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Pasaron dos semanas que se caracterizaron por la tranquilidad que se respiraba en esa casa. Los omegas, aunque nadie se lo había pedido, ayudaban a Susi en las tareas del hogar. Como no podían salir, por eso de que, como omegas, no podían salir a la calle solos -y menos Allison, a la que aún buscaban- pues intentaban aportar su granito de arena en la casa.

Isaac era el que estaba más desenvuelto ya que toda su vida había sido independiente, pero Stiles y Allison eran bastante patosos, pero poco a poco tenían un poco más de soltura.

Estaban en la cocina intentando aprender cómo hacer una tortilla. Susi se había ido a recoger a sus hijos y era Isaac el que hacía que Allison pudiera cascar los huevos sin derramarlos por media cocina. La chica ya mostraba un poco más de personalidad, aunque al de rizos le extrañaba que aún no hablara, ya que Stiles en menos de una semana había recordado cómo hablar.

Le estaba explicando por enésima vez cómo echar los huevos al cuenco antes de agitarlos con el tenedor, cuando un ruido de un plato roto los sobresaltó detrás de ellos. Se giraron a la vez, asustados, y vieron a Stiles estático en medio de la estancia, con la mirada perdida.

Isaac se acercó preocupado, posando su mano en el hombro. Aquello hizo que Stiles se sobresaltara y diera un salto hacia atrás, y entonces el castaño reaccionó. Las lágrimas inundaron su rostro y empezó a respirar con dificultad con los ojos como platos. Se agarró el pecho con una mano, y con la otra se aferró a la encimera, tirando todo lo que tenía encima.

—¡Stiles! —musitó el otro chico omega, intentando levantarlo y llevarlo al sofá—. ¿Qué demonios te pasa?

Un grito salió de la boca de Stiles, dejándolos a ambos estáticos. Se dejó caer al suelo y se aferró a su pelo, comenzando a llorar con desesperación. Luego se agarró a su ropa, poniendo muecas de dolor, como si sintiera miles de quemaduras a la vez en su torso. Entonces Isaac encajó piezas y miró a Allison.

—Está recordando —murmuró el de rizos tragando saliva pesadamente. La chica lo miró asustada, y se acercó al castaño—. Eso ya es pasado, Stiles. Ya no te hacen nada de eso. —El omega lloró con desesperación, mirando a todos lados, viendo lo vívidos que llegaban los recuerdos de golpe, desestabilizándolo, hiriéndolo muy adentro.

El llanto de Stiles se les estaba grabando en sus recuerdos, era una tristeza tan honda que era imposible hacer caso omiso. Entre los dos tiraron de los brazos de Stiles y lo llevaron al sofá, aunque el chico se revolvía y se intentaba soltar de su agarre.

Se hizo un ovillo en el sofá con las manos crispadas y agarrándose la cara, clavándose las uñas en las mejillas, en un intento de que el torrente de imágenes que le llenaban la mente parara.

Tantos años de ignorancia estaban pasando ante sus ojos, el asesinato de su madre, aquella maldita jaula, los castigos físicos, las cadenas, las cuerdas, el engrudo, los alfas observándolo y despreciándolo por ser mayor que los demás omegas, más castigos físicos por no ser apto para ellos... las amenazas, los llantos, hasta que llegó el olvido.

Con un grito que se le atoró en la garganta se lanzó escaleras abajo, encerrándose en el sótano y apoyándose en la puerta, gimiendo de pura frustración y rabia.

—¿Ha... recordado? —preguntó la chica omega mirando a Isaac con ojos vidriosos. El otro la miró como si le hubiera salido otra cabeza, y boqueó como un pez fuera del agua.

—¿Y tú acabas de hablar? —Ella asintió con una sonrisilla—. Sí... ha recordado todo —susurró preocupado—, necesita tiempo para ordenar pensamiento, acaba de sufrir una sobrecarga. Supongo que tú tienes todos tus recuerdos, ¿no?

Saviour [m-preg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora