Capítulo 3: Consejo.

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Fabián. 

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He estado pensando mucho en mi futuro últimamente.

Lo he estado haciendo desde el lunes pasado. ¿Qué es lo que debería hacer ahora con mi vida? Intento ver el lado bueno de todo lo que me pasa, pero esta vez no puedo hacerlo. Me considero de esas personas que creen que, aun en las peores situaciones que la vida te puede poner, se puede aprender muchas cosas. Mi madre nos enseñó, a mi hermana y a mí, a ver la vida de diferente manera. A comprender que no todo lo que parece malo, lo es en realidad. Muchas veces, decía ella, es de lo malo de donde sacamos lo mejor de nosotros mismos.

Intento recordar sus enseñanzas, intento ver el lado positivo de todo lo que me está ocurriendo, pero tristemente estoy llegando a un punto en el que no sé lo que debo hacer ahora. Vivo atrapado en una especie de ensoñación, todo cubierto por una fina capa de humo que no me deja continuar. Me siento perdido en la inmensidad de un desierto que se expande frente a mí.

Me reclino más en mi asiento.

Me distraigo por un momento observando a las personas caminar afuera de la cafetería. No puedo evitar sentir un poco de envidia por ellos, deseando estar en sus zapatos, vivir sus vidas, existir en un mundo completamente diferente al mío. ¿Cómo hubiera sido mi vida sí? Es la pregunta que más me hago en estos días. ¿Cómo hubiera sido mi vida si fuera un poco más extrovertido? ¿Cómo hubiera sido si fuera heterosexual? O simplemente ¿cómo hubiera sido si mis padres aún estuvieran con vida? ¿Sería muy distinta a como lo es ahora?

Suspiro.

El vidrio frente a mí se mancha por el vaho que sale de mi boca. Acerco mi dedo pulgar hasta la superficie de la ventana, deslizándolo y dibujando figuras sin patrón alguno. Escucho el murmuro de las personas a mi alrededor, las risas de una pareja de enamorados sentados dos mesas atrás de la mía. Giro mi rostro y paso mi atención sobre cada uno de ellos. Es curioso como el destino puede poner en tu camino a personas que jamás volverás a ver. Como aquella, pienso al verla, una anciana y su nieto comiendo una rebanada de pastel de chocolate. O la mesera que pasa por entre las mesas, cargando una bandeja con dos chocolates calientes. Es absurdo como pienso en tantas banalidades ahora que tengo tiempo.

—Si pagaran por suspiro, creo que ya serías millonario.

Me agito al escuchar una voz a mi derecha.

Alzo mi rostro y lo veo. Es un camarero, no ha de tener más de veinticinco o veintiséis años. De cabellos negros amarrados en una coleta, piel morena, ojos cafés y rostro angulado. Tiene varios tatuajes en su antebrazo izquierdo. Me mira con una enorme sonrisa en su rostro. Trae una pequeña libreta blanca en su mano derecha y sobre su oreja una pluma de tinta azul. Lo miro un par de minutos sin decir nada, preguntándome cómo es posible que, aun tras un largo día de trabajo, siga sonriendo de la manera en la que lo hace.

Prohibido amarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora