4. Secuestro.

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¿Cuanto tiempo llevaba ahí? Era algo que no sabía con exactitud pero era lo que menos me importaba. Me encontraba en una habitación oscura y mis manos y pies estaban atadas con lo que parecía ser unas cadenas, suspire recordando el como es que había terminado en esta situación tan vergonzosa para mi y no pude evitar soltar una maldición. Estaba enojada, desesperada y con ganas de matar a quien se atreviera a entrar por aquellas puertas de la habitación, ese sujeto llamado Kazama no se como rayos fue que pudo infiltrarse de nuevo dentro del cuartel y tomarme por sorpresa para luego traerme a esta  habitación.

— Estoy acabada... Si tan solo recordará ese hechizo que Merlín me repitió más de una vez.— hablé apenas mientras forcejaba con las cadenas.

Pero nada estas no se aflojaron o algo similar solo hicieron más presión en mis muñecas y tobillos, cortando de alguna forma la circulación de la sangre de aquellas zonas, tal vez eso me dejaría morados si lograba escapar de ahí... La puerta de la habitación se abrió dejando que un poco de luz se filtrara por esta pero a su vez una figura masculina opaco esa pequeña fuente de luz. Trague un poco al saber quién era esa persona y sólo me acurruque más en el rincón de la habitación donde llevaba sentada desde que desperté.

Lo vi acercarse con una pipa en su mano y una sonrisa ladina plasmada en sus labios, por un momento sentí miedo pero este se esfumó cuando recordé que no tenía de que temer porque después de todo tenía mi magia y sabía que esta me ayudaría más que cualquier armar; eso si, no más que mi amada Excalibur, la espada familiar de los Pendragon.

— ¿Estás despierta?.— se atrevió a preguntar el rubio de ojos rojizos.

— Si para mi mala suerte.— respondí escupiendo las palabras como si fuesen veneno.

Le dedique una mirada dura a Kazama al ver que este se ponía de cuclillas frente a mi, sus ojos se fijaron en los míos y tuve que desviar la mirada para no demostrarle mis verdaderas intenciones. El silencio era realmente incómodo así que tome un poco de valor de quien sabe donde y me atreví s preguntar aunque sabía en lo más profundo de mi ser que su respuesta seria errónea.

— ¿Para que me trajiste aquí? ¿Que quieres de mí, Kazama Chikage?.

— Quiero.— tomo una de mis manos y el ruido de las cadenas no se hizo esperar.— Ver de nuevo esa luz y esa extraña marca.

— Agh... No lo haré.— dije bajo y el hizo presión en mi mano a modo de reprimenda.

— Vamos... Muéstralo una vez más y te dejaré ir de regreso con esos bastardos humanos.

— ¿Bastardos humanos? ¡Ja! Lo dices como si fueras un ser superior a ellos.— comencé a reír y agitar las cadenas haciendo mucho ruido.

— Lo soy, soy un Oni purasangre.— soltó mi mano y volvió a su postura anterior.

¿Un Oni? ¿Esas criaturas fantásticas del folclore japonés? ¡Vaya!. Eso si que era realmente impresionante de ver pero hubo algo que me dejó fuera de sí, él no se veía como una de esas criaturas sino como un humano común y corriente incluso actuaba como tal y se involucraba con los humanos. Mire al mi alrededor buscando algo interesante de ver y lo encontré, la pared me parecía una cosa magnífica y como no era mejor verla que estar viendo a ese sujeto bastante atractivo porque no lo negaré, Kazama Chikage es bastante guapo y... No, no estoy mal muy mal.

— Te lo pediré una vez más por las buenas, muéstrame lo que te pedí.— su voz fría y gruesa me saco por completo de si. Desvíe mi mirada de la pared hacia él y lo vi con el ceño fruncido y con su mano en la empuñadura de su espada.

— ¿Sigues con eso? ¡Te dije que no lo haré y es...— mi voz se cortó de repente al ver un brillo entre la oscuridad y como el filo de una espada se centraba en mi cuello.

Una Pendragon Perdida En HakuoukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora