Capítulo 18: Por favor, perdóname.

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Fabián. 

Me voy a ir al infierno, sé que así va a ser.

Ayer, cuando Leonardo me dijo lo que ya tenía tiempo sospechando, mi mundo entero se desmoronó frente a mí. ¿Cómo es que puedo explicar que una parte de mí se sentía completamente feliz de saber lo él siente lo mismo que yo? Ese amor que durante el primer instante en el que nos conocimos, apareció en mi interior como un fuego que ahora me es imposible extinguir. Era como si, tras varios años de sufrimiento y soledad, la vida por fin decidiera darme alguna clase de oportunidad. Lo que tanto había esperado encontrar.

Pero al mismo tiempo fue mi boleto de regreso a una realidad que estaba ahí, frente a mis ojos, pero que por necio intentaba negar. Desde ese momento en el que el doctor me dijo lo que pasaría conmigo, supe que mi destino estaba sellado. No existe solución posible más que aceptar con la frente en alto lo inevitable. Cuando Leonardo me dijo esas palabras, lo mucho que me amaba y que estaría dispuesto a esperar por mí, supe que me enfrentaba a una de las más grandes pruebas en toda mi vida.

Intenté creer que no pasaba nada, pensar que tal vez había escuchado mal, pero cuando vi la certeza brillando en sus ojos, supe que por más que lo negara, el sentimiento estaba anclado en su interior, aferrándose a su corazón. Debí haber aprovechado esa oportunidad para arrancarle de tajo cualquier tipo de esperanza, destruir sus ilusiones y alejarlo de mi lado para siempre. Pero soy un cobarde, no pude hacerlo. En cambio contesté con lo último que hubiera deseado decir.

Yo también te amo...

Las palabras salieron de mi boca sin que yo pudiera hacer nada para evitarlas. Ya estaban dichas, almacenadas en su memoria, en lo profundo de su corazón. El sentimiento es verdadero, amo a Leonardo con todas mis fuerzas, pero sé que lo mejor para él ahora es que me marche sin decir adiós. He estado pensando en la posibilidad desde que regresamos ayer a la mansión. Tal vez debería simplemente desaparecer de la vida de todos, y esperar el inevitable final, perdido en alguna isla paradisiaca o en lo recóndito del polo norte.

Tengo miedo de lastimarlo, pero al final, ese dolor es necesario para que no sufra aferrándose a un imposible. Después de que dije, por idiota, esas cuatro palabras, la actitud de Leonardo cambió considerablemente. Atrás quedo el hombre serio y de mal carácter, desapareció dando paso a alguien totalmente diferente. Todos parecieron darse cuenta de ello cuando entró por la puerta principal y tomó a Patricia en un fuerte abrazo. Sospechan, puedo notarlo, pero no quiero despejar las dudas en su mente. No ahora, nunca.

Me dijo, esa misma tarde, que tras años de búsqueda por fin encontró la felicidad que años atrás había perdido. Las ganas de vivir, de tener un motivo por el que levantarse por las mañanas. Todas sus palabras solo hicieron que por dentro me sintiera aún peor. ¿Cómo podría arruinar ahora la felicidad que durante tanto tiempo pareció haber buscado? Pero peor aún ¿Cómo puedo ser capaz de amarrarlo a mi lado, a una persona que tiene una cuenta regresiva sobre su cabeza? Él no se merece nada de lo que está pasando.

Me observo en el espejo frente a mí.

Tengo el rostro pálido. Mis parpados hundidos y ojeras negras bajo ellos. No he dormido nada desde anoche, aunque en realidad no he dormido nada en días. Mi mente viaja a mil por hora, pensando en lo que debería hacer. La idea está muy clara en mi cabeza; tengo que marcharme, sin importar las consecuencias que ello provoque. Sé, o al menos eso espero, que Leonardo encontrará a alguien más para olvidarme. Le dolerá un poco cuando sepa que decidí escapar, incluso intentará buscarme, pero llegará el día en el que decida dejar todo atrás.

Yo no soy lo que él tanto buscaba. Tal vez soy su más grande error, ese que cometes antes de encontrar a la persona indicada. Me aferro con fuerza a la idea de que así es como tiene que ser. Leonardo, a lo mejor más tarde que temprano, llegará a conocer a esa persona destinada para él. Para ese momento yo estaré viéndolo desde el cielo, o desde el lugar que me espera al morir. Tengo que creer en eso, sino me voy a volver loco.

Prohibido amarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora