Capítulo 4: Un mundo por descubrir.

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Un gran suéter gris y peludo, sandalia de verano y una falda muy larga son las vestimentas que Elaiza me puso antes de salir de la casa. Mientras me ponía estas prendas, comenzó a explicarme las cosas más básicas que debía saber sobre el mundo de los humanos. Por ejemplo: los humanos se bañan en unos lugares llamados baños o duchas, para alimentarse se utilizan diferentes utensilios, se utiliza ropa, las reglas básicas de educación y formalidad cuando hablas con gente, y otras cosas más que después me fue explicando cuando abandonamos la casa.

Aun se me hacía difícil dar pasos en la calle, las sandalias eran muy incomodas así que me las quite de inmediato.

-Jennifer, no debes andar en la calle sin calzado...- decía Elaiza mirándome algo preocupada.

-Estas cosas me molestan mucho- decía mientras que las guardaba en el bolso de la anciana. –Me dañan los... ¿pies?- decía tratando de acordarme como se decía a las patas de los humanos.

-si quería, los pies... bueno creo que fue mi error ponerte esas sandalias. Es que quería ver como se te veían, son tan lindas. Por esta vez te dejare que andes así, pero debes acostumbrarte a estar con zapatos en los pies.- 

-Está bien- dije con una sonrisa.

A medida que avanzábamos, la anciana me cuenta sobre la sociedad humana y su comportamiento en los distintos lugres del pueblo. Me explico cómo hay que comportarse en el centro de la ciudad, como hablar con los vendedores y como comprar. Aun que eso ultimo aun me cuesta un poco entenderlo. Cuando llegamos a los lugares donde venden cosas, o mejor dicho a las “tiendas”, todas las personas me miraban raro, miraban fijamente mis pies descalzos. Algunos se reían, otros no entendían nada, y otros simplemente me ignoraban.

-Mira Jennifer, allá esta la tienda que te comente. Venden ropa para todas las edades...- decía mientras que me tomaba del brazo y me llevaba al lugar.

Era una tienda bastante enorme, con prendas de humanos por todas partes, había cosas muy extrañas y gente viendo cosas y comprando. El lugar era muy lindo y espacioso, jamás había entrado antes a un lugar así.

Una mujer que estaba en servicio del lugar nos ayudo a escoger ropa linda para mí. Mi hizo probarme vestidos, zapatos, pantalones, faldas, poleras, camisas, y hasta sombreros. Se notaba que sabía de ropas y combinaciones, “Moda” y “estilo” fueron una de las tantas palabras que aprendí ese día.

-¡Ese vestido te queda precioso cariño!-

-¿verdad que si?, su figura es perfecta para este tipo de vestidos- decía la mujer que nos atendía.

Era un vestido color verde agua, apretado en la cintura y suelto en las piernas. Su largo era hasta un poco más allá de los muslos, y tenía unas mangas englobadas.

-¡Pareces una princesa!-

-¿Una qué...?– pregunte algo confusa.

-Eh... después te explico cariño...-

Después de un rato, compramos varias prendas y salimos del lugar. Elaiza, insistió en que me llevara puesto el vestido color verde agua, junto con unos zapatos bajos blancos y un sombrero blanco, parecido al que llevaba ella puesto.

 Pero, de la nada el lugar estaba repleto de gente, eran más personas que hace un rato. Había tantas personas, todas distintas y apuradas, y de un momento a otro, ya no pude ver más a la anciana. Es como si estuviera bailando, de tantas vueltas que la gente me obligaba a hacer con sus empujones y zarandeadas.

-¡A...Ayuda!, que alguien me saque...- decía, pero nadie me tomaba en cuenta.

Cuando, de la nada alguien me toma del brazo y me atrae hacia sí, para luego llevarme a la entrada de, por lo que noto, una librería.

La intrépida gata que se enamoróDonde viven las historias. Descúbrelo ahora