Capítulo 15:

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Despierto por la textura escamosa de algún objeto en mi pierna. Comienza a ascender rápidamente hasta mi brazo, emitiendo un siseo. Abro mis ojos, encontrándome con cierto animal espeluznante: una cobra real mirándome fijamente.

Lanzo un grito ahogando y le doy un manotazo. La serpiente rápidamente cae de la cama y se escabulle por debajo de la puerta. Entonces, escucho una risa fuera de la ventana de la cabaña.

Suspiro hondo.

«¡Qué buena forma de empezar el día!» —pienso levantándome.

Me coloco las botas militares y cojo el suéter, sintiendo la suave tela. Me detengo en mi muñeca. Miro el tatuaje. Se encuentra un poco inflamado, pero las palabras y los dígitos se leen a la perfección. Lo observo una y otra vez, intentando averiguar el significado de las palabras «Experimento» y «Fraude» y por qué se encontraban en mi piel.

No creo que sea un simple recordatorio de lo que soy.

Me coloco mi suéter y empujo la puerta de madera vagamente pintada de blanco (parecía pintado por un niño de tres años). Salgo. Todas las miradas se dirigen a mí. No presto atención y me dispongo a ir en busca de Adam.

No es hasta la hora del desayuno —mientras estaba como marginada con una bandeja de plata casi oxidada en mis piernas contemplando la bazofia de comida que era arroz con queso (o eso creo que era)— cuando comprendo que es como si estuviese en el Arco de Kaim.

Puedo divisar varias cosas: en la parte oeste se encuentran las cabañas; en la parte norte, una especie de edificio casi derrumbándose; en la parte sur, la cueva en la cual salí la noche anterior; y en la parte Este, se encontraba un árbol de Pino con varias sillas alrededor de una mesa rectangular de madera.

El grito de Adam me saca de mis reflexiones.

—¡Gabriel, ve a trabajar! —escucho su voz a lo lejos. Le observo por unos segundos y luego comienzo a comer.

«Es el Líder»

Las miradas continúan. Suspiro fuertemente, gruñendo con la boca llena. Me incómoda que me miren de esa manera, como si fuese un animal exótico dentro de un círculo de sal; o como si fuese un cordero en territorio de unos leones hambrientos.

Una rama cae sobre mi cabeza, alborotando aún más mi cabello. Levanto la mirada, arqueando el cuello levemente hacia atrás, entornando los ojos. Veo una pequeña sombra entre la copa del gran abedul que me causa cierto vértigo por su altura. Unos ojos color verde me observan desde arriba, fijamente.

Parecieran que se encontraran suspendidos en el aire, ya que no puedo ver un rostro que haga juego con ellos.

—¿Pero qué...? —me interrumpo a mí misma sin dejar de mirar esos ojos. Me levanto, soltando la bandeja e intentando ver mejor.

No puedo definir si es una niña o un niño, ya que la luz que se filtra por las hojas es muy resplandeciente. Entorno los ojos en vano, ya que sigo sin ver absolutamente nada.

—Hola —digo, tratando de ser cortes—. Mi nombre es Yvonne Ewnnovy, ¿y tú?

Se queda en silencio y con la mano, comienza a apartar las ramas. Entonces la observo bien. Es una niña de nueve o diez años aproximadamente, de piel blanquecina y cabello rubio cayendo por sus hombros hasta cubrir parte de su rostro. Sonríe y comienza a retroceder, columpiándose por las ramas como un simio.

—¡Espera! —grito, corriendo a su lado por tierra sin dejar de mirarla mientras ella se seguía columpiando.

No sabía cómo se desplazaba tan rápido; no habían pasado ni dos segundos desde que la vi cuando ya se había columpiado por cinco ramas de diez árboles. Yo a cada paso que daba me tropezaba con cada piedra que se cruzaba en mi camino, algunas ramas golpeaban mi rostro y varias espinas pinchaban mi piel por encima de la tela, desgarrando la ropa. Mi vientre me daba punzadas de dolor, rogándome que dejara de correr.

El Clan De León [#NewLifeAwards]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora