Capítulo 10.

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Desperté, temblando. Otra vez había soñado con Celia, pero había sido mucho más horrible que el sueño anterior. Mi estómago se revolvió de repente, saqué la cabeza de la cama y vomité. Me sentía sumamente mal.

Me puse de pie, lentamente, por miedo a vomitar de nuevo. Fui al baño y me limpié. Mi cara tenía un aspecto mucho más cansado de lo normal. Había dormido las ocho horas, o tal vez más, pero no era un sueño típico. Todo se sentía tan nítido, tan real, que podía sentir los labios de Julia, su cintura, justo como la otra noche. 

Todo estaba de maravilla, hasta que la mujer de ojos grandes decidió meterse en el sueño. Y me había llamado David, que lo hacía aún más extraño.

No, estas pesadillas ya no podían continuar. Tenía que solucionar el caso de la mujer o sino este iba a acabar conmigo. En mi subconsciente la verdad se mezclaba con la fantasía, y tenía que separarlos. Pero para eso, tenía que saber sobre mi.

Tenía que ir al psicólogo. Iba a ir con Julia, para saber de dónde provenía. Necesitaba saber sobre mi vida, concentrarme primero en mi y luego podría resolver el caso. Solo arreglando mi memoria podría tener una historia con Julia.

La verdad, mi amnesia no me molestaba, pero la necesidad por saber qué es lo que había sucedido conmigo era lo que mantenía mi curiosidad latente. Por desgracia, nunca funcionaban, porque por más que me esforzara, lo único que conseguía era un dolor punzante en la cicatriz.

Pero ahora que tenía esos sueños tan extraños, ya estaba comenzando a desesperarme, así que volvería a intentarlo. 

Llamé a Julia, diciendo que en una hora pasaría por ella, pero antes de colgar, dijo algo que cambiaba algo nuestros planes.

-Diego, ¿Qué te parece si en vez de ir a un psicólogo, vamos con un hipnotista?- 

-¿Un hipnotista?- pregunté, extrañado.

-Si. He oido casos en los que las personas con amnesia recuerdan su pasado gracias a la hipnosis, y justamente una amiga me dijo que su vecina puede hipnotizar personas, quizás eso te ayudaría a recordar en vez de las terapias inservibles.- dijo Julia, en un tono bastante convincente.

No me esperaba que una persona tan racional como Julia creyera esas tonterías, pero su argumento era algo que no había intentado. ¿Y si de verdad funcionaba?

-Bueno, tienes razón. vamos a ir con la vecina de tu amiga, la hipnotista.- dije.

-Nos vemos en una hora entonces.- dijo Julia, alegremente. Seguramente porque me había convencido.

Agarré una mopa y limpié el piso sucio. Me bañé lentamente, con la esperanza de que el agua borrara todos los sueños extraños que había tenido.

Me vestí con una camisa azul, pantalones y zapatos negros. Estaba a punto de agarrar las llaves, cuando lo vi de nuevo. El diario permanecía justamente donde lo había dejado. Desde que lo tuve en mis manos sólo me había causado problemas. El caso de esta chica me había absorbido casi totalmente, y tenía que librarme.

Subí a mi auto y conduje a través de la ciudad. Iría a buscar a la chica con la que posiblemente tendría una relación, y eso me agradaba. Llegué a la casa de Julia, y me detuve frente al pequeño jardín.

Abrí la cerca, y subí las escaleras de entrada. Toqué la puerta, y a los diez segundos abrió Julia. Tenía un vestido amarillo que le realzaba el tono moreno de su piel y sus ojos verdes. Tenía el pelo amarrado en una cola de caballo, que caía sobre su hombro.

-Vaya, te ves hermosa.- le dije, sonriendo.

-Gracias "Diego". Tú tampoco te ves nada mal.- dijo Julia, también sonriendo- Espera, dejame ir por un suéter. Puede hacer frío en cualquier momento. Pasa.-

Celia, la chica de ojos grandes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora