-Diego...- dijo Julia, apartandose de mis labios luego de ese apasionado beso- Recuerda que estamos en un hospital, no deberíamos hacer esto.-
-Supongo que tienes razón, debemos irnos.- respondí, sonriendole mientras le tomaba de la mano.
Ambos salimos del hospital como dos tórtolos, siempre juntos y riendonos de cualquier cosa insignificante.
-Espera...- dije, recordando la razón por la que habíamos ido en primer lugar a ese sitio- Debo ir a la casa de alguien, una señora con la que hablé el primer día del caso de Celia. Te dejaré en la estación y luego voy para allá.-
-¿Acaso no entiendes que no te voy a dejar solo?- dijo Julia, deteniendose en seco frente a la puerta del auto, mirandome de manera desafiante.
Suspiré. La terquedad de Julia era algo de admirar, tan insistente como siempre. Al final tuve que aceptar que... mi novia iría conmigo a visitar a doña Clara, una señora que podía ser clave en resolver la oscuridad en la que se sumía mi memoria, una oscuridad que cada día se iba desempañando.
Mi vida y la de la familia Pomme estaban vinculadas de alguna manera, la cual no podía descifrar por ningún hueco. Por un momento pensé que mi familia eran amigos de los Pomme, pero no podía ser posible, pues la casa que recordé cuando tuve el ataque en la estación era bastante pequeña, así que posiblemente se encontraba en un lugar lejano al de la zona adinerada.
No se veía como un hogar pobre, pero no era tan opulento y ostentoso como el que alguna vez fue la casa de Celia, ahora similar a una casa fantasma.
Estaba seguro que vivía en esta ciudad cuando era niño, no tenía idea del por qué exactamente, pero en mis recuerdos sentía el mismo calor asfixiante de los días en el pueblo. Además, el señor que al parecer era mi padre le dijo a mi madre que la había engañado con Clara Rodríguez en varias oportunidades. Podría haber sido cualquier mujer con ese nombre, pero nada perdía con intentar. Sería un golpe de suerte dar con la mujer correcta
Un recuerdo aterrador vino a mi memoria...
La muerte del papá de Celia estaba en mi cabeza permanentemente, como si lo hubiese visto. El hombre colgando en su estudio había sido uno de los flashbacks más fuertes que había tenido desde que habían empezado, justo días después que apareciera la muchacha rubia en mi vida, para atormentarme con su misterio que sabía que estaba a punto de aclararse.
Estábamos en el auto, completamente en silencio, disfrutando de los rayos del sol de la tarde que no eran nada comparados a los de las primeras horas del día; cuando quise preguntarle algo a Julia.
-¿Antonieta se fue de nuevo a la estación?-
Ella me miró extrañada, y asintió lentamente, como si no entendiera bien lo que le estaba diciendo.
-¿Por qué?- preguntó, luego de un rato de mirar hacia el frente.
-Curiosidad. Sólo es eso.-
Luego volvimos a quedarnos callados, llenando el aire cálido del auto de algo de incomodidad. ¿Cómo era posible que hace unos minutos estábamos besándonos profundamente y ahora no teníamos nada que decirnos?
-Julia...- dije su nombre mientras soltaba aire, sonando como un susurro.
-Diego, sobre lo que pasó... Necesitamos hablar.- dijo, hundiendo sus labios hacia dentro de su boca.
-Julia, ¿Te gustaría ser mi novia?- por fin lo había dicho. Tuve que interrumpirla, pero admití lo que sentía por ella desde el primer beso en el frente de su casa. Lo que le había dicho en la estación de policías luego del ataque había sido en serio.
La mujer abrió su boca ligeramente por la sorpresa, hasta luego sonreír abiertamente.
-Por supuesto que sí. Pensé que el 'te amo' y los besos que nos hemos dado habían sido superficiales, y la verdad no quiero que pienses que soy una chica fácil. A pesar de haber accedido a besarnos sin ser nada oficialmente, me sentí culpable al respecto.- admitió.
-Tienes toda la razón, ya no debes preocuparte más, porque ya somos oficialmente novios.- dije, sonriendo. Absorbí completamente lo que me había dicho y tuve que apagar mi sonrisa, lo que tenía que decirle era en serio.- El 'te amo' no fue nada superficial. Es lo que siento por ti desde hace varios días, y creí que lo sobre entendías. No eres una chica fácil, la verdad me gustabas dese que te vi en la estación, toda ocupada revisando archivos.-
A través de su piel morena, pude notar como la sangre llenaba las mejillas de Julia, mientras miraba hacia la ventanilla del auto. Habíamos llegado a la zona más lujosa de la ciudad, el lugar que había marcado mi vida de tantas formas.
Pasamos frente a la enorme casa blanca, que desde afuera podía observarse aún la ventana rota de la que se había lanzado una de las mujeres más hermosas que en mi vida había visto. La casa se veía incluso más sucia de lo normal, ya con la pintura desconchandose de las paredes. Un aire de nostalgia surgió repentinamente, sin ninguna razón. Era como si me doliera ver ese lugar que alguna vez fue hermoso convertirse en un lugar de muerte, de sombras y dolor.
Me estacioné en un lugar cercano a esa casa, y Julia y yo bajamos del auto. Ahora tenía un pequeño detalle: ¿En cuál de estas casas vivía la señora Rodríguez? No había nadie a quiñen preguntarle, las calles estaban vacías.
-No se por dónde comenzar.- dije, con algo de desilusión. Había manejado de un extremo al otro de la ciudad para luego estar en cero. No tenía idea de cual de estas casas era la de la señora que estaba buscando con tanta ansiedad. Sólo ella podría resolver lo que tanto quería, tenía que ser ella.
Julia me miró aprehensivamente, y luego me tomó del brazo con un toque delicado, aunque algo firme.
-No desistas. Es más, si es necesario preguntamos en todas las casas hasta dar con la señora que buscas.-
En Julia podía encontrar la fuerza que me faltaba, ella era realmente una mujer fuerte y decidida.
-¿Y si comenzamos? Mira, vamos a la casa de al lado de esta blanca...- dijo Julia, halándome del brazo hasta la casa al lado de la mansión Pomme. Una casa también grande, aunque no tan imponente, pintada de azul claro y con un jardín extenso, repleto de flores de diversos tipos y un árbol enorme que daba hacia una de las numerosas ventanas del que una vez había sido un salón de fiestas y se había convertido en un almacén de cartas y recuerdos de la habitación de Celia.
Abrimos la reja de metal forjado que daba hacia el jardín, y luego subimos las escalinatas hasta toparnos con dos puertas blancas con manillas doradas y un timbre de igual color. Julia fue la valiente y fue la que presionó el botón, haciendo que un sonido titilante, como el de varias campanillas llenara el jardín.
Mi corazón se aceleró vigorosamente, al pensar que estaba a una puerta de distancia de alguien que era crucial en el misterio de mi memoria. Aunque, de no ser la Clara Rodríguez que estaba buscando, al menos serviría para rellenar asuntos relacionados con el caso de la chica de ojos grandes.
La puerta se abrió, y una mujer de unos sesenta años de cabellos castaños con algunas canas apareció en el umbral. Era la misma señora del primer día en que mi vida dio un giro de 180 grados.
-Buenos días...- dijo la señora, con una voz fuerte. Me escrutó de abajo hacia arriba, y al llegar a mi cara, se detuvo.- Detective. Porque usted es detective, ¿verdad?-
-Buenos días, señora Rodríguez. En efecto, soy el detective Diego Grezch y ella es Julia Firenze, del departamento de policía, quisiéramos hacerle una preguntas.- le dije mirandola fijamente.
-Claro, como quieran. Pasen.- dijo la mujer, abriendo totalmente la puerta y dejándonos pasar. Ahora era el turno de que Clara nos revelara su historia.
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Celia, la chica de ojos grandes.
Mystery / ThrillerEl detective Diego Grezch investiga el caso de una chica que se suicida, Celia. Lo que no sabe es que a medida que va avanzando en el caso descubre que esa hermosa mujer tenía una vida tormentosa.