-¿Eso te hizo esa bruja?- Daniela preguntaba asombrada. Estábamos sentadas en una banca del patio. Era la hora del receso y el asunto de Beatriz fue ayer; en todo el día no pude contarle a Daniela.
-Sí, eso pasó.
-Qué fuerte. Y ¿por qué llegaste con Israel?
-Porque él estaba en la dirección creo. En mi desesperación empecé a gritar y él me sacó del cubículo. No sé qué estaba haciendo ahí- Daniela me miraba con cara de decepción. –Tranquila Daniela. No pienses mal. Fue una casualidad. A mí no me interesa Israel y jamás trataría de ganártelo- le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.
-Está bien pero no es por eso, más bien por ti. A lo mejor y si eres su hija- ¿cómo podía creer eso Daniela?
-No, no lo soy, te lo puedo asegurar.
-Hola ¿Mariam?- voltee a mis espaldas y el profesor que ayer había entrado junto con Israel se encontraba ahí.
-Si soy yo.
-¿Puedo hablar contigo?
-Claro ¿para qué?
-Es sobre el asunto de Beatriz.
-Oh, lo siento. No quiero volver a escuchar de ella o de eso que paso, lo único que quiero es olvidarlo.
-Sí, lo sé pero escucha. No sé si se dieron cuenta de que Beatriz no vino hoy a la secundaria- Daniela y yo negamos con la cabeza. –Lo supuse, es porque le dieron el día libre para que pudiera meditar y controlarse pero ella necesita de tu ayuda.
-¿Qué puedo hacer yo para ayudarla? Mi presencia es lo que la altera.
-Haciendo un examen de ADN. Si no te importa y tus padres están de acuerdo, van a tomar muestras de tu sangre y saliva.
-Me parece una gran idea. ¿Cuándo lo harán?
-Mañana. Necesito que tus padres firmen este permiso y que no desayunes antes de venirte a la escuela. El examen lo harán en cuanto llegues.
-¿Tengo que llegar temprano?
-Esa es la idea. ¿Por qué? ¿No puedes?- maldición.
-No está bien. Llegare a las siete en punto.
-Muy bien, te estarán esperando en la enfermería.
-Okey, ahí llegaré- sonó el timbre y teníamos que volver a las clases.
-Vayan a sus clases chicas.
-Si- dijimos al unísono. Nos levantamos y caminamos al salón. Al llegar nos fuimos a nuestros asientos y la maestra llegó. Empezó a tomar lista.
-Cervantes- dijo ella.
-Presente- conteste sin voltear a verla.
-¿Dónde está señorita Cervantes?
-Aquí- levanté la mano.
-¿Qué hace hasta allá? Su lugar es en la primera fila.
-Lamento contradecirla pero este es mi lugar.
-En mi clase no, todos se van a acomodar de acuerdo al orden de lista y usted va acá- dijo señalando la banca vacía.
-Pero maestra...
-He dicho- me interrumpió con un tono de voz enojado.
Guardé el cuaderno y el libro en la mochila y agarré mi estuche. Me colgué la mochila en el hombro derecho y empecé a caminar. En un segundo mi cara estaba a centímetros del suelo y todos en el salón se estaban riendo. Israel estaba con una sonrisa maliciosa y el pie estirado. Sentí como la sangre me hervía e iba a explotar. Me levante lo más rápido que pude y me enfrente con él.
-¿Qué te pasa tarado?- le grité a la cara. Él solo reía.
-Solo fíjate por donde caminas- decía entre risas.
-¿Que me fije por dónde camino? ¡Tú metiste el pie!- no tenía control.
-Eso te pasa por no sentarte en tu lugar desde un principio- ahí exploto todo. Me abalancé a él con intenciones de hacerlo pagar pero la maestra me agarró por detrás, impidiendo si quiera que lo tocara.
-Señorita Cervantes acompáñeme a la dirección- dijo la maestra. Israel se burló de mí. –Usted también señor Raygoza, vi todo lo que sucedió y no pasare por desapercibido su comportamiento- ahora yo me burlé mentalmente de él.
-¿Puedo ir a dejar mis cosas?- le pregunte a la maestra. Ella asintió.
-Ve, después de eso vamos a la dirección- asentí.
Nos encontrábamos sentados en la sala de espera, afuera del gran cubículo del director. Maldición, mi primer problema y por culpa de Israel. No entiendo como ayer fue tan amable al sacarme de los brazos de Beatriz y hoy tan infantil y grosero.
-Pasen- dijo la maestra. Después de entrar, cada quien se sentó en su respectiva silla y el director pregunto lo que había pasado.
-Él me metió el pie y logro hacer que cayera al suelo- intente de explicarlo tranquilamente. Estaba nerviosa y a la vez molesta. No es bueno que ambos sentimientos se junten.
-¿Eso fue lo único que pasó?- pregunto el director.
-Si- contesté. ¿Qué más había?
-Ahora usted dígame que paso señor Raygoza- ja ja. Él solo dirá mentiras con tal de salvarse. Pensé.
-Estaba sentado en mi lugar correspondido, en mi lugar- dijo remarcando el "mi" y volteando a verme –y estaba un tanto aburrido así que decidí estirarme, desafortunadamente mi compañera estaba pasando en ese momento y se tropezó con mi pie. Entiendo que fue una imprudencia haber hecho eso así que estoy dispuesto a pagar por eso.
-No se trata de asuntos monetarios señor...
-Ya lo sé, solo dígame que es lo que me toca para poder acabar con este asunto rápido- Israel interrumpió al director y este se quedó con la boca abierta.
-Bien, dadas las circunstancias y analizando la situación, los dos pueden irse sin falta alguna. Los accidentes ocurren pero que no vuelva a repetirse. Le conviene señor Raygoza- dijo el director. Israel rodeó los ojos.
-¿Los va a dejar ir así nada más?- dijo la maestra furiosa.
-Sí, no han cometido una falta grave. Vayan a su salón- ambos asentimos y salimos de la dirección. Suspire de alivio. No había pasado nada.
-¿Cómo hiciste eso?- le pregunte a Israel, él volteo a verme confundido.
-¿Qué cosa?
-Salir libre del director. Sabes que decir para que no te hagan nada.
-Ah, eso. Es por la experiencia.
-¿Experiencia?- ahora la confundida era yo.
-Sí, ya sabes, venir seguido te hace un experto en saber que decir para librarte.
-¿Y aún siguen creyendo tus mentiras?
-Sí, supongo ya que siempre funcionan... Oye eso dolió.
-¿Qué cosa?
-"Tus mentiras" ¿Crees que lo que dije allá adentro fue una mentira?- aprovecha esta oportunidad y véngate Mariam. Me dijo mi subconsciente.
-Sí. Tú mismo lo confirmaste, dices mentiras.
-No miento cuando te digo que no te libraras tan fácil de mí- me sonrió.
-¿Qué? ¿A qué te refieres?- habíamos llegado a la puerta del salón.
-Sólo no lo olvides- de nuevo sonrió y se fue a su lugar. Yo tenía que ir al mío. No me gustaba estar en ese lugar ya que al lado tenía a Sara. Sentía la tensión y las malas vibras en el aire. Me senté e involuntariamente voltee a ver a Israel pensando en lo que me dijo, él estaba riendo con algunos amigos. Volteo a verme, me hizo una señal con la cabeza y se volteó de nuevo. Sin dejar de mirar hacia ese lado del salón y esperando a que la maestra llegara, voltee a ver a Daniela quien estaba cabizbaja. Demonios Mariam ¿qué has hecho? Me pregunté a mí misma.