Capítulo 13:

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Miro el plato que se encuentra frente a mí. Sólo contiene una hogaza de pan y uno de los bocadillos de banana que tanto le gustan a...

«Shauna»

Mi garganta se comprime ligeramente al recordarle. ¿Cómo habían cambiado las cosas en tan sólo menos de una semana? Quiero decir: en mi primer día en el Arco de Kaim le había considerado a Shauna como una amiga, alguien importante para mí, una nueva familia; pero luego se había convertido en una extraña, alguien tan ridículamente patética para mí que me causaba vergüenza estar a su lado. Shauna se había convertido en quién más odio.

Se había convertido en mí.

Daniels se encuentra a mi lado, diciendo incoherencias sin parar. No le presto atención, ya que estoy inmersa en mis propias reflexiones. Sólo asiento con la cabeza en un gesto afirmativo a lo que logro entender.

No es que aborrezco sus conversaciones, sino que es por el simple hecho de que no quiero armar más alianzas en El Arco de Kaim. Todas ellas —aunque sólo fuesen dos— habían terminado cogiendo rumbos diferentes y llegando a la misma conclusión: el odio visceral que me tienen las dos únicas personas que yo habría podido considerar como "mis amistades". Pero —y lo sé— fueron mis acciones quienes les hicieron quebrarse. Yo misma me he ganado —y debo admitir que es muy merecidamente— su odio.

Entonces, como si estuviese sentado a mi lado, puedo escuchar claramente la voz de mi padre dentro de mi cabeza. Una de sus grandes y magníficas frases literarias: Sólo confía en el tiempo.

«Pero eso... ¿Qué significa?»

La voz femenina suena entre los parlantes, anunciando que es el momento del Entrenamiento Matutino. Suspiro y golpeo la mesa con el bocadillo dulce de banana, haciendo que las palabras de Daniels cesaran de inmediato. Lo miro a los ojos esmeralda, los cuales tienen toda su atención en mí.

—Dale esto a Shauna —sonrío, recordando el día en que nos conocimos—. Dile que Yvonne Ewnnovy le manda saludos.

—¡Seguro! —exclama, cogiendo el pequeño postre—. ¿Algo más?

—Sí —suspiro y juego con mis manos—. Pregúntale si quiere a un maniquí devuelta.

Y dicho esto (ni siquiera espero a que él responda o que formule alguna pregunta) me levanto y salgo de la cafetería. No voy directamente a la Sala de Entrenamiento; sino que comienzo a caminar por el pasillo, el cual tiene una menor iluminación que los anteriores. Me hace recordar al área de la enfermería.

Al escuchar con atención, el sonido de unas pequeñas olas azotando en la orilla irrumpe en mis reflexiones. Esto me relaja, pero necesito respirar aire puro y no el oxígeno artificial y pesado que se encuentra en El Arco de Kaim.

Sigo caminando, ahora guiándome por un pasillo con luces verdes que me conduce a la Recepción donde los empleados (los mismos de siempre con sus uniformes blancos y carpetas de colores cálidos y fríos) se encuentran trabajando arduamente. Algunos me dirigen una mirada de aburrimiento mientras que otros sólo se procuran a aparentar que yo ni siquiera existo.

Esto no me preocupa en realidad. Es como mi vida en Mapem.

Salgo y puedo sentir el aire frío y puro en mi piel al atravesar el suéter negro. Es extraño lo que tengo frente a mí: lluvia y sol al mismo tiempo.

Lluvia.

Dios mío, lluvia.

Una rareza en éstos días.

Suspiro fuertemente y me dirijo hacia uno de los muros. Apoyo mi espalda es éste y comienzo el descenso hasta que me siento en la grama. Hacía sólo un día, yo había subido a un muro como éste y había saltado en un acto suicida. Hoy sólo me quedan esos malos recuerdos.

El Clan De León [#NewLifeAwards]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora