Consecuencias

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-Joanna, ¿Me estás escuchando?-Dijo Banneth molesto.

Jo volvió de golpe a la realidad. Recordó que estaba con su padre en las almenas, observando como se aproximaban los estandartes de los Bolton.

-Lo siento, padre.-Se disculpó la chica.

Ser Banneth la miró con admiración. «Esta chica nunca cambiará» Pensaba él. «Siempre tan pensativa y melancólica».

-Te decía que procuraras no llamar la atención y que te encargues de que tus hermanos tampoco la llamen. ¿Puedo confiar en ti?

-Sí, padre.-Asintió.

Banneth le puso una mano en la mejilla a la muchacha y la acarició.

-Deberías sonreír más, hija mía. Tienes una sonrisa muy bonita.

Sin decir nada más se marchó y la dejó sola observando las vistas.

Jo pensó que iba siendo hora de bajar ella también, había pasado allí toda la mañana, temiendo la llegada de Ramsay Nieve.

Bajó rápidamente las escaleras y fue corriendo por los pasillos para llegar a sus aposentos, hasta que alguien la paró por el camino.

-¡Jo!-Exclamó Rydan mientras la cogía del hombro haciendo que se parase.-¿A dónde vas corriendo? Y además por las escaleras, un día te vas a matar.

-Iba hacia mis aposentos, quiero estar tranquila.-Estaba algo molesta de que cada dos por tres alguien la parara por los pasillos cuando realmente no quería ver a nadie.

-Siempre sola... Desde luego eres hija de tu padre.-Joanna no dijo nada al respecto.-¿Por qué no te vienes conmigo al patio de armas? Y así vemos entrenar a nuestros hermanos.

Joanna le fulminó con la mirada. Rydan le devolvió la mirada, pero con un gesto de súplica.

-Vale.-Dijo la doncella con un suspiro.

Fueron al patio de armas y estuvieron allí hasta la hora de comer. Después de comer Joanna continuaba buscando la soledad, pero seguía sin conseguirla.

Rydan y Edgar se empeñaban en hacerla salir de sus aposentos y que fuera con ellos a pasar el rato. No era capaz de rechazarlos así que estuvo con ellos hasta que llegó el momento de recibir a Ramsay y a sus hombres en el Gran Salón.

Dos soldados se colocaron cada uno a un lado de las puertas y otros dos a cada lado del trono de Edgar.

Jo estaba con su familia a la derecha del trono, a modo de espectadores.

Sin previo aviso se abrieron las puertas del salón y por ellas entró un hombre vestido con unas botos negras y un chaleco del mismo color sobre un jubón rosa con cuchilladas de un rojo satinado. Tenía el pelo oscuro y la piel clara, Joanna pensó que no debía ser mucho más mayor que ella, que tendría la edad de Rydan más o menos.

Pero en lo que realmente una persona se quedaba parada mirando no eran sus esplendorosas vestimentas, sino sus ojos. Sus ojos eran prácticamente incoloros, de un color gris fantasmal, unos ojos tan fríos como el hielo del Muro.

Le seguían tres hombres vestidos con cotas de malla.

Jo dio por hecho que el hombre del chaleco de cuero era Ramsay Nieve.

Edgar se levantó del trono y miró al bastardo desde donde estaba.

-Bienvenido, lord Ramsay.-Dijo el joven señor con cortesía gélida. En seguida se volvió a sentar.

Ramsay se paró a unos pasos de distancia de lord Edgar.

Por un momento se hizo el silencio.

«No me ofrece pan y sal.» Pensaba Ramsay. «Derramará sangre si lo ve necesario.» Ramsay se tomó el comportamiento del hombre que tenía delante como una amenaza. Pero Ramsay no le temía a una simple amenaza, si Edgar derramaba sangre, él también lo haría.

Cortesía GélidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora