Fabián.
Es extraño como ahora, después de todo, parezco sobresalir un poco más.
Antes estaba acostumbrado a pasar siempre desapercibido a donde quiera que fuera. Me consideraba como una mera sombra que no era vista por nadie. Prácticamente, creía yo en ese momento, podía llevar un sombrero de copa, unos lentes con ojos saltones, una nariz postiza con bigote y caminar tranquilamente por los pasillos de mi vieja oficina y nadie siquiera lo notaría. Sí, ese era yo, el viejo Fabián, la clase de persona que podía hacer cualquier cosa que quisiera y aun así no sobresaldría nunca. Un personaje de aparición en mi propia historia.
Me acostumbré a ser siempre el chico escondido al final del salón. A quien sus compañeros solo hablaban cuando necesitaban de algunos apuntes o ayuda con una tarea. Me convertí en ese ser que, en esencia, a nadie parecía importarle. Y lo peor de todo es que me habitué tanto a ser de esa manera. Gracias a ello cometí un de los mayores errores de toda mi vida: el creerme ese papel de sufrido. Pensar que mi destino en la vida no era más que ser un simple espectador. No aproveché nada de lo que estaba ahí para mí, todo por miedo a no ser lo suficientemente bueno como para disfrutar de ello.
Me miro en el espejo retrovisor. El Fabián estúpido quedó en el pasado.
Conduzco por las calles de la zona rosa. Veo la hora en mi reloj de pulsera, son las nueve y media de la mañana. María me espera en su departamento. El vuelo del D.F a Florencia, Italia, sale en un par de horas más. Me alegro ante la perspectiva de la vida que se abre frente a mí. No es un proceso fácil, pero sé que si me esfuerzo lo suficiente, puedo llegar a disfrutar tanto de la vida. A ser como esas personas que suben fotos a Instagram con enormes sonrisas en sus rostros. Así es como quiero ser, alguien que pueda presumir los detalles tan maravillosos que la vida tiene para cada uno de nosotros.
No deja de sorprenderme como ahora, que estoy comenzando a ver la vida de diferente manera, soy alguien que parece llamar más la atención. Ya no soy esa sombra difusa oculta entre la multitud. Soy diferente, soy alguien mejor. Es como si el mero hecho de haberme creído el cambio, de haber hecho una necesaria y profunda trasformación, haya sido más que suficiente como para hacerme brillar ente los ojos de los demás. Me sonrío a mí mismo al sentir las miradas curiosas de las personas a mí alrededor. Algunos coqueteos de hombres y mujeres que pasan a mi lado guiñándome un ojo. Solo era necesario que pudiera confiar en mí y en mis capacidades.
Sé que es un tanto estúpido presumir esto, que no debería porque exagerar tanto la situación. Todo esto no da como para irlo pregonando a los cuatro vientos. Pero lo hago porque por primera vez en mucho tiempo, me siento como si realmente estuviera viviendo mi vida. Me siento como un recién nacido abriendo los ojos ante una realidad nueva, más brillosa y perfecta. El tiempo es muy corto, y como dicen por ahí "vida solo es una", no puedo desaprovecharla con pequeñeces. Es momento de comenzar a vivir, de disfrutar de los placeres y porque no aventurarme al máximo. Es tiempo de que despierte ese Fabián que soñé tantas veces en el pasado.
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Prohibido amarme.
Hombres LoboLeonardo Balzaretti está acostumbrado a salirse siempre con la suya. Desde que era pequeño siempre hizo lo que quiso. A sus 31 años de edad no ha encontrado a su pareja con la que sentar cabeza, aunque eso no le preocupa en lo más mínimo. Como Alfa...