○ Capítulo 4 ○

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Respire una y otra vez. Había tenido una especie de ataque. Ya me estaba calmando.

Estuve horas sin ver a nadie, sin comer, sin hablar, ni siquiera dormir. Parecía que cada vez que cerraba mis ojos, me fundía en un miedo eterno.

Sin embargo, sentí la presencia de Chris detrás.

— ¿Estás bien? —Preguntó sentándose a mi lado en la hierba del prado.

— ¿Lo parece?

—No mucho, la verdad —Intentó mirarme a los ojos, pero yo no me movía —Trato de averiguar si estás presente.

Suspiré con fuerza y pestañeé.

—Estoy bien, he tenido un mal día —Traté de tapar mis brazos, que habían recibido el impacto de mis uñas y estaban llenos de sangre seca —tú pareces preocupado.

—Creo que todos lo estamos.

Noté que miraba mis manos, pero no dijo nada acerca de ello. Guardo silencio.

— ¿Todos?

—Sí —suspiró —Tú estás, preocupada por Emma, ¿No?

Lo miré con rapidez. ¿Qué había dicho? ¿Cómo sabe eso?

— ¿Emma?

— ¿Qué? ¿Me escuchaste?

—Dijiste Emma —Su nombre resonó en mi mente y provocó un dolor terrible. Los tambores golpeaban mi cabeza con fuerza. Sentía que iba a explorar. No podía dejar de pensar en ella.

Se sentía como haberla abandonado.

—No, no dije eso — ¿Cómo qué no? Yo lo escuché. Chris se puso de pie con cautela — Lily, ¿Estás bien?

Me ayudó a levantarme, pero la debilidad pudo conmigo. Terminé por desplomarme.

Otra vez.

Dentro de mi mente apareció una imagen, que poco a poco se fue aclarando. Un joven con una espada, estaba de espaldas a mí, lo que me hacía imposible ver su rostro. No sentía nada, ni siquiera una singular familiaridad con él. Pero si había algo en común.

Estaba peleando.

Con sombras.

Busqué miles de indicios para saber quién era, pero no encontré nada.

Sin embargo, en cuestión de segundos se dio vuelta y se acercó con rapidez.

— ¿Dónde está Arlette?

Justo en ese momento, la visión se acabó. Desperté con la intención de contarle todo a María Francisca, pero pronto recordé lo que había pasado. Lo que habíamos roto. Tendría que hablar directamente con Anette.

Ella podía saber sobre mis visiones, al fin y al cabo, ella había logrado salir del prado.

Al despertar, no había nadie. Chris había desaparecido. Supuse que había ido en busca de ayuda. Me levanté y antes de partir hacia el restaurante, busque un pequeño suéter que me tapara los brazos. Ya estando lista, me dirigí, sin que nadie lo notara, hacia donde trabajaban Margaret y Anette.

Y aunque, la esperé allí, no salió.

Fui a buscarla a su casa, donde la observe un largo rato, mientras ella regaba sus plantas.

—Anette —Dije. Ella se levantó tan tranquila que me dieron escalofríos. Dejó el agua sobre una mesita y se acercó suspirando.

—También lo vi —Sus ojos tenían un leve matiz triste —Vienes por la visión, ¿No?

Un Ángel Volador © (LIBRO 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora