|4|: Crueldad.

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Seguía parada esperando un alma caritativa que me ayudará en este embrollo. Me sentía sola, como si me hubieran metido en una caja negra que cada vez se iba haciendo más pequeña, reduciendo el oxígeno de la sala, oí unos fuertes gritos cuando vi a una chica con un pelo negro azabache agachada recogiendo unos libros mientras un grupo de gente se reía a su alrededor.

          —Se te van a salir las lorzas pequeña foca.

          —Ni en verano haces régimen.

          —¿Cómo haces para que no se te raje el pantalón cuando te agachas?

Las risas estallaron. Me quedé paralizada, pensando en ella, como podía seguir allí recogiendo los libros, sin derramar ni una sola lágrima. La gente era cruel, y cada vez lo tenía más claro, este colegio empezaba apestar, mis ojos se aguaron pero mi rabia interior ralió a la luz, coloqué la mochila en mi hombro mientras corría hacia esta chica. Me agaché rápidamente ayudando a recoger todos los folios que habían salido despedidos hacia todas las direcciones. Ella sorprendida me dirigió una inquietante mirada de hielo, unos ojos azules zafiro penetrantes, sabía que eso significaba "gracias". Los insultos y las carcajadas cesaron, pero seguían hay, mirando como por fín alguien tenía dos dedos de frente o más bien fijandose en mí, ¿quién era la estúpida esa? rechazemosla.

Quería sacarla conversación, yo sabía lo que se sentía ser la rechazada, la que siempre espera ayuda que nunca llega, pero todos tenemos un ángel esperando encontarnos.

          —No les escuches, la laca mató las últimas neuronas que les quedaban

Arqueó sus labios sin dejar de mantener esa línea fina que los bañaban.

          —Quiero darte las gracias nadie.. –carraspeó la garganta– habia echo esto por mí.

Una voz dulce, un susurro pero que pedía a gritos ayuda.

          —¿Te cuento un secreto? en mi antiguo instituto siempre era amí a la que ayudaban a recoger los libros hasta que aparecieron Iris y Marcie.

Su cuerpo se relajó, como si yo hubiera soltado una cuerda que no la dejaba respirar.

          —Gracias de nuevo, soy  Emily.

          —Encantada Emily yo soy __ –sonreí tendiendo mi mano.

          —Eres nueva ¿verdad?

          —¿Tanto se nota? –reímos.

          —Has desperdiciado tu paso a tus amigos los populares por una gorda, así que sí, eres nueva.

          —¿Tan rápido había echo amigos? creía que ellos solo buscaban personas que los lamieran el culo.

Al fin apareció su sonrisa, con unos dientes perfectamente alineados. Solo necesita eso, una amiga, que la escuche y la entienda y que mejor que yo, estaba perdida.

          —Emily ¿te puedo pedir un favor?

          —Cualquier cosa.

          —¿Me puedes llevar a la recepción del colegio?

          —Claro que si, pero me siento rara.

          —¿Por?

          —Nos mira todo el mundo.

          —Envidia. Levanta la cabeza Emily, no dejes que te intimiden.

Me sentía libre, nunca me había "revelado" contra nada, siempre oculta bajo los libros intentando no llamar la atención, veía a Emily y me veía reflejada en ella cuatro años atrás, cuando todo me asustaba, todo eran piedras por el camino y un ladrillo más que se forjaba en el muro que tenía que saltar pero no podía. La gente me miraba de manera despectiva y pensarían "Has arruinado tu vida" pero no me importaba, ella era mejor que todos ellos.

Teenage dirtbag | h.s |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora