Capítulo 13

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-¿Eso te hizo esa bruja?- Daniela preguntaba asombrada. Estábamos sentadas en una banca del patio. Era la hora del receso y el asunto de Beatriz fue ayer; en todo el día no pude contarle a Daniela.

-Sí, eso pasó.

-Qué fuerte. Y ¿por qué llegaste con Israel?

-Porque él estaba en la dirección creo. En mi desesperación empecé a gritar y él me sacó del cubículo. No sé qué estaba haciendo ahí- Daniela me miraba con cara de decepción. –Tranquila Daniela. No pienses mal. Fue una casualidad. A mí no me interesa Israel y jamás trataría de ganártelo- le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

-Está bien pero no es por eso, más bien por ti. A lo mejor y si eres su hija- ¿cómo podía creer eso Daniela?

-No, no lo soy, te lo puedo asegurar.

-Hola ¿Mariam?- voltee a mis espaldas y el profesor que ayer había entrado junto con Israel se encontraba ahí.

-Si soy yo.

-¿Puedo hablar contigo?

-Claro ¿para qué?

-Es sobre el asunto de Beatriz.

-Oh, lo siento. No quiero volver a escuchar de ella o de eso que paso, lo único que quiero es olvidarlo.

-Sí, lo sé pero escucha. No sé si se dieron cuenta de que Beatriz no vino hoy a la secundaria- Daniela y yo negamos con la cabeza. –Lo supuse, es porque le dieron el día libre para que pudiera meditar y controlarse pero ella necesita de tu ayuda.

-¿Qué puedo hacer yo para ayudarla? Mi presencia es lo que la altera.

-Haciendo un examen de ADN. Si no te importa y tus padres están de acuerdo, van a tomar muestras de tu sangre y saliva.

-Me parece una gran idea. ¿Cuándo lo harán?

-Mañana. Necesito que tus padres firmen este permiso y que no desayunes antes de venirte a la escuela. El examen lo harán en cuanto llegues.

-¿Tengo que llegar temprano?

-Esa es la idea. ¿Por qué? ¿No puedes?- maldición.

-No está bien. Llegare a las siete en punto.

-Muy bien, te estarán esperando en la enfermería.

-Okey, ahí llegaré- sonó el timbre y teníamos que volver a las clases.

-Vayan a sus clases chicas.

-Si- dijimos al unísono. Nos levantamos y caminamos al salón. Al llegar nos fuimos a nuestros asientos y la maestra llegó. Empezó a tomar lista.

-Cervantes- dijo ella.

-Presente- conteste sin voltear a verla.

-¿Dónde está señorita Cervantes?

-Aquí- levanté la mano.

-¿Qué hace hasta allá? Su lugar es en la primera fila.

-Lamento contradecirla pero este es mi lugar.

-En mi clase no, todos se van a acomodar de acuerdo al orden de lista y usted va acá- dijo señalando la banca vacía.

-Pero maestra...

-He dicho- me interrumpió con un tono de voz enojado.

Guardé el cuaderno y el libro en la mochila y agarré mi estuche. Me colgué la mochila en el hombro derecho y empecé a caminar. En un segundo mi cara estaba a centímetros del suelo y todos en el salón se estaban riendo. Israel estaba con una sonrisa maliciosa y el pie estirado. Sentí como la sangre me hervía e iba a explotar. Me levante lo más rápido que pude y me enfrente con él.

-¿Qué te pasa tarado?- le grité a la cara. Él solo reía.

-Solo fíjate por donde caminas- decía entre risas.

-¿Que me fije por dónde camino? ¡Tú metiste el pie!- no tenía control.

-Eso te pasa por no sentarte en tu lugar desde un principio- ahí exploto todo. Me abalancé a él con intenciones de hacerlo pagar pero la maestra me agarró por detrás, impidiendo si quiera que lo tocara.

-Señorita Cervantes acompáñeme a la dirección- dijo la maestra. Israel se burló de mí. –Usted también señor Raygoza, vi todo lo que sucedió y no pasare por desapercibido su comportamiento- ahora yo me burlé mentalmente de él.

-¿Puedo ir a dejar mis cosas?- le pregunte a la maestra. Ella asintió.

-Ve, después de eso vamos a la dirección- asentí.

Nos encontrábamos sentados en la sala de espera, afuera del gran cubículo del director. Maldición, mi primer problema y por culpa de Israel. No entiendo como ayer fue tan amable al sacarme de los brazos de Beatriz y hoy tan infantil y grosero.

-Pasen- dijo la maestra. Después de entrar, cada quien se sentó en su respectiva silla y el director pregunto lo que había pasado.

-Él me metió el pie y logro hacer que cayera al suelo- intente de explicarlo tranquilamente. Estaba nerviosa y a la vez molesta. No es bueno que ambos sentimientos se junten.

-¿Eso fue lo único que pasó?- pregunto el director.

-Si- contesté. ¿Qué más había?

-Ahora usted dígame que paso señor Raygoza- ja ja. Él solo dirá mentiras con tal de salvarse. Pensé.

-Estaba sentado en mi lugar correspondido, en mi lugar- dijo remarcando el "mi" y volteando a verme –y estaba un tanto aburrido así que decidí estirarme, desafortunadamente mi compañera estaba pasando en ese momento y se tropezó con mi pie. Entiendo que fue una imprudencia haber hecho eso así que estoy dispuesto a pagar por eso.

-No se trata de asuntos monetarios señor...

-Ya lo sé, solo dígame que es lo que me toca para poder acabar con este asunto rápido- Israel interrumpió al director y este se quedó con la boca abierta.

-Bien, dadas las circunstancias y analizando la situación, los dos pueden irse sin falta alguna. Los accidentes ocurren pero que no vuelva a repetirse. Le conviene señor Raygoza- dijo el director. Israel rodeó los ojos.

-¿Los va a dejar ir así nada más?- dijo la maestra furiosa.

-Sí, no han cometido una falta grave. Vayan a su salón- ambos asentimos y salimos de la dirección. Suspire de alivio. No había pasado nada.

-¿Cómo hiciste eso?- le pregunte a Israel, él volteo a verme confundido.

-¿Qué cosa?

-Salir libre del director. Sabes que decir para que no te hagan nada.

-Ah, eso. Es por la experiencia.

-¿Experiencia?- ahora la confundida era yo.

-Sí, ya sabes, venir seguido te hace un experto en saber que decir para librarte.

-¿Y aún siguen creyendo tus mentiras?

-Sí, supongo ya que siempre funcionan... Oye eso dolió.

-¿Qué cosa?

-"Tus mentiras" ¿Crees que lo que dije allá adentro fue una mentira?- aprovecha esta oportunidad y véngate Mariam. Me dijo mi subconsciente.

-Sí. Tú mismo lo confirmaste, dices mentiras.

-No miento cuando te digo que no te libraras tan fácil de mí- me sonrió.

-¿Qué? ¿A qué te refieres?- habíamos llegado a la puerta del salón.

-Sólo no lo olvides- de nuevo sonrió y se fue a su lugar. Yo tenía que ir al mío. No me gustaba estar en ese lugar ya que al lado tenía a Sara. Sentía la tensión y las malas vibras en el aire. Me senté e involuntariamente voltee a ver a Israel pensando en lo que me dijo, él estaba riendo con algunos amigos. Volteo a verme, me hizo una señal con la cabeza y se volteó de nuevo. Sin dejar de mirar hacia ese lado del salón y esperando a que la maestra llegara, voltee a ver a Daniela quien estaba cabizbaja. Demonios Mariam ¿qué has hecho? Me pregunté a mí misma.


Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora