Capítulo XIII: A veces un corazón roto duele más que mil cruciatus

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Sirius Black no debía tener más de diez años cuando su padre le obsequió aquel relicario.

Tenía una larga cadena de oro sólido en forma de eslabones en cuya punta colgaba un dije hexagonal, inscrito en él, con una delicada letra cursiva, el lema de la familia Black: Toujours Pur. El relicario yacía ahora en lo más profundo del baúl de Sirius, en un oculto rincón, llenándose de polvo y humedad como símbolo del desprecio y desacuerdo del Gryffindor por la manía de la sangre limpia.

Cuando el Sombrero Seleccionador lo envió con los leones, Sirius se sintió realmente libre por primera vez desde que tenía uso de razón. El Sombrero le había dado al cazador la oportunidad de empezar una nueva vida y por su cabeza se había atravesado más de una vez la idea de destruir aquel relicario que representaba todos los asquerosos ideales de los Black; sin embargo, borrar su pasado no era tan fácil como Sirius creía, hechizos muy poderosos y arcaicos protegían el objeto. Por lo que luego de casi diez años, el regalo (si es que se puede llamar regalo a algo que aborreces) seguía intacto, como recuerdo de dónde provenía y advertencia de dónde acabaría si se desviaba aunque fuera un poco.

El Gryffindor apretó el relicario con fuerza contra su mano, hasta que delgadas líneas rosadas aparecieron en su palma. Sirius sabía que era imposible eliminar su pasado, por mucho que lo deseara, pues por sus venas correría siempre la noble sangre de los Black. Pero sí podía modificarlo, darle un nuevo significado a su propia oscuridad y quizá con ello también traer un poco de luz a la vida de su hermano.

El joven guardó la joya en el bolsillo de su túnica, le pediría luego a Lunático que lo ayudara con su plan.

Enfocó su atención en el pergamino que guardaba bajo su brazo, envuelto en un inmaculado sobre sellado con el lacre del Ministerio de Magia, informándole a cerca de la muerte de su tío Alphard y el cómo había decidido heredarle una considerable cantidad de oro a su sobrino.

Sirius no recordaba mucho a su tío, pero lo poco que tenía le era agradable. Tenía vagas memorias sobre un hombre de aspecto viejo y acabado que acudía a las cenas navideñas en Grimmalud Place, con una larga barba negra veteada con blanco que escondía una amplia sonrisa que, a pesar de estar adornada por unos torcidos y amarillos dientes desgastados, solía transmitirle a el mayor de los Black una sensación de cariño y calidez.

Alphard Black dejó de hacer presencia en la mansión desde hace unos cuantos años. Sirius nunca entendió la razón y no podía dejar de lamentarse por la idea de no volver a comer nunca más aquellos exquisitos caramelos de limón que su tío le obsequiaba siempre que lo visitaba. Cuando el joven le preguntaba a su madre por el paradero del anciano, la mujer lo reprendía por impertinente o simplemente hacía oídos sordos.

Sirius sospechaba que Walburga había desterrado a Alphard de Grimmalud Place por darles dulces muggles a sus hijos.

Ahora era rico, en teoría. Y todo gracias a su tío. Sirius Black nunca había sido un joven que se caracterizara mucho por su habilidad para las buenas inversiones, de hecho, ni siquiera recordaba cómo llevar cuentas correctamente. Pero no podía darse el lujo de dilapidar el oro que por suerte había heredado; desde que Walburga había notificado a los duendes de Gringotts que ya no se le permitía la entrada a la bóveda de los Black al mayor de sus hijos, Sirius había quedado inevitablemente en quiebra sin ninguna opción más que aceptar los cuidados que la señora Potter le otorgaba.

Esto no había hecho más que herir el orgullo del Gryffindor, pues a pesar de considerar a Euphemia una madre se negaba rotundamente a consentir que aquella amable mujer gastara un galeón más en él ¡ni siquiera un knut!

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2017 ⏰

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Lily Evans Y James Potter: La historia de dos almas gemelas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora