Había una vez una niña que creció entre mundos multicolores, algodones de azúcar y vestidos plisados.
Una niña que cuando se hacía una herida creía que moriría y se angustiaba y lloraba por horas. Como cambian las cosas, después, el dolor seria su amigo.
Una niña que participó en un desfile de primavera y le cambió la vida, la hizo invencible, pero tan débil, que al primer soplo del lobo su casita se vino abajo.
Una niña que se cortó el cabello porque le parecía inútil e inservible y no se sentía bonita, y es que no era bonita, ni linda, ella era un monstruo; eso le decía mamá todas las noches, que acabó por creérselo.
Una niña que vomitaba todas las noches, se cortaba y lloraba. Se frotaba el cuerpo tan fuerte, que le quedaba irritado pero libre de pecado, de manos sucias, de aquel que la manchó.
Una niña que olvidó como sonreír y la vida le parecía absurda.
Una niña que quería morir...
Una niña que cuando la pesadilla terminó, sonrió de felicidad y tiró las navajas, las cuchillas y dejó que el cabello le acariciase la espalda libre ya de preocupaciones.
Una niña que ingresó al paraíso y estudió lo que le gustaba, y era feliz, muy feliz, mamá la adoraba y papá estaba orgulloso, su hermano sonreía y ella... era perfecta.
Una niña que conoció a dos amigas únicas y las hizo sus guerreras, y ellas luchaban contra sus demonios y también algunas batallas.
Una niña que conoció a un lobo, no, a un príncipe azul.
Una niña que se enamoró, que entregó su alma y dejó que la utilizaran para olvidar a otra, todo en nombre del amor.
Una niña que besó a su amado y lo convirtió en el rey de su reino perfecto, él le tomaba la mano y juraban que eran infinito, que eran invencibles, que juntos vencerían a los dragones que los aprisionaban en sus mazmorras, que lucharían contra sus demonios, que combatirían fuego contra fuego...
Una niña que muchas veces estuvo a punto de darse de boca contra el pavimento, sin alas, sin futuro, sin nada que le recordara que era sentirse viva.
Una niña que...
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Había una vez una niña...
Genç Kurgu-No todo lo que es oro brilla, preciosa - Me acarició el rostro, suave, lento, tan dulce que creí morir allí, en sus brazos; que me inmolara, que me matara, que la vida no importaba nada si no era él quien me miraba con tanto amor. - Igual que tú...