Leonardo.
Sigo sin poder creerlo.
Fabián duerme plácidamente a mi derecha. Instintivamente envuelvo mis manos a su cintura, pegándolo más a mi pecho. Tiene la boca ligeramente abierta, el cabello alborotado cae cubriendo parte de sus ojos. Puedo decir con satisfacción que hemos pasado la mejor jodida noche de nuestras vidas. Nunca pensé que estar a su lado, inhalar su aroma, besar sus labios carnosos y hacerle el amor sería por mucho de una de las mejores experiencias en toda mi vida. Quiero tanto poder acostumbrarme a esto, a estar por siempre junto a él.
Veo con tranquilidad como la luz del sol brilla en lo alto del cielo, escurriéndose por entre las ventanas abiertas a mi izquierda. No quiero levantarme jamás, quiero estar por siempre en este lugar, sintiendo su cuerpo menudo y desnudo pegado al mío, escuchar sus suaves ronquidos y hacerle el amor hasta que los dos no podamos más, hasta que me suplique por un pequeño descanso. Anoche, cuando por fin pude hacerlo mío (aunque no del todo), fue uno de esos momentos que se te quedan grabados a fuego en la memoria.
Aún puedo escuchar en mi cabeza la manera en la que gemía mi nombre una y otra vez, mientras lo embestía con fuerza. O los arañazos que me daba en la espalda, cada vez que me enterraba en él. Sus labios fundiéndose con los míos, sus manos enredándose en mi cabello. Puedo recordar todo con vivido detalle, guardándolo por siempre en mi memoria. Ha sido por mucho la mejor noche que he pasado en la vida. Al lado de la persona predestinada para mí.
Clavo mi vista en la línea de su cintura que se pierde bajo las sabanas.
Tal vez deberíamos levantarnos de una vez. Veo la hora en el reloj despertador a mi derecha, son casi las tres de la tarde. Mi estómago comienza a gruñir. Muero de hambre, y en realidad como no hacerlo, anoche agoté por mucho todas las energías en mi cuerpo. Esta madrugada también pasó. Cuando desperté y lo escuché en el baño, una parte de mí se molestó por no tenerlo entre mis brazos. Fue ahí cuando descubrí que, una sola vez había bastado para acostumbrarme a su presencia en mi cama. Una sola vez y ya no podré dormir sin tenerlo junto a mí. No sé lo que vaya a pasar, o cómo tenga que hacerlo, pero es seguro que Fabián vivirá conmigo más pronto que tarde. Tiene que ser así.
Desvío mi atención a su cuerpo. La sabana resbala por sus piernas, enseñando parte de su culo. Quisiera poder probarlo de nuevo, hacerlo completamente mío, dejar mi marca en su cuello, pero por ahora tengo que darle un pequeño respiro. No he dejado de amarlo desde anoche, vez tras vez, he explorado cada parte de su anatomía. Ahora sé lo que disfruta que le haga, o lo que le desagrada. Sé cuáles son los puntos de su cuerpo que lo vuelven loco y cuáles otros lo hacen gemir hasta el intenso orgasmo. Aprendí más en estas pocas horas, que todo lo que llevamos de conocernos.
Soy un jodido lobo que disfruta del sexo. Somos creaturas que necesitamos constantemente tener una conexión directa con nuestros compañeros. He tenido la oportunidad de escuchar que tanta actividad física, cuando tu otra parte es un simple humano, puede llegar a ser agotador para ellos. Es por eso, aun en contra de mis propios deseos, que decido darle la oportunidad de descansar. Ha estado durmiendo desde que terminamos de hacer el amor esta madrugada, cuando lo encontré mareado en el baño. Merece dormir un rato más.
Paso mis manos por su abdomen, sintiendo los huesos de sus costillas.
Me encanta que sea menudo, pero tanto me pone nervioso. Voy a hacer que vaya a ver un médico cuando regresemos a la viña. No me gusta que esté así, como si no hubiera probado alimento en días. Aunque se moleste, planeo engordarlo un par de kilos, además de que sería bueno que entrenara junto conmigo. No quiero que mi compañero no sepa defenderse. Sí, es cierto que daría mi vida por él, no dudaría en enfrentarme a cualquiera para protegerlo, pero no siempre voy a estar ahí, tiene que aprender a cuidarse por sí mismo.
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Prohibido amarme.
WerewolfLeonardo Balzaretti está acostumbrado a salirse siempre con la suya. Desde que era pequeño siempre hizo lo que quiso. A sus 31 años de edad no ha encontrado a su pareja con la que sentar cabeza, aunque eso no le preocupa en lo más mínimo. Como Alfa...