Capítulo 5: Sin Aire

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Me falta el aire.

Doy bocanadas como un pez fuera del agua. Llevo las manos a mi cuello y aspirando con fuerza logro recuperar de golpe ese preciado aire en mis pulmones. Hiperventilando me paso la mano por el mi pelo graso intentando recuperar el aliento mientras vigilo que todo siguiera igual. Así es, nada ha cambiado desde esta mañana; incluso sigo con la misma camiseta gris y sucia que apenas cubre mi piel.

Con un gesto de dolor contrayendo mi rostro, recorro a tientas mi pierna izquierda hasta llegar al tobillo rodeado por un grillete de hierro forjado. Me masajeo el puente de la nariz y suelto un suspiro. Lo primero que recuerdo al despertar es entrar en pánico, he intentado romper los grilletes haciendo palanca con la pata de la cama, pero solo he conseguido agotarme físicamente, he llorado y gritado hasta quedarme sin lágrimas ni voz... estoy agotada y la imperiosa necesidad de hacer pis se hacía cada vez más difícil de ignorar.

Seguía metida en aquel sótano... sucio y lleno de humedades. No debía de tener más de quince metro cuadrados, con una puerta de mugrosa madera al final de una escalera ascendente de ocho peldaños de cemento gris. Subo mi pierna derecha hasta pegar la rodilla con mi sien y observo con efímera calma la estancia... casi me la había aprendido de memoria el lugar en las casi cinco horas que llevaba allí. La cama en la que me encuentro está apostada contra la esquina más alejada de la puerta, justo a mi derecha, a un metro y medio, una especie de despacho con un escritorio viejo y dos ordenadores antiguos junto a algún tipo de instrumental médico que deberían de estar en un hospital.

Debía de salir de allí lo antes posible, y no tenía ni idea de cómo lo conseguiría... estaba empezando a hartarme de aquella situación. En ese momento escucho el girar de una cerradura y toda esa creciente desesperación es sustituida por el pánico. Me dejo caer en el colchón y giro la cara hacia la pared, esperando que me dé por dormida.

Escucho muy atenta los pasos pesados bajando las escaleras. Creo que ha dejado la puerta abierta, no ahora se cierra, ha debido de ser alguien desde fuera. Mierda, hay más de uno, confirmado. Sus pasos se acercan y tengo que contenerme para no echarme a llorar de nuevo por el puro miedo que empezaba a crecer. Deja algo sobre la mesa y se sienta en el escritorio. Pronto un dulce aroma me inunda, debe haberme traído comida.

-¿No quieres comer?-Era una voz grave y claramente madura.

-No tengo hambre.-Respondo muy segura de que sabe que estoy despierta. El rugido de mi estómago traicionero debe haberme delatado. Escucho como comienza a sonar el ventilador de los ordenadores y el fuerte pulsar de sus dedos contra el teclado.

-Tú misma, pero se va a enfriar.-Responde sin dejar de teclear, percibo el chistar de un mechero y pronto el olor a tabaco me atosiga y hace toser.- ¿Has notado alguna molestia?- No respondo, ¿Es que ahora se preocupa por mi salud? Con una voluntad sobre humana me giro lentamente para mirarle.

Estaba sentado en el escritorio, muy concentrado en su tarea en el monitor. Debía tener alrededor de cuarenta años y sostiene el cigarrillo de forma vaga entre los labios, lleva unas gafas de ver tras las que se ocultan unos profundos ojos negros, casi tan negros como su piel. Leva una bata blanca, de esas que llevan los médicos.

-¿Cómo andas con la vejiga?-No respondo, me niego a ponérselo fácil.-Ahora vendrán a ayudarte. Se gira para mirarme y en cuanto sus ojos se posan en los míos da un bote hacia atrás y se pone la mano en el pecho sobresaltado.-La madre que te parió, qué susto ¡Coño! ¡Menudos ojos, tía!

Ladeo la cabeza sin comprender del todo, ¿Le dan miedo mis ojos? ¿Simplemente le han sorprendido? No es la reacción que suele tener la gente, normalmente me miran con asco y desconfianza... no sorpresa ni admiración.
-Así que heterocromía, no me lo habían dicho... joder.-Teclea algo breve en el ordenador y luego apaga la pantalla. Aspira con fuerza del cigarrillo y expulsa el humo por la nariz.- ¿De verdad que no tienes hambre?-Trago saliva delatando mi apetito.-La cocinera no es muy buena, pero se puede comer.-Se levanta con algo de dificultad y se acerca a mí muy despacio.-No te preocupes, pronto se acabará todo.

¿Se refiere a que me va a matar? ¿O que me van a liberar? Sinceramente, no estaba segura de nada y el olor a comida me distrae.

-Ahí tienes la comida... por si te entra hambre, ya nos veremos.-Me dedica una cálida sonrisa y sale de allí con algo de prisa. Golpea la puerta y de inmediato le abren y... vuelven a cerrar con llave.

Con algo de dificultad me levanto y asomo a la bandeja, era un filete quemado con un bollo de pan y un vaso de agua... al menos me han puesto cubierto y servilleta. Procurando no apoyar demasiado el pie izquierdo me acerco a la bandeja y cojo el pan con la servilleta, estaba caliente. Noto que algo cae en mis pies descalzos y me agacho a recogerlo.

Era una delicada flor, de pequeño tamaño y color azul, con no más de cuatro pétalos... ¿Podría ser...? ¿Myositis? Cómo sé su nombre, no la he visto nunca... ¿o sí? Niego con la cabeza y dejo la flor sobre la bandeja de nuevo... era extraño, me provocaba añoranza.

(...)

Noto la boca seca y el dolor punzante de mi tobillo izquierdo...la cabeza me da vuelta y... sí, confirmado, me he meado encima. Miro mi comida y en seguida averiguo el porqué de mi estado: drogas. ¡Seré estúpida! Debería haberlo previsto.

-Te has lucido, Even.-Me reprocho a mí misma. Necesitaba una ducha con urgencia... ¡Lo que necesito es salir de aquí! A pesar de que me sabía la posición de cada ladrillo mohoso, vuelvo a buscar en la penumbra una ventana, un hueco algo...

Antes de que complete me barrido visual, me detengo en la puerta, ha comenzado a abrirse y eso me puso en alerta. Aún estaba adormecida por el efecto de las drogas.

En ese momento, justo en el que mis ojos se posan sobre los suyos... profundos... tristes... mis pulmones se quedan sin aire.

Forget [Sin terminar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora