Ten Seconds

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Recuerdo que hubo un estruendo, muchas luces y personas gritando. Y después desperté en este cuarto vacío a excepción de dos sofás, uno frente al otro. Cuando abrí los ojos sentí un dolor agudo en todo mi cuerpo, pero conforme pasaban los minutos dejé de sentir. Estuve esperando horas, intenté caminar a los extremos, intenté gritar y estuve a punto de romper en llanto cuando noté que había alguien sentado en uno de los sillones negros. Era una mujer de cabello rizado y alborotado, la forma de los mechones haciéndolo parecer de fuego, usaba un vestido amarillo y un collar de plata con una "M" de vidrio verdusco. Me parecía horriblemente familiar.

"¿Te conozco?" susurré. La mujer simplemente asintió, inclinando la cabeza cuando mi expresión cambió a terror puro. Sí. La conocía. Era la mujer pelirroja que había visto a los pies de mi madre la noche que murió. Yo tenía ocho años y nadie me creyó más que Burt, mi padre. 

Mi cuerpo sintió una oleada de realización y se relajó. Eso era lo que estaba pasando. Estoy muerto. La mujer se levantó, se acercó hacia a mí y colocó sus manos en mis hombros, asintiendo una sola vez a mi afirmación silenciosa. Parecía que no era de muchas palabras y que de alguna forma podía comunicar todo lo que yo necesitaba saber sin abrir la boca. Sonrió y asintió de nuevo, llevándome con ella a los sillones.

"¿Qué se supone que haga ahora?" la mujer me vio fijamente a los ojos, sostuvo las dos manos abiertas frente a mí. Me tomó poco tiempo entender que tenía diez segundos. "¿Para qué?" susurré y su mirada se suavizó. "Para despedirme, entiendo." Inclinó de nuevo la cabeza y algo insistente creció en mi mente. "Eso no tiene sentido. ¿Qué quieres decir con que tengo que elegir?" se disculpó y sostuvo tres dedos frente a ella. "Tres oportunidades. ¿Y si no elijo bien?" dos puertas detrás de ella se iluminaron, una era de madera, con un póster de un musical de Broadway que no podía recordar, pero que conocía, esa era la puerta de mi recámara; la otra era plateada, sin nada más. "Ya veo."

Si intentaba despedirme de tres personas y no "gastaba" los diez segundos tendría que ir por la puerta metálica, pero si lo lograba... Cerré los ojos y me concentré, sintiendo el cuarto vacío de nuevo. Era obvio a quien visitaría primero.

Cuando abrí los ojos estaba parado en medio del taller mecánico de papá, podía escuchar a los clientes entrar y a Burt recibirlos alegremente, ignorante de lo que me había pasado. "Lo siento, papá. Te amo, no lo olvides." pensé, sintiendo como me jalaban de regreso con fuerza. Caminé hacia las puertas y tomé la perilla de mi cuarto, sintiendo un escalofrío helado cuando noté que estaba cerrada. 

"De acuerdo. Tengo dos oportunidades más." Volví a concentrarme y un aroma conocido me envolvió, entré a la cocina de mi casa decepcionado de que no podría saborear los postres de mi esposo nunca más. Vi su perfil bronceado y ceño fruncido en concentración. Joshua parecía molesto por algo, tenía esa cara de que algo podía llegar a salir muy mal y mi corazón se rompió sabiendo que no volvería a ver ese gesto. Intenté despedirme, pero las palabras no salieron, y la sensación de ser arrastrado hacia la superficie de una alberca regresó con más fuerza que antes. Esto estaba muy mal, ni siquiera tuve que intentar abrir la puerta, estaba seguro que no cedería ante mis esfuerzos.

"¿Qué esta pasando? ¿Por qué no puedo irme?" susurré sintiendo como el pánico comenzaba a recorrer mi cuerpo. La mujer había vuelto y me vio fijamente. "No. No puede ser él. No lo he visto desde la preparatoria. Lo había olvidado, lo superé. No, ¡no puede ser Blaine Anderson!" mis rodillas cedieron y caí como peso muerto, mis manos temblaban y mis pulmones se sentían fuera de control. 

El piso desapareció debajo de mí. Un cuarto cálido con alfombra me recibió y cuando lo escuché cantar mi cuerpo se pudo levantar. Ahí estaba él: cabello rizado, oscuro y corto, ojos alegres, sonrisa ridículamente amable. Blaine cantaba y supe por qué era él. Mis últimos diez segundos eran para Blaine porque fue el amor más puro que conocí. El primero en hacerme reír de ternura, el que me recordaba cómo respirar, el que me salvó la vida. Siempre fue él la persona a la que más amé.

No pude decir nada, sólo sentí como esos diez segundos se gastaron escuchándolo cantar y agradecí poder verlo una última vez. Cuando las notas finales de su canción llegaron cerré los ojos, dejé de sentir el piso una vez más y ya no fui arrancado de la realidad. En su lugar, pisé suavemente y abrí la puerta de madera, sin dificultad.

Once Upon A TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora