Capítulo VII: La verdad duele como la mierda.

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En el momento en que Jaime acabó por segunda vez en un mes en la enfermería se maldijo a sí mismo por haber sido tan torpe como para enfermarse en un día tan importante como aquel; había pasado varias semanas dentro de aquellas paredes blancas con anterioridad hasta el punto de que cada vez que entraba en aquel sitio una corriente eléctrica recorría su cuerpo en señal de desagrado.

Pero eso no era lo importante en ese momento. El joven Ravenclaw no había dejado de rogar a Madame Pomfrey que lo dejara partir sin importar su estado; la chica de sus sueños estaba esperándolo con sus perfecta sonrisa y esos brillantes ojos esmeralda que a Jaime tanto le gustaban, pero él no se encontraba cortejándola, ni dándole las atenciones que merecía, al contrario, se encontraba débil y envuelto en sabanas con la frente sudando de la fiebre.

Sin embargo, todos esos sentimientos de angustia habían desaparecido cuando vio a la cabellera rizada de Lily entrar por la puerta.

-Sabes que lamento mucho haber faltado a nuestra cita Lil, jamás podré perdonármelo- se apresuró a decir-.

La pelirroja negó suavemente con la cabeza.

-No es tu culpa Jaime. Te has enfermado ¡solo mírate! Estás ardiendo, casi no puedes levantarte. Al contrario, soy yo la que debería disculparse.

El prefecto la miró sin dar evidencia de haber entendido sus palabras.

-Me apresuré a sacar conclusiones equivocadas y pensé lo peor de ti Jaime. Fui una tonta al creer que de verdad alguien tan dulce como tú podría faltar a propósito; pero en realidad tú estabas aquí sufriendo, necesitando de mi apoyo y yo no hice más que dudar de ti.

Fue en aquel momento en que el chico se percató de que la nariz de Lily estaba ligeramente enrojecida y sus ojos tenían una capa cristalina sobre el verde. Comprendió que ella había estado llorando.

-¡Oh, Lily!

Antes de que pudiera decir algo más, la pelirroja lo abrazo con fuerza, agradeciendo que un hombre con corazón tan noble se hubiese fijado en ella.

-Ya no importa Jaime.

Acarició con suma dulzura los rubios cabellos del Ravenclaw, húmedos por el sudor. Sus miradas se conectaron y por un momento, fue como si no hubiese más nadie en aquella habitación, solo el verde de los ojos de ella contra el azul de los de Jaime.

Inconscientemente, Lily se inclinó sobre el joven olvidando a quienes presenciaban la escena. Jaime correspondió su movimiento, hasta que los labios de ambos estudiantes se rozaron y el cuerpo de la prefecta recibió una suave onda de calor que se extendía desde sus labios hasta la punta de sus pies.

La garganta del profesor Blumer soltó un carraspeo.

Al instante, los dos estudiantes se sobre saltaron.

-No quisiera interrumpir el evidente encuentro romántico, pero el señor Bell debe tomar su medicina.

Jaime asintió ligeramente con la cabeza, aún aturdido y continuó con una animada charla con el maestro de Defensa contra las Artes Oscuras a cerca de las distintas formas de contrarrestar una maldición deslumbradora.

Aquello no había sido un beso, no realmente; sin embargo, era una sensación que no había experimentado con anterioridad. Y le gustaba. ¿Qué sucedería si llegaban a besarse realmente? No sería un beso cualquiera ¡seria su primero! Y el primer beso jamás se olvida, mucho menos cuando lo recibes de tu potencial alma gemela.

El rostro del Premio Anual se enrojeció (más de lo que ya estaba) de tan solo imaginar tener un momento así con Jaime.

Sin previo aviso la mirada de la pelirroja se dirigió a la puerta de la enfermería, donde, muy para su desgracia, esperaba encontrarse con una par de ojos avellana tras unos cristales redondos.

Lily Evans Y James Potter: La historia de dos almas gemelas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora