Spring

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Eras cerca de las nueve de la noche cuando llegué a casa, con una bolsa de comida rápida en una mano y mi portafolio en la otra.

-¿Tyler?- dije en voz baja con la esperanza de que estuviera dormido, pero no hizo falta cuando escuché que bajaba de su cama y lo vi salir del pasillo tallándose los ojos.

-¿Papá?- contestó alzando los brazos por reflejo, lo cargué y automáticamente se acurrucó en el hueco de mi cuello, con sus rizos castaños haciéndome cosquillas.

-¿Santana te hizo la cena, Ty?

-Mhhm. Pero creo que tengo más hambre.- sus brazos se enlazaron a mi cuello y sus piernas a mi cadera, e intentando no moverme demasiado me encargué de servir dos platos con comida. Cuando la segunda cena estaba lista, lo senté y comenzamos a comer en silencio.

Miré a mi hijo todo el tiempo, su cabello desordenado, las mejillas rojas y unos ojos verdes casi iguales a los míos que parecían haber ganado un par de años en los últimos meses. No odiaba a Sebastián por haberme engañado, o por haberse ido. Lo odiaba por lo que le estaba haciendo a mi bebé.

-Papá, ¿irás mañana a la escuela?- susurró Tyler después de varios minutos, mientras seguía jugando con las verduras de su plato.

-¿Qué habrá mañana en la escuela, cariño?- sus labios se curvaron levemente en una sonrisa que desapareció igual de rápido.

-Es el festival de primavera.-dijo con una voz un poco más entusiasmada. Desde que Sebastián se había ido me había costado mucho que volviera a sonreír, hacerlo hablar fue todo un reto y sumándolo a todos los turnos extras a los que me sometía para que nada le hiciera falta, mi hijo había dejado de ser un niño de seis años.

-Por supuesto que iré. ¿Tienes que llevar algo?- bajó los ojos con pena y comenzó a moverse inquieto en la silla.- ¿Tyler?

-Tenía que llevar un disfraz de árbol, pero como sé que estás muy ocupado no quise molestarte.- pude escuchar como mi corazón se rompía en millones de pedazos. Me levanté de mi silla y lo abracé, sintiendo como se relajaba bajo mi calor.

-No hay nada en el mundo que tenga que ver contigo que me moleste o me quite tiempo o en lo que no esté interesado, Tyler. Eres mi hijo, mi gran orgullo y mi único amor en la vida. No vuelvas a pensar eso, jamás, ¿de acuerdo?- sentí cuando asintió y por alguna razón sabía que las cosas iban a mejorar.- Ahora, voy a hacer unas llamadas y tú irás a dormir. Mañana es un día importante.- y la mirada que recibí bastaría para calentarme el alma para toda la vida.

Lo llevé a acostarse y cuando me aseguré de que estaba dormido, saqué mi celular y marqué un número que ya me había salvado muchas veces.

-Santana, necesito ayuda.

°  °  °

-¿Papá?- sentí como unas pequeñas manos me estaban sacudiendo el sueño.- Dice tía Tana que es hora de irnos. Papá, despierta. Papá, mira.- Fui abriendo los ojos lentamente, sólo para encontrar un árbol de casi un metro parado frente a mí.- ¡Mira, papá! ¡Mi disfraz!- los ojos de Tyler habían regresado tres meses en el tiempo y el brillo habitual estaba ahí. Mi pequeño. Lo cargué y dimos vueltas, riéndonos como hacía tiempo no lo hacíamos, y tranquilidad se fue instalando en mi pecho.

-Aunque me encanta verlos así, es hora de que nos vayamos. Blaine tienes diez minutos para ducharte.- la mirada severa de Santana me trajo a la realidad, y aunque me descontarían un día del trabajo, no podía esperar a llegar al festival. 

En cuanto terminé de arreglarme me di cuenta que Tyler ya había desayunado y ambos tenían todo listo para irnos. Llegamos justo a tiempo para un breve mensaje del director donde presentaba a personal nuevo, una señora en sus cuarentas que coordinaría la cafetería, una chica rubia que estaría en administración y un chico de más o menos mi edad, que sería el enfermero de la escuela. 

Terminado el discurso las maestras tomaron el control del festival, organizando juegos, un pequeño desfile para que los niños mostraran sus trajes (parte en la que no me avergüenzo en admitir que casi lloré al ver que Tyler brincaba y reía en su casco de hojas verdes) y encargándose de alimentarnos a todos los presentes. Por suerte Santana había sido lo suficientemente astuta para traer un canasta de emparedados, que me entregó para que los repartiera.

Iba dando la vuelta en una esquina cuando lo vi. Estaba platicando con la chica rubia de administración, tenía un vaso de agua de sabor en la mano y sonreía con el brillo de mil soles. Mis piernas me dirigieron automáticamente hacia él, con las manos sudando sosteniendo firmemente la canasta.

-Hola.- dije tragándome un nudo de emoción cuando se giró a verme y sus ojos azules se encendieron al encajarse a los míos.- ¿Quieren un...?

-Hola.- me interrumpió suavemente.- Me llamo Kurt, Kurt Hummel.- extendió su mano y la tomé ansiando el contacto.

-Blaine Anderson.

-Yo soy Brittany.- dijo la chica a nuestro lado, sonriéndonos complice.- Supongo que alguno de sus hijos estudia aquí, señor Anderson.- me tuve que obligar a soltar a Kurt y responder.

-Si, Tyler Anderson, el pequeño árbol con sobredosis de azúcar.- contesté cuando lo vi subirse a la resbaladilla por onceava vez y a Santana tratando de que no se rompiera nada.

-¿Y tenemos la suerte de que la señora Anderson nos acompañe?- susurró Brittany con un claro plan en la cabeza; que yo estaba feliz de completar.

-No, el otro padre de Tyler y yo estamos separados.- vi cómo el cuerpo de Kurt se relajó al instante, y eso me hizo sentir extremadamente feliz.

-Lo siento mucho.- sentí un apretón en mi hombro y lo único que pude hacer fue sonreír discretamente.- Entonces espero que disfrutes mucho del festival y vengas a visitarme...a visitarnos muy pronto, Blaine... señor Anderson.- sus mejillas se tiñeron de rosa antes de que se despidieran y se fueran. Parecía que las cosas sí iban a mejorar.

Once Upon A TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora