Mi alarma sonó, despertándome y arruinando, otra vez, un gran sueño. Debería de tener un despertador que sepa cuáles sueños arruinar y cuáles no. Eran las 6 am, tenía que levantarme a la de ya. No sé de dónde sacan fuerzas las personas para levantarse tan temprano. Me vestí y baje a desayunar. Según el reloj de la pared, aún estaba a tiempo. Salimos y en el reloj que estaba en el tablero del auto decía que faltaban 15 minutos para que fueran las 7. Como era de esperarse, llegue tarde a la escuela. Genial, primer día en la mañana y comenzaba mal.
Subí corriendo las escaleras y una maestra me detuvo gracias a que choque con ella.
-Lo siento- dije rápidamente. No tenía intenciones de mantener una conversación.
-Vaya Cervantes. ¿Qué hace aquí a estas horas?- No. No podía ser...
Voltee a verla. Efectivamente, era la prefecta. ¿Esto es en serio? ¿No le bastaba con molestarme en la tarde? ¿Tenía que hacerlo también en la mañana?
-Voy tarde a mi salón- dije empezando mi marcha hacia ahí.
-¿A su salón? Usted va en la tarde.
-Ya no más- quería correr y estaba a punto de hacerlo cuando...
-¡Deténgase! Explíqueme en estos momentos por qué viene a clases en la mañana- ordenó. Di media vuelta para encontrarme cara a cara con ella.
-Con gusto se lo explicaría pero ahorita no tengo tiempo. Como le dije, voy tarde a mi clase. Nos vemos- giré sobre mis talones y una vez más comencé a caminar.
-La espero en mi despacho en el receso señorita Cervantes. Si no llega, tendrá serios problemas- grito desde las escaleras. No me importaba lo que dijera, solo quería llegar.
Al entrar, me percaté de que todavía no había maestro en el aula. Entré y escuché que alguien me llamaba.
-¡Mariam!- grito una voz grave.
Gire mi cabeza hacia la dirección de donde venía la voz y vi a Noé, uno de mis amigos de la primaria, sonriéndome con gusto de verme en el mismo salón otra vez. Me limite a sonreírle. Busque un lugar vacío en donde sentarme y el único disponible era hasta el frente. Me senté, conecte mis auriculares a mi celular y puse play al reproductor. Me atrapo tanto la música que no me percaté de que ya había llegado la maestra.
-Señorita, apague su aparato, la clase ya comenzó- dijo una señora que aparentaba unos 40 años de edad, con lentes, estatura promedio, piel morena clara y el cabello con pocas canas.
Detuve el reproductor y guarde mi celular. De ahora en adelante, bueno hasta dentro de un año, empezaría mis días con la clase de Ingles.
[...]
Tres horas de una materia eran insoportables. Deberían de prohibir tantas horas juntas de una misma materia. Sentía que me iba a dar roña de tanto ingles que vi ese día. No es que me moleste la clase, si no que tanto tiempo viendo lo mismo es un poco castrante.
Baje las escaleras y recordé que tenía que ir con la prefecta. Me dirigí a la dirección y al entrar pregunte por ella.
-Su despacho esta hasta el fondo del lado izquierdo- dijo señalando un largo pasillo con muchos cubículos.
-Muchas gracias- contesté con una sonrisa forzada.
-¿Problemas de conducta?
-No lo creo.
-Bueno, quiero que sepas que es una gran persona y maestra. Es la jefa de prefectura por su gran carácter...- eso lo noté le día que la conocí- pero también es la jefa de tutorías por la fácil comunicación que tiene entre los alumnos. No le tengas miedo.
-En ese caso, creo que es por tutorías.
-Entonces no te irá mal con ella. Adelante.
-Gracias- dije y me encaminé por el largo pasillo. Al llegar, pensé dos veces si tocar o irme corriendo.
-Adelante- dijo Beatriz después de escuchar el llamado que hice a su puerta. Giré la perilla y entre al cubículo.
-Toma asiento- me indicó y obedecí, sentándome en una silla de madera acojinada de color rojo.
