Capítulo 12:

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—Catástrofe —dice una voz muy familiar para mí. Una voz digna de una diosa, pero con un oscuro secreto—. Catástrofe y ruina ha traído consigo Yvonne Ewnnovy.

—Tiene razón —dice una voz masculina y profunda. Una voz que no había escuchado nunca antes—. Aunque ella no tiene nada que ver en esto y con la catástrofe que agobia al mundo fuera de las quince regiones.

—Debéis de aceptar que las pruebas han fracasado —se incorpora un tercero—. La chica debe irse a casa antes de que detone el final.

Sé quién habla. Lo supe desde el primer momento en que dijo la primera palabra. Sé que es ella y que es real lo que escucho.

Es Kamil.

—Es verdad —afirma la voz masculina—. Las pruebas, sin excepción, han fallado en su totalidad y sólo se han empleado cinco de veinticuatro.

—Señor Reid, Kamil —dice Lápis Graidi pasados unos cinco minutos en silencio—, ninguna de las pruebas han fallado —susurra y puedo deducir que está sonriendo ya que su voz ha cambiado drástica y repentinamente—. ¡Todo está saliendo como se ha planeado! —exclama—. Debemos asignarle a Mika para que ella le amolde a la perfección. Sé que ésta niñata durará el tiempo necesario para cumplir con la prueba seis; y luego la siete; y así hasta la veinticuatro.

—Espero que no esté equivocada —dice la voz masculina, ahora perteneciente a alguien denominado como Reid. Volveré dentro de una semana para ver el progreso de la joven catalogada con el nombre de «Yvonne Ewnnovy»; ahora la nombrada Experimento-22403.

—Ha empezado el experimento A.R.C.O. No será por mucho tiempo, pero durará lo suficiente para observar la resistencia del sujeto de prueba —la voz dulce de Lápis Graidi se detiene drásticamente y el sonido de los tacones se hacen débiles, apagándose gradualmente.

Luego le siguen diversos pasos y el golpe seco de una puerta de metal contra el cemento.

Mis ojos pesan y no puedo abrirlos aunque quiera hacerlo. Mi corazón late fuertemente al recordar todas las palabras.

Prueba. Final. Experimento. Sujeto. Catástrofe. Ruina... Qué bonito.

Poco a poco mis ojos se van abriendo y la luz de la lámpara que se encuentra colgada en el techo me dificulta la visión. Giro la cabeza hacia la derecha hasta divisar varias sombras borrosas. A continuación, la imagen se vuelve nítida y puedo ver todo lo que está a mi alrededor.

Estoy en una habitación sin ventanas y sólo con una puerta gigante de metal. El tapiz azul casi negro está rasgado, dejando en exposición la madera podrida y moho. El piso tiene algunas tablas desprendida y algunas puntas de los clavos oxidados están expuestos. El techo está igual, con goteras y hoyos que comienzan a ser carcomidos por el moho y los hongos. Percibo rápidamente un olor pútrido que me revuelve el estómago.

Puedo sentir el frío del metal rozar mi brazo derecho, causándome un leve escalofrío en la columna vertebral. Aún así, me levanto de la camilla.

Mis piernas doloridas sólo me permiten dar dos pasos antes de desfallecer y hacerme caer al frío piso. Gateo hacia una esquina de la habitación y apoyo mi espalda en la pared.

Me vuelvo un ovillo, cubriendo mi rostro con mis manos y —por razones que no soy capaz de explicar— empiezo a llorar.

«¿Por qué tuve que rechazar la propuesta en primer lugar? —pienso—. Yo no quería abandonar a mi familia»

No podía parar de llorar, así que pienso en todas las cosas malas que me han pasado en los últimos dieciséis años. Pensar en ellas con tanta intensidad me hace que llore con mucha fuerza hasta el momento en que tengo que dar boqueadas para poder respirar. Pensé en el día en que mi padre se marchó a Kaim. Pensé en el día en que no volví a ver a Layla. Pensé en el día en que mi madre me llamo culpable por la desaparición de mi hermana y en todas las desgracias en nuestra familia que fueron causadas por mi culpa.

El Clan De León [#NewLifeAwards]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora