Capítulo IV: La primera cita.

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Si un mago o bruja cualquier hubiera atravesado el Bosque Prohibido esa noche, jamás habría sospechado del grupo de animales que caminaban tranquilamente por la tierra. Habría pensado, al igual que todos: ¡curioso grupo! Un ciervo, un perro y un ratón; por supuesto, jamás vería al hombre lobo escondido entre los árboles.
No se le pasaría por la cabeza que en realidad eran animagos y lo que es mucho peor ¡no registrados por el Ministerio!
Aun así, esa vez nadie se les acerco, no era algo que sucedía a menudo, solo se escuchaba el trágico aullar del licántropo hablándole a la luna. El grupo de amigos transformados se encontraban reunidos en un círculo, cansados de su ardua tarea de calmar a Remus, uno de ellos no dejaba de mirar en dirección al gran castillo, con la mente perdida añorando algo o más bien a alguien.
El enrome perro negro mordió entre sus patas una vez más; cuando tenían su forma humana, Sirius no paraba de decir que las pulgas eran una tortura y su mejor amigo le ayudaba a pasar la molestia siempre, pero esa noche en particular no se percató que Canuto estaba siendo atormentado, no dejaba de pensar en aquella chica cuyo corazón le estaba siendo arrebatado, sino hacía algo pronto la perdería.
Pero he ahí el dilema ¿qué hacía? ¿Cómo se le confiesa tu amor a una mujer? O, en el caso de James ¿cómo convencerla de que sus palabras eran honestas? No había nada que describiera lo que sentía por Lily; explicarse, era como intentar contener el agua con las manos que siempre se escapaba por un hueco entre los dedos.
El tiempo transcurrió hasta que el sol se alzó en el horizonte, dando paso al amanecer y ni siquiera el fuerte ladrido de Sirius pudo sacar a su compañero de su ensoñación.

Los Merodeadores estaban acostumbrados a no dormir las noches de luna llena, llegaban a sus dormitorios exhaustos luego de sus aventuras como animagos y ni siquiera una buena taza de café en el desayuno les devolvía las energías. Por suerte, al tener las mismas clases todos, habían diseñado un sistema que les permitía mantener la mente despierta mientras los maestros hablaban.
- Es tu turno de vigilar que no caigamos rendidos Cornamenta- dijo Sirius entre bostezos-. La última vez lo hice yo.
James no pudo hacer más que asentir: el sueño no lo dejaba concentrarse.
Los cuatro amigos entraron en las mazmorras heladas de Pociones, una de las clases menos favoritas de James, pues gracias a sus terribles habilidades en ella, dependía de Remus desde primer curso para aprobar los exámenes.
Se sentó en la última mesa del aula y pretendió prestar atención a lo que Slughorn hablaba. No importaba que necesitara de Pociones para ser auror, lo detestaba. De vez en cuando, la mirada del pelinegro se dirigía a la primera mesa, donde una pelirroja tomaba apuntes de todo lo que aprendía; era una verdadera suerte que compartieran clases con Hufflepuff, James no soportaría que aquel idiota estuviera lanzándole miraditas a su chica toda la hora.

El timbre sonó y Lily se apresuró a recoger sus libros antes de que el acosador de Potter llegara a molestarla.
- Así que, ¿cómo está tu príncipe azul?- inquirió Elizabeth con una sonrisa pícara.
- Mucho mejor, la poción ya ha salido de su sistema y mañana estará listo para volver a clases.
- Vaya, quien diría que algún día veríamos a Lily Evans con ojitos brillantes de enamorada.
- Yo no siento tal cosa- se defendió, pero el rojo de sus mejillas la delató.
- A ver, ¿cuándo te lo dirá? Ya sabes, pedirte que sea su novia.
Lily se distrajo un momento esquivando a los alumnos en el pasillo, apurados por llegar a tiempo a su siguiente clase.
- No lo sé Ali- suspiró-. Aún no tenemos nuestra primera cita si quiera, no han sido más que reuniones en la biblioteca y frente al lago, pasamos la noche de Halloween juntos pero nada sucedido.
Elizabeth chasqueó la lengua.
- ¿Por lo menos le has hablado de lo que sientes?
La pelirroja negó con la cabeza y acto seguido, su amiga rubia arrugó la cara con desaprobación al tiempo que susurraba un: se nota que eres nueva en esto.
- ¿Qué puedo decirle? Nunca he coqueteado... A menos que decida seguir el ejemplo de Potter y actuar como una loca egocéntrica.
- Jamás hagas eso, a los chicos no les gusta.
-Tengo una idea- las otras dos mujeres guardaron silencio mientras Alice hablaba-. Cuando Frank se decidió a decirme lo que sentía por mí, me llevó a un sito donde estuviéramos solos, de esa forma nos sentimos mucho más seguros y ambos logramos ser honestos el uno con el otro.
- Ay, no sé...- la pelirroja arrugó la frente- Estar a solas con Jaime, no logró pensar claramente cuando estamos acompañados ¡solos diría un montón de babosadas!
Las tres se detuvieron frente al retrato de la Dama Gorda.
-Slytherin apesta- declaró Elizabeth.
- Lo siento cariño- se disculpó la mujer de la pintura-, la contraseña fue cambiada hace poco.
- ¡Excelente! ¿Ahora qué haremos? -se quejó Alice.
En ese momento, Tomas Field, un joven de quinto año, se acercó a ellas con una mueca burlona en el rostro.
- Lily Evans ama a James Potter.
La Dama Gorda sonrío y abrió la entrada a la Torre Gryffindor.
- Bonita contraseña ¿a qué sí? - Tomas miró a Lily, cuyos ojos se encontraba casi saliendo de sus órbitas y la boca en forma de o.
El chico entró a través de la abertura con rapidez antes de que la prefecta pudiera reaccionar y lanzarle un maleficio.
- Cambiala- espetó ella, roja de la furia-. No me importa por cuál, pero cambiarás esa contraseña ¡AHORA!
Alice y Elizabeth, que aún estaban aturdidas, tomaron a su amiga de los hombros para calmarla.
- Me temo que no será posible, esta contraseña se mantendrá hasta nuevo aviso.
-¿Quién la ha puesto?- la voz de Eli habló.
Lily no necesitaba la respuesta.

Lily Evans Y James Potter: La historia de dos almas gemelas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora