Leonardo.
Los músculos de mi cuerpo arden.
—¡Diez flexiones más! —ordeno.
—¡Si señor!
Un pequeño hilo de sangre resbala por entre mis nudillos blancos, manchando de un tono rojizo oscuro la tierra debajo. El dolor de las cortadas es penetrante pero me agrada sentir esa picazón por el esfuerzo que hago. Gotas de sudor atraviesan mi frente, resbalando por mi rostro y cayendo al suelo, mientras me obligo a hacer solo un par de flexiones más. El calor de media mañana es un tanto agotador, el sol brillando en lo alto del cielo libre de nubes. Sé que deberíamos disminuir un poco la intensidad en nuestros entrenamientos, es solo que soy una de esas personas que creen que un lobo, especial un Alfa, debe estar preparado para cualquier reto. Así como yo les exijo a mis compañeros, me exijo a mí mismo.
Debo ser siempre el mejor.
Solo un par de planchas más y descansaremos hasta la ronda de mañana.
—¡No los escucho jóvenes!
—¡Uno alfa! —Responden al unísono— ¡Dos alfa! ¡Tres alfa! ¡Cuatro alfa!
De reojo veo el cansancio en el rostro de la gran mayoría de los lobos frente a mí. Es increíble como aún después de tanto tiempo en arduos y agotadores entrenamientos matinales, sigan sin poder soportar durante mucho tiempo el ritmo que tengo. Esto que me obligo a ponerles no es ni lo mínimo que tenía que enfrentar diariamente mientras estudiaba en la academia militar. En aquella época no era más que un joven estúpido, creído, inmaduro e imbécil. Pensaba que el mundo entero estaba a mis pies y solo para mi propio beneficio. Los entrenamientos diarios, el despertar de madrugada, pasar días sin comer y corriendo bajo la lluvia, fueron los factores que me ayudaron a convertirme en el hombre que soy ahora.
Sé que soy muy inflexible con los más jóvenes de la manada, pero como su líder tengo que serlo con todos por igual. Tal vez en otras partes del mundo se rijan de diferente manera, con leyes mucho más flexibles que las nuestras, pero mientras un Balzaretti esté a cargo el entrenamiento será parte fundamental y especialmente obligatoria para todos. Mi trabajo como su Alfa es estar siempre al pendiente de todo lo que ocurre en mi propia manada, en particular con ellos.
Aunque esto solo me ha traído una mala fama. Muchos de mis subalternos me consideran como una persona fría, dura, alguien que parece no tener ninguna clase de sentimientos por nada ni mucho menos por nadie. Me critican por lo despiadado que puedo llegar a ser con los adiestramientos tan agudos a los que someto a los machos desde que cumplen los quince años de edad. Pero insisto sobre lo necesario que todo esto es. Tienen que aprender el significado de lo que es la responsabilidad y aún más trabajo en equipo.
Como la cabeza de la manada más importante y fuerte de toda Italia, es mí deber estar preparado para todos los posibles desafíos que pueden aparecer de pronto. Ellos, como parte esencial y futuro de la misma, tienen que estar capacitados también. Las tensiones con nuestros vecinos están aumentando. El jodido Alfa ruso que tienen ahora me está sacando de mis casillas, jugando con la poca paciencia que tengo. Si ese muchacho estúpido cree que podrá contra mí y mis lobos, estoy más que dispuesto a demostrarle lo equivocado que está.
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Prohibido amarme.
Про оборотнейLeonardo Balzaretti está acostumbrado a salirse siempre con la suya. Desde que era pequeño siempre hizo lo que quiso. A sus 31 años de edad no ha encontrado a su pareja con la que sentar cabeza, aunque eso no le preocupa en lo más mínimo. Como Alfa...