-¿Qué te pasa tarado?- escuchaba que Valeria estaba gritando. Abrí los ojos y vi a Sara de cuclillas a un lado mío.
-Ella tuvo la culpa, no se fija por dónde camina- contestó un chico. Pestañe y esta vez logre identificar a quien le estaba gritando Valeria. Era un chico de piel clara y cabello de color rubio cenizo oscuro rizado. Era delgado y un poco bajo. Un momento, yo ya había visto a ese chico.
-Tú debes de tener más cuidado, es una chica, no un amigo tuyo. ¡¿Por qué demonios están jugando americano en el patio?!- Valeria estaba eufórica.
-Mariam ¿estás bien?- me dijo Sara. La cabeza me punzaba y me dolía mucho. Aun así le contesté que sí. Traté de sentarme pero al apoyarme sobre mis codos, me dolió. Voltee a verlos y estaban sangrando levemente.
-¡Mariam ¿qué te paso?!- gritó Sara al ver mis codos.
-Nada, estoy bien.
-Por dios Mariam, estas sangrando.
-No pasa nada.
-¿Ves tarado? ¡Le hiciste daño!- nuevamente Valeria le grito en la cara al chico. Él a su vez se arrodillo y me ayudó a levantarme.
-¿Te encuentras bien?
-Sí- dije casi colapsando. Por poco volví a caer al suelo.
-Pequeña mentirosa. No estás bien. Tenemos que llevarte a la enfermería.
-No hace falta, me encuentro muy bien.
-Quítate- empujó Valeria al chico –Mariam ¿no crees que él te debería de llevar a la enfermería y responder por lo que ha hecho?- me dijo en el oído.
-No quiero molestar a nadie por lo que pasó. Mejor dejemos esto así.
-Mariam, él tuvo la culpa. Debería de...
-Vamos, yo te llevo- dijo el chico agarrándome del brazo e interrumpiendo a Valeria. A su vez, ella me lanzo una mirada que me decía que fuera así que accedí. No estaría mucho ahí ya que aparte de los raspones en los codos y el dolor de cabeza, no tenía nada. Caminamos por el patio y subimos por las escaleras que conducían al otro patio en donde había dos módulos, uno era exclusivo de salones de clase y el otro era el administrativo. Subimos por las escaleras del edificio administrativo, justo donde está la dirección, hasta llegar a la enfermería. Tocamos la puerta y nos permitieron entrar. Me indicaron que me sentara en la camilla y a él, en las sillas de espera.
-¿Qué fue lo que pasó?- preguntó la enfermera.
Voltee a ver al chico confundida y con una mirada que preguntaba ¿qué paso? No recordaba con exactitud lo que sucedió. El último recuerdo del incidente fue que caminaba hacia mi salón y de repente mi vista se oscureció y no supe de mí ni de qué pasaba hasta que escuche a Valeria gritando.
-Ella no se fija por dónde camina o corre- volteo a verme con una sonrisa –por lo cual choca con las personas logrando que caiga al suelo. No es la primera vez que le sucede- me guiñó el ojo. Eso era cierto, una vez con Beatriz, esta vez y otra con el chico de la dirección. ¿Cómo sabe que han sucedido... ¡Ah! Él es el chico con el que choqué en la dirección. Con razón se me hacía conocido.
-Ya entiendo- dijo la enfermera y empezó a hacerme una revisión médica general. -¿Te duele algo?
-La cabeza- dije haciendo un gesto de dolor.
-Y tienes raspaduras en los codos.
-Al parecer sí.
-Está bien, no tienes nada grave. El dolor es producto del golpe y los raspones solo los limpio y te pongo curitas- actuó haciendo lo que había dicho. Con algodón y agua oxigenada limpió la herida. Después colocó curitas, del color de mi piel para disimular, en cada codo. Para finalizar me dio un analgésico en tableta, el cuál ayudaba a calmar el dolor de cabeza.
-Listo, puedes irte- dijo la enfermera con una sonrisa. -¿Puedes llevarla a su salón?- le preguntó al chico.
-Claro, vamos para donde mismo- volteo a verme y me sonrió.
Me baje de la camilla y caminé hacia la puerta, antes de girar la perilla y salir, voltee a ver a la enfermera para darle las gracias. Ella respondió con un "de nada" y una sonrisa en la cara. Caminé por el pasillo que conducía a las escaleras. Pude haber ignorado al chico de no ser por que habló.
-Que esto te sirva de lección- voltee a verlo confundida. –De ahora en adelante fíjate por donde vas- dijo sonriendo. No le iba a contestar nada.
-¿No vas a hablar Mariam?
-¿Cómo sabes mi nombre?
-Me lo dijiste el otro día que chocamos.
Recordé aquel día. Fue el mismo día en el que llegue a la mañana y el mismo día en el que fui a la dirección por la primera cita de Beatriz. Recuerdo que salí corriendo y choque con él. Oh cierto, se lo dije a la carrera. Daba igual, ya se lo sabía. Además, es solo mi nombre, no conoce nada de mí.
-¿Siempre eres tan callada?- me sacó de mis pensamientos haciendo que volteara a verlo a los ojos. Eran de color miel, muy claros, y dentro del iris tenía pequeñas líneas de color verde. Sus ojos me parecían hermosos.
-No suelo hablar con extraños- dije cuando volví en sí.
-No soy un extraño.
-¿Qué no eres un extraño? No sé quién eres. No se tu nombre, no sé...
-Israel- dijo interrumpiéndome.
-¿Qué?- la voz de aquel chico a penas se podía escuchar.
-Mi nombre es Israel.
-Está bien. Tú ya sabes el mío así que...- no sabía que más decir.
-Así que ¿qué?
-¿Por qué sigues a mí lado? ¿No tienes que ir a tu salón?
-Voy en el mismo que el tuyo.
-¿En serio?- con razón en la enfermería dijo "vamos para donde mismo".
-Sí. Tal vez no me has notado porque nunca hablamos y porque estoy hasta el otro lado del salón pero soy tu compañero de clases.
-Bueno, lo siento.
-No tienes de que disculparte.
-Está bien.
Para estos momentos ya estábamos subiendo por las escaleras que conducían al pasillo en donde estaba nuestro salón.
-Bien hemos llegado- dijo cuando estábamos enfrente de la puerta.
-Lo noté- dije en broma y sonreí.
-¡Vaya! Sonríes- se burló ya que no lo había hecho delante de él. Rodee los ojos y llamé a la puerta. Como todos los maestros de esta escuela, pasamos después de que nos dijeran "adelante". Me fui a mí lugar y él al suyo. Definitivamente estaba hasta el otro lado del salón.
-¿Qué te hizo aquel desgraciado? ¿Te trató bien? Porque si no fue así, me va a conocer- dijo Valeria cuando me senté en mi lugar. La maestra estaba dando la clase pero no le ponía atención ya que Valeria me estaba hablando.
-Tranquila, no me hizo nada. De hecho se portó muy amable- dije en susurro.
-Señoritas ¿quieren compartir su interesante plática con la clase?- nos regañó la maestra.
-No es nada interesante profesora- contestó Valeria.
-Insisto, compártanlo con la clase.
-Ya le dijimos que no es nada- refunfuñó.
-Usted señorita Cervantes, llega tarde y se pone a platicar. ¿Qué comportamiento es ese?
-Vengo de la enfermería- contesté ya que ahora se dirigía solo a mí.
-¿Puedo saber por qué?
-Un pequeño incidente en receso- habló Israel.
-¿Usted estuvo involucrado?- ahora la maestra volteo a verlo.
-Maestra, no perdamos más el tiempo y continuemos con la clase.
-Está bien. Pero que no se vuelva a repetir- volteo a vernos.
-De acuerdo maestra- dijo Valeria.
-Les cuento con detalles lo que paso al finalizar la clase- les susurré a Sara y Valeria. Ellas asintieron.