-¿Y, que tal tu primer día de clases?- preguntaba Elaiza mientras que me recibía a la entrada de nuestra casa.
-¡Elaiza, fue increíble! ¡Aprendí muchas cosas hoy, y los libros que me dijiste que llevara los usamos casi todos en las clases!-
-¡Eso es estupendo cariño!.. y...¿ conociste a alguien? Tal vez a un tal David por ejemplo...- decía Elaiza con una voz muy extraña. Al parecer estaba esperando pacientemente el momento de mi llegada, para solo preguntarme eso.
-¡Eh! A.. si... hoy lo conocí...- dije algo nerviosa por el tema.
-¿Y, de que hablaron? ¿Qué hicieron?-
Ayudando a Elaiza a poner la mesa para la cena, comencé a contarle todo lo que ocurrió en mi primer día de clases. Hable de mis nuevos amigos, de la clase y de las cosas que aprendí el día de hoy.
-¿Taller de Futbol?- dijo Elaiza algo extrañada.
-Es el deporte favorito de David. Debo estar en ese taller...- dije mientras que ponía el plato de Elaiza y mío sobre la mesa.
Entonces, mi anciana amiga comenzó a sermonearme de que no debía hacer cosas que no me gustaran hacer solo por estar cerca de David. Sin embargo, desde el momento en que lo vi hoy en su puesto de clase, sentí el extraño deseo de estar el mayor tiempo posible con él. La conversación en la cena se centro principalmente en el gran día que tuve en la escuela. Elaiza estaba muy feliz por mí, y siempre reiteraba en ciertas pausas de la conversación, que ella siempre me daría todo su apoyo.
Al terminar la cena, me despedí de Elaiza deseándole las buenas noches. Estaba tan entusiasmada con mi nueva vida en la escuela que decidí retirarme antes para estudiar un poco antes de dormir. A pesar de que Elaiza me había enseñado bien, la escuela poseía un nivel mucho más alto de material y contenido. Todo era nuevo, y por tal motivo debía esforzarme mucho más para estar al día con mis compañeros. Debía parecer lo más normal posible frente a mi clase y sobre todo frente a David. Nadie debía enterarse de mi "condición"...
Matemáticas, una de las tantas materias nuevas que estoy viendo en mi vida como persona. Realmente es incomprensible para mi cerebro que es medio gato medio humano. Tal vez para ellos, que nacen con mayor capacidad intelectual que los gato, debe hacérseles mas fácil este tipo de materia. Leo y realizo algunos ejercicios del libro de Matemáticas, y luego de varios intentos fallidos me doy por vencida. Dejo el material de matemáticas al lado de mi cama y apago la luz de mi velador, apoyo mi cabeza sobre mi almohada y me dispongo a dormir.
Mis ojos están cerrados, pero el sueño no pretende aparecer en mí. De hecho, estoy tan despierta que los ojos se me abren instintivamente en la oscuridad. ¿Qué me pasa? ¿Acaso será la ansiedad? Leí sobre eso en un libro de psicología de Elaiza. ¿Cómo puedo hacer que mi cerebro descanse? No dejo de pensar en la risa de David, sus ojos mirándome sin pudor, y su voz dirigiéndose hacia mí. Años habían pasado, desde la última vez que es pequeño niño de cabellos oscuros me miraba de esa forma. Y ahora, siendo ya un joven adolecente, por fin me volvía a mirar con la misma intensidad que antes.
No puedo esperar a que sea de mañana...
Son las 07:50am, y ya me encuentro lista para partir a la escuela. Mi uniforme se encontraba limpio y perfecto, al igual que mi cabello, atado en una alta cola de caballo que me había hecho mí querida Elaiza. Mi bolso estaba listo y dispuesto para ser llevado a mi salón de clases y todo lo que faltaba era llegar a la oxidada reja que me llevaría al exterior.
-¡Recuerda pasarlo increíble, querida!- decía Elaiza con una enorme sonrisa en su rostro. Despidiéndose de mi desde la entrada de la casa.
-¡Eso hare!- dije sin mas mientras que me despedía de ella y me dirigía a la puerta oxidada.
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La intrépida gata que se enamoró
FantasyDavid me amaba, se preocupaba de mí, me cuidaba, me alimentaba, me mimaba. Si él no hubiese estado... ¿Qué habría sido de mí? Mi vida no habría tenido sentido, habría pasado eternamente arrullada por él. Cuando me acariciaba, se me erizaba toda la...