-Bien. Dime por qué estás en la mañana si el viernes te vi en la tarde- dijo con una mirada penetrante. Acomodó sus lentes, puso sus codos encima de la mesa y entrelazo sus manos. No me había dado cuenta que utilizaba anteojos.
-¿Eso es lo que quiere escuchar?- dije respondiendo a su mirada. Tal vez ella no estaba molesta pero yo sí. No quería estar ahí. Me sentía incomoda.
-En efecto. Quiero saber por qué estás aquí.
-¿Acaso no es lógico? Me cambiaron de turno.
-Eso es evidente. A lo que me refiero es, ¿quién y por qué la cambiaron?
-¿Por qué? Muy sencillo. Porque no quería ir en la tarde y porque a mi mamá se le dificulta traerme y recogerme a esas horas. ¿Quién?...- pause por un momento. Recordé lo que dijo mi mamá. "No le digas a nadie quien te cambió"- un amigo de mi mamá que está en el gobierno.
-¿Cómo se llama?
Diablos, diablos, diablos. ¿Cómo se llamaba? El punto es que mi mamá si tiene un amigo que nos estaba ayudando a cambiarme de turno pero no recordaba su nombre. Piensa Mariam, piensa.
-Lo suponía. A usted no le ayudo nadie más que el director. Le he dicho que no cambie a nadie. Si salió en un turno que no quería, pues ni modo. ¿Quieren seguir estudiando? Que se esfuercen....
-No fue él- la interrumpí con una gran mentira. ¿Tenía que seguir con esto?
-Entonces, ¿quién?
-Ya le dije que un amigo de mi mamá.
-Mientras no me diga el nombre de esa persona, yo no le creeré ni una sola palabra- dijo frunciendo el ceño. Creo que ahora si estaba molesta.
-Se lo consigo y mañana le digo. Si no hay nada más que hacer...- dije poniéndome de pie. Ya me quería ir.
-Usted todavía no se va- replicó la prefecta, haciéndome sentar de nuevo en aquella silla- todavía tenemos mucho de qué hablar.
-Si no mal recuerdo, usted me dijo que me quería en su despacho solo para que le dijera porque me cambiaron. Ya le dije, déjeme ir ahora- subí un poco el tono de mi voz. De verdad no quería estar ahí.
-Claro. Ese era el motivo principal pero ahora que no me dijo el nombre de la persona que la cambió, hablaremos de su familia.
-Oh no. ¿Por qué quiere saber de mi familia?
-Porque tu mamá tiene un amigo en el gobierno. Quiero saber en que trabaja, de que familia vienes, etcétera.
-¿Eso no está prohibido?
-No exactamente. Investigar por mi cuenta, contratando agentes y metiéndome en tu vida sin tu autorización, es lo prohibido. Si tú me cuentas, no hay nada ilegal en eso.
-Qué bueno que lo dijo. No quiero ni pienso contarle nada respecto a mi vida. Así que con su permiso, paso a retirarme- dije eso poniéndome de pie sin pensarlo dos veces. Abrí la puerta y salí de ahí casi corriendo.
Al atravesar el umbral de la dirección, choqué con alguien. ¿Otra vez? Definitivamente, este no era mi día.
-¿Estas bien?- pregunto una voz masculina. Un niño de piel blanca, cabello rizado y rubio cenizo oscuro detuvo mi camino.
-Sí, gracias.
-Debes de fijarte por donde corres.
-Lo tendré en consideración.
-¿Cómo te llamas?
-Mariam- dije dándome la vuelta y caminando rumbo a mi salón.
La siguiente clase que me tocaba era español. La maestra nos acomodó por número de lista. Era la seis y me tocaba hasta atrás. Pase las últimas cuatro horas que me quedaban en la escuela haciendo los trabajos y entregándolos a tiempo. No tenía ganas de hacer amigos. Estaba un poco decaída. Así que solo me concentre en pasar desapercibida lo que restaba de ese día. Por fin salí y me fui a mi casa.