Lola muerde su labio inferior y cuando lo hace, Sam no puede evitar tragar grueso. Piensa que también quisiera morder ese labio. Rozarlo con los suyos.
Besarla.
—Mamá una vez me contó que intentó suicidarse cuando era joven—prosigue Lola. Sam se limita a escucharla.
A Sam le encanta escuchar a Lola porque su voz le sabe a música. Cada palabra es una nota, y todas esas palabras unidas en una oración componen una bella melodía.
—Una vez, en uno de los cajones de mamá encontré una pequeña historia. Se llamaba "Bajo las estrellas"—Lola se acomoda un mechón de cabello tras la oreja y sonríe—. Era una preciosa y triste historia, Sam.
—¿De qué trataba?
—De un chico que iba a morir y de una chica que lo amaba. Ella le pedía de regalo una estrella.
—Oh, qué bonito.
—Lo sé—Lola sonríe y el mundo de Sam se doblega, como siempre, cada vez que ella lo hace—. Pero él parecía saber que era un deseo casi imposible, así que el día que va a morir, decide convertirse en una estrella. Para ella.
—¿Morir?—Sam no puede evitar sentirse ligeramente mal por el chico de la historia.
—Sí. Al parecer el chico tenía cáncer e iba a suspender su tratamiento. Y no, no es la jodida historia de Bajo la misma estrella.
—¿Y por qué no continuaría con su tratamiento?
—Porque estaba cansado, supongo—suspira Lola—. La gente se cansa del dolor, Sam. Es curioso ese asunto ¿Sabes? Y hablo también del dolor emocional. Cuando sientes dolor, puede suceder una de dos cosas: o te acostumbras a él, o te rindes. Y en todo caso, aunque te acostumbres a él, al final te terminará jodiendo.
—¿Eso significa que...?
—Que cuando tienes dolor, es porque algo en ti está funcionando mal—ella lo mira fijamente a través de la pantalla—. El dolor es un sinónimo de que estás enfermo. Si te duele la barriga podría ser indigestión o apendicitis. Si sientes ese tipo de dolor que no es fisiológico, sino emocional, también estás enfermo. No sé, podrías tener el corazón roto. Y a pesar de que un corazón roto por amor es un síndrome muy común, puede incluso ser letal. Y para esto último no hay cura. Solo sobreviven los más fuertes.
—¿Y quiénes serían esos fuertes?—inquiere Sam, pensativo.
Lola deja escapar un bufido.
—Los que se lanzan a abismos Sam—se queja ella—. A rescatar corazones rotos a pesar de que el suyo está hecho una mierda. Esos mismos que lloran y se enjugan sus propias lagrimas porque nadie más está ahí para ellos. Aquellos que sonríen cálidamente a pesar de tener un frío invierno tras sus parpados.
Sam hace silencio. Un silencio que se estanca pesadamente entre ellos. No sabe si decirle a Lola que él antes era un invierno. Y que cuando ella apareció se volvió primavera.
Sin embargo, cuando se arma de valor para gesticular palabras, ella lo interrumpe.
—La historia es real—Lola tiene su mirada perdida en algún lugar—. Fue el primer amor de mamá. Y ella escribió esa pequeña historia el mismo día que intentó suicidarse. Ella tenía el corazón roto.
—Lo siento—Sam se disculpa, a pesar de que no sabe realmente por qué lo hace.
—Está bien—le dice Lola sin mucho revuelo—. Solo era algo que quería contarte.
—Bueno, parece ser una bonita historia de todas formas.
—Lo es. Cuando le conté a mamá que sabía de ella, recibí la tunda de mi vida. Creo que no debí de remover eso que ella con mucho esfuerzo había enterrado en el fondo de su armario. Lo último que logré averiguar fue que unos años después conoció a papá, y el muy hijueputa solo me engendró y se fue vaya a saber dónde.
Sam siente el deseo de darle un abrazo a Lola. Siente que ella, a pesar de mantener un rostro impasible, por dentro ha de sentirse triste. Y si Lola se siente triste, Sam también se pone triste.
Es casi reciproco.
Funcionan en simbiosis.
Y ha sido así desde que se conocen.
—Oye, pelirroja—le dice Sam, luego de un rato de haberse quedado callado.
—¿Qué quieres, Frost?
—¿Y si un día nos viésemos en persona... saldrías conmigo?
Lola suelta una carcajada.
—¿Es en serio?
—Olvídalo—le dice Sam, enfurruñado.
—No, no—Lola se ríe—. Sí lo haría. No sabes cuándo me gustaría.
—¿Y podría darte un abrazo?
—Creo que hasta te daría un enorme beso.
El pensamiento de Sam se corta de lleno.
Eso no se lo esperaba. Y la imagen mental de esa escena le resulta absoluta. Y es que Sam lo desea. Desea un beso de Lola. Lo sabe. Es solo que ella no parece darse cuenta. Aunque bueno, no es como si Sam fuese demasiado obvio. Es un poco torpe expresando lo que realmente siente.
—Lo siento—se disculpa Lola, luego de que Sam se ha quedado callado, con cara estupefacta en la pantalla—. Creo que me pasé. No quería...
—Lo quiero...—Sam se sorprende así mismo escuchándose decir esas palabras.
A Lola se le escapa a detener el corazón.
—¿Entonces tú...?
—Lola, me gustas.
Silencio...
Silencio...
Muchísimo jodido silencio.
¡Oh, maldición!—exclama Sam para sus adentros.
Mierda.
Mierda
¡Mierda!
¡MIERDA!
—Sam...
—¡Lo siento! Yo no quería...
—Sam, no tienes que...
—Perdón Lola, sé que es estúpido—Sam se ha levantado de su silla y se aleja un poco de su computador, dándole la espalda a Lola.
Sam no sabe qué hacer. Ni qué decir. Y siente que ha arruinado algo valioso que tenía con la única persona en este mundo que realmente le importaba.

ESTÁS LEYENDO
Lithium (Una memoria)
Novela JuvenilHay tres cosas en este mundo que son realmente peligrosas: El ser humano, el miedo y el amor. El primero de ellos es un contenedor, lleno de emociones, de diversidades infinitas y con infiernos individuales. El segundo es una emoción, contenida de...