Fabián.
Sonrío como estúpido.
Decir que esta ha sido por mucho una de las mejores noches en toda mi vida, es quedarse de alguna manera un tanto corto. No puedo describir las emociones que revolotean en mi interior, el agradecimiento que tengo por haber hecho todo esto para mí. Leonardo, sin él saberlo, cumplió uno de mis más grandes sueños. Ahora puedo tachar de mi lista por hacer, el conocer una de las figuras más emblemáticas del arte en el mundo. No tengo idea de cómo o cuándo le voy a pagar por todo lo que hizo por mí. Me ha dado una noche inolvidable, una que se quedará conmigo hasta que mi existencia se acabe.
Nos estacionamos frente a un viejo edificio de departamentos.
Por un momento pensé que regresaríamos a la viña, pero creo que Leonardo siempre tuvo otros planes en la mente. Estoy un poco nervioso y al mismo tiempo excitado. Imagino lo que pasará entre nosotros esta noche. Tan solo espero poder estar preparado para él. Tengo miedo de fallar en algo, o que sea un momento incómodo. No sé lo que debería hacer. Es la primera vez que tengo una cita con una persona, mucho menos la primera vez en la que deseo que ocurra algo entre los dos. No puedo evitar desearlo.
No hay duda alguna ya en mi mente. He deseado que este momento pase, desde que nos conocimos la noche en la boda de Arno y Patricia. No puedo negar mi necesidad por él. Cada vez que lo veo, que nos besamos a escondidas, que me acaricia, me lleva directo a un torrente de desesperación y lujuria. Es un fuego que no puedo apagar con nada, que está ahí, consumiéndome poco a poco. Me prometí que no llegaría tan lejos, que regresaría a México y me olvidaría para siempre de él. Que todo era por nuestro bienestar. Pero hoy no tengo fuerzas para evitar lo que es inevitable. Quiero hacer esto, quiero entregarme a él.
Leonardo se convirtió en el poco tiempo que tengo en Italia, en parte imprescindible de mi vida. No podría imaginar mis días sin él, sin sentir sus caricias o probar sus labios. Eso es lo que más miedo me da de todo lo que ocurre. ¿Qué pasará cuando inevitablemente descubra la verdad? No quiero lastimarlo. Solo Dios sabe que es lo último que deseo hacerle. Pero ya no hay mucho que pueda hacer para rehusarme. Se adhirió tanto a mi vida, que es imposible desprenderlo de ella. Leonardo estará por siempre en mi corazón.
Bajo del vehículo. Tengo la mente hecha un manojo de nervios. Leonardo corre hasta mi lado, enredando su mano con la mía. Pequeñas chispas de electricidad cruzan entre nosotros. Lo veo y le sonrío tímidamente. Me detiene frente a la entrada, recargándome contra la pared de ladrillos y estampando un beso en mis labios abiertos. Lo tomo sin oponer resistencia, dejando que su aliento acaricie la piel de mi rostro. Si tengo el tiempo contado, al menos por esta noche dejaré que pasé lo que tenga que pasar. No pienso resistirme a lo que tanto he deseado. Espero que, en el futuro, él pueda entender mis razones, que no me odie por ser tan egocéntrico y solo pensar en mí.
Me besa al principio con tranquilidad, jugando con mis labios abiertos. Sus manos acarician mis mejillas. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación de estar pegado a su cuerpo, de sentir su calor. La noche es profunda, las estrellas brillan en lo alto del cielo. Una de sus manos viaja hasta mi cintura, la otra se entierra en mis cabellos. Escucho como jadea, como pide más. Es entonces cuando siento la desesperación, las ganas de reclamar lo que él considera como suyo. Me dejo llevar por su exigencia, permitiendo que me tome como lo quiera. Siempre he sabido que soy una persona de carácter sumiso, disfruto dejando que alguien más tome el control en mi vida.
No sé durante cuánto tiempo permanecemos ahí, ocultos de las miradas curiosas, bajo la luna menguante que parece querer cerrar sus ojos para darnos un poco de privacidad. El calor en mi cuerpo aumenta de pronto. Siempre es lo mismo, cada vez que nos besamos, me parece muy poco. Necesito más de él. Lo aparto unos centímetros, despegando nuestras bocas. Me mira confuso, preocupado. Apoyo mi frente contra la suya, jadeando entrecortadamente.
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Prohibido amarme.
WerewolfLeonardo Balzaretti está acostumbrado a salirse siempre con la suya. Desde que era pequeño siempre hizo lo que quiso. A sus 31 años de edad no ha encontrado a su pareja con la que sentar cabeza, aunque eso no le preocupa en lo más mínimo. Como Alfa...