanas sin hablar, por más que Carmelina trataba de hacerla hablar, todo era en vano, ella estaba en esa esquina con las mirada vidriosa más perdida que nunca, parecía no escuchar, ya ni siquiera lloraba, su alma ya se había secado.

Una mañana con voz apagada miro suplicante a Carmelina y le pregunto.

- Tu harías algo por mí? Algo por cariño, si es que sientes algo por mí? Algo por caridad o por piedad

- Claro mi niña, claro que si, por amor, yo la quiero mucho.

- Envenéname, envenéname por favor, ayúdame a morir, nadie sabrá que lo hiciste, total a nadie le importo.

- No, no como me pide eso, no puedo

- Entonces no me quieres como dices, porque si me quisieras lo harías, por que sería como un acto de amor. Por pura compasión, te lo suplico, ayúdame a terminar con este sufrimiento.

Desde ese día cada que le llevaba la comida, con la mirada preguntaba si estaba envenenada, al recibir un no como respuesta, alejaba el plato y no comía, estaba dispuesta a no seguir con esa agonía.

Amor rima con dolor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora