Dice la leyenda que una noche de luna llena nacerá una niña con una marca de una luna y un sol en su cuello. Esta niña será la elegida para ser la portadora de un gran poder: el poder del dragón de la luz, el tigre dorado y el lobo sagrado. No solo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Luego de hablar con el Hokage, Hikari se dirigió al hospital para comprobar que sus hermanos y primos estuvieran bien. Primero fue a la habitación de Kaori, quien ya estaba despierta, degustando la comida que le ofrecía el hospital.
—Veo que ya estás despierta —comentó Hikari, intentando sonar tranquila.
—Sí... —hubo un silencio incómodo durante unos minutos—. Hablaste con el Hokage, ¿no? Un ninja vino a informarme. Me dijo que ya habías despertado.
Hikari asintió lentamente, midiendo sus palabras. —Sí, hablé con él. Nos dejarán quedarnos en la aldea.
Kaori dejó la cuchara a un lado y suspiró profundamente, su mirada fija en la ventana. —Al menos es una buena noticia —murmuró—. ¿Y nuestra familia? Supongo que viviremos con los de parte de nuestras madres, ¿verdad?
Hikari apretó los labios, su cuerpo tenso ante lo que iba a decir. —No creo que puedan cuidarnos...
Kaori la miró fijamente, con el ceño fruncido. —¿Cómo que no pueden? —su voz se fue endureciendo—. ¿O es que no quieren?
Hikari tomó aire profundamente, sus palabras llenas de una pesadez que Kaori no podía entender del todo. —No es que no quieran... más bien, no pueden hacerlo, aunque lo desearan.
Kaori la miró con creciente frustración, sus ojos brillando de impaciencia. —Me estás poniendo nerviosa, Hikari —espetó con molestia—. ¡Dime qué está pasando!
Hikari bajó la cabeza, apretando los puños sobre su ropa mientras murmuraba, casi en un susurro: —El clan Uchiha... fue masacrado hace pocos meses.
Las palabras cayeron como una bomba en la pequeña habitación. Kaori permaneció en silencio, paralizada por el impacto. El silencio que siguió fue abrumador, como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces, abruptamente, Kaori rompió el hechizo. Con un grito de furia, arrojó su plato contra la pared, rompiéndolo en pedazos. Se levantó de la cama de un salto y, sin pensarlo, agarró a Hikari del cuello de su ropa, acercándola violentamente.
—¡¿Me estás diciendo que pasamos de una masacre a otra?! ¿Y ahora qué se supone que vamos a hacer? ¡¿Eh?!
Hikari, temblando por dentro, apretó los puños.—¡Seguir adelante! —dijo entre dientes, su voz a punto de quebrarse—. No nos queda otra. Nuestros padres vendrán a buscarnos.
—¡Despierta de una vez! —gritó Kaori, mirándola directamente a los ojos, con una mezcla de furia y desesperación—. Eso no sucederá. Ve la realidad. Somos huérfanas. Nuestros padres ya están muertos —murmuró lo último, soltándola lentamente, como si las palabras le quemaran en la garganta.
Hikari se quedó en silencio, sintiendo cómo sus manos temblaban. Ella se negaba a aceptar que sus padres habían muerto; aún se aferraba a la esperanza. —Hasta que no tenga noticias de ellos, seguiré pensando que están vivos. Solo ha pasado una semana desde que nos fuimos.