Dice la leyenda que una noche de luna llena nacerá una niña con una marca de una luna y un sol en su cuello. Esta niña será la elegida para ser la portadora de un gran poder: el poder del dragón de la luz, el tigre dorado y el lobo sagrado. No solo...
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Era un día muy tranquilo en la aldea de la Hoja, un día normal y corriente como cualquier otro, con los cantos de los pájaros interrumpiendo las siestas de las personas. Debido a eso, Kaori terminó poniendo trampas para aves cerca de su ventana, esperando que la molestia se detuviera.
Pero eso no era lo más importante. Ese día en específico comenzaría la academia para las mayores de la familia Yukihira. El problema era que, en ese momento, Kaori se negaba a entrar y se aferraba a un poste como si le fuera la vida en ello.
—¡No me llevarán a esa cárcel! —exclamó Kaori.
—¡Kaori! ¡Deja ese poste de una vez! ¡Que llegaremos tarde! —respondió Hikari, tratando de convencerla.
—¡Jamás! ¡No pienso convivir con neandertales! Estoy feliz en mi soledad... bueno, junto a ustedes, pero prefiero no estar rodeada de gente estúpida.
—¡No digas malas palabras! ¿Y cómo sabes que son así si ni siquiera los conoces?
—Hay que prevenir —replicó Kaori con una sonrisa desafiante.
Hikari siguió intentando que Kaori soltase el poste, hasta que se cansó.
—Si no sueltas ese poste —le sonrió de lado—, quemaré todos los libros que compraste con el dinero que debería ser para comida —dijo, mirando con enojo al final de su frase.
—En mi defensa, los libros me llamaban y no pude ignorarlos —Kaori miró para otro lado, pero rápidamente comprendió lo que Hikari había dicho al principio—. ¡¿No te atreverías?!
—Pruébame —le sonrió de una forma "tierna".
Tuvieron una lucha de miradas durante unos segundos, siendo Hikari la ganadora.
—Está bien... vayamos a esa estúpida escuela —dijo Kaori resignada.
—¡La boca! —riñó Hikari por su vocabulario. A ella no le gusta decir malas palabras, ni que las personas cercanas a ella lo hagan. Kaori le había puesto el apodo de "mamá osa".
—Perdón, a esa maravillosa escuela —dijo con un sarcasmo evidente—, aunque no sé para qué vamos. Si sabemos todo lo que van a enseñar, ¡y lo peor es que vamos a repetir un año!
—Pregúntale al Hokage —se encogió de hombros Hikari.
—Pregúntale tú. Me da flojera ir hasta la torre Hokage, subir las escaleras, caminar por los pasillos, tocar la puerta y preguntarle. De solo pensarlo, ¡hasta me canso!
—A ti te da flojera hasta la flojera misma.
—Eso es conocernos, Hikari —dijo, dándole un abrazo de costado.
