I

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Hoy es mi primer día oficial en esta cuidad. Ayer me dediqué a desempacar y limpiar mi nuevo piso y hoy toca universidad. Tal vez debí llegar con una semana de anticipación para poder recorrer las calles y tantear un poco el terreno.

Salgo y observo el papel en mi mano que me indica las calles para llegar a la universidad. Suspiro. Tendré que preguntar.

***

El timbre que indica el final de la hora me asusta. Siento que acabo de llegar a duras penas. Recojo mis cosas y me levanto.

Hoy fue mi primer día de universidad y nadie se acerco a hablarme. Debo admitir que eso me entristece un poco.

Observo la hora en mi reloj de muñeca. Recién las dos de la tarde.

Decido caminar un rato para conocer la cuidad. A mi parecer es muy ruidosa y gris. Después de un rato encuentro un lugar que se ve bonito. Es una cafetería. Está hecha de madera y los colores pardos y amarillos con las que esta pintada me da una sensación de confort.

Tomo asiento y empiezo a ojear la carta. Una chica de cabellos negros se me acerca con libreta en mano. Es linda, tiene pecas y unos hermosos ojos azules. Lástima que no me vayan las chicas.

-Hola, ¿Qué se servirá?

-Solo un café, creo.-respondo dudoso. La verdad es que no ando con mucho dinero.

-¿Sólo eso?-pregunta alzando una ceja y sonriendo.

-Si, por favor.

-¿Eres nuevo por aquí? No te había visto antes.

-Si. Llegué ayer de hecho.-le sonrío.- ¿Todos se conocen por aquí?

-No es una cuidad muy grande y soy una persona sociable.-responde.- Por cierto, mi nombre es Teresa.- Estira su mano y la estrecho.

-Thomas.

-Un gusto. Traeré tu café.- dice alejándose.

Espero contento por haberme relacionado con alguien. Esto se me da tan mal. No sé que pensé al venirme tan solo... aunque tampoco es como si tuviera amigos o familiares muy cercanos...

Ella vuelve con una taza de cristal y agradezco; el frío de esta cuidad ya me estaba congelando. Al mismo timo la campanilla de la puerta suena y entra un chico rubio, alto y delgado (bastante guapo) que parece tener mi edad.

-Bienvenido Thomas.- dice Teresa, y se encamina a la mesa del chico recién llegado.

Observé como se saludaban alegremente con un beso en la mejilla. Obviamente ya se conocían. Ellos entablaron conversación y con un poco de celos ante la confianza de Teresa al hablar con la gente, bebí de mi café.

Al terminar, pagué, me despedí con una sonrisa y me encaminé a mi nuevo hogar decidido a intentar ser más sociable para tal vez, algún día, hablar con el lindo chico de la cafetería.




Nefelibato (NEWTMAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora