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Cayó la noche. Isaac había encadenado a conciencia a Jackson, que se encontraba sentado en el suelo, cabizbajo. Cada vez sentía más el influjo lunar, y no quería abrir la boca porque estaba excesivamente sensible, y saltaba con cualquier cosa. Por eso mismo prefería no abrir la boca, ya que aunque era un hombre lobo, tenía una lengua viperina. Susi les había dejado algo de comer junto a sendos chicos, encerrándolos en el cuarto bajo llave. Isaac paseó un poco por la habitación antes de sentarse frente al alfa y ponerse en la muñeca las esposas, enganchando el otro lado al radiador.


Las llaves de ambos amarres las tenía la beta, por lo que estarían toda la noche encadenados. Un irritante dolor de cabeza se le había instalado, y apretó los ojos intentando que se aliviara. Miró a Jackson, que seguía cabizbajo con la mirada clavada en el vacío. Se preocupó al verlo tan ausente, ya que no estaba acostumbrado a ese lado del alfa. Apoyó la cabeza en la pared, dejando la mano caer para no tironear de las esposas y hacerse daño

Miró el reloj de la mesilla de noche y vio que la noche estaba peligrosamente cerca. El silencio era agobiante, y lo que le ponía más nervioso era la respiración pesada de Jackson, que se hacía cada vez más grave. Tragó saliva, porque él mismo sintió el efecto de la luna llena. Cada vez que oía un gruñido del alfa, su omega escondía la cabeza bajo su brazo en un intento por pasar desapercibido y que no se diera cuenta de su presencia, pensando que iba a ser cazado.


Todas las noches de luna llena que pasaba en la calle eran así: hacerse lo más pequeño posible y rezar porque no lo encontraran, camuflándose e intentando que los alfas no lo vieran. Porque en los últimos años se había puesto de moda el hecho de que la especie alfa saliera a cazar a los omegas de la calle para matarlos y eliminar la superpoblación de la especie inferior. Era una matanza, y muchos alfas se unían a la cacería, cada vez más multitudinaria.

Un gruñido más potente que el resto que había emitido Jackson lo sobresaltó, haciéndolo pegarse a la pared con miedo. Movió unos cuantas veces los pies, como queriendo tomar impulso para alejarse de él, y gimoteó un poco de puro pánico.


-Cállate -ladró el rubio. Tenía los puños apretados, al igual que sus dientes. La mandíbula la tenía excesivamente rígida, tanto que podría hasta rompérsela. Isaac respiró hondo ante la orden del alfa y asintió varias veces, tapándose la boca con ambas manos.


Su lado omega salía más fuerte que nunca en noches como aquellas, y el miedo que sentía por haber desobedecido al alfa le hacía soltar ruidos de arrepentimiento, sin pretenderlo. No quería hacerlos, pero su cuerpo iba por libre. Jackson volvió a rugir, y levantó la mirada, clavándola en Isaac.

Los ojos rojos del alfa ardían en la cuenca de los ojos del rubio, que respiraba entrecortadamente. El omega lloriqueaba de angustia al notar la mirada de Jackson, intentando desviar la vista y no verlos más. Eran febriles, excesivamente poderosos, y no podía resistir a la sumisión. Le mostró su cuello a modo de rendición, y cuando el rubio fue a levantarse para demostrar su poder -matándolo, o simplemente marcándolo, lo decidiría tras haberlo mordido en el cuello-, las cadenas pararon su movimiento.


El grito agónico de Jackson que se escapó de sus labios hizo temblar las paredes de la habitación. Isaac tironeó del agarre de las esposas, intentando por instinto salir huyendo de allí, alejarse del alfa que quería hacerle daño.

Las cadenas rechinaban al chocar unas con otras por el movimiento potente de Jackson, que intentaba liberarse. Sus músculos en tensión se veían perlados por el sudor del esfuerzo que estaba haciendo. Se estaba rasgando la camiseta del roce del metal contra él, y pronto le estaba saliendo sangre de todas las heridas que se estaba autoinflingiendo.

Saviour [m-preg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora