Capítulo 4: Sutil Destino

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Durante las semanas siguientes, básicamente conversabamos sólo por internet, Momo estaba ensayando arduamente mientras yo estaba llegando a la final de Sixteen, ya anunciarían a quienes quedarán, lo cual me ha tenido bastante nerviosa y asustada. Si no fuera por todo el apoyo de los fans sé que yo no estaría en este lugar ahora. Sin embargo, lo único que ha mantenido mi mente ocupada estos días es nada más y nada menos que mi novia. No puedo creerlo, ¿en qué momento? ¿cómo pasó todo? Entonces comencé a recordar el pasado, como fue que todo llegó hasta este punto. Cuando llegué a la compañía, todos me reconocieron por el famoso vídeo, siempre he sido bastante habladora y suelo tratar con calidez a las personas por lo que hice de amigos rápidamente. Sin embargo, para mi siempre fue más cómodo estar sola. ¿Por qué? Pues simplemente, cuando tienes una personalidad como la mía, te ves rodeado de personas todo el tiempo, no es que yo sea lo mejor de lo mejor ni nada por el estilo, soy común, pero suelo agradar a la gente, en especial porque logro hacerles reír con facilidad. Es así como comencé a sentirme ahogada. Todos querían estar conmigo todo el tiempo, así fue cuando estaba en la escuela, y la situación se repetía ahora. No puedo con esto, es demasiado. Necesito mi espacio. Era lo que siempre pensaba. Comencé a apartarme de la gente, explicándoles de buena forma que necesitaba un tiempo para mi, eventualmente, a pesar de llevarme bien con todos, la situación se revirtió y pasaba la mayor parte del tiempo a solas. Uno de esos días, una de mis compañeras de entrenamiento de origen Japonés se acercó a mi, preguntándome el porqué yo era tan solitaria, parecía preocupada. Pude notar en su forma de hablar y sus gestos que era una persona muy amable y gentil. Me sentí a gusto de inmediato con ella, y le conté cómo eran las cosas. Ella me escuchó con mucho respeto y atención, se me hizo extraño por un momento, ya que la gente únicamente me prestaba atención cuando querían oír una historia graciosa, nadie se detenía a preguntarme cómo me sentía. Parecía ser intuitiva, como si de algún modo, por mi forma de expresarme, ella supiera lo que estaba sintiendo, y aquello le preocupó. Agradada por su actitud y buenos modales decidí conocer un poco más de ella. Comenzamos a pasar más tiempo juntas, yo estaba sorprendida, tenía entendido que las chicas Japonesas en promedio eran realmente bajas, pero ni ella ni Sana ni Mina lo eran, de hecho Momo medía casi un metro setenta, sólo un par de centímetros menos que Tzuyu, la novata de Taiwán. Fuera de ello, era muy talentosa bailando, su cuerpo, envidiable, tenía un físico estupendo, piernas firmes y largas, abdomen marcado por el constante ejercicio por los movimientos de baile y su pasión por la actividad física, en general, más desarrollada que yo. Su mirada siempre captaba mi atención, era profunda, acompañada por una cálida sonrisa, haciendo que me sintiera cómoda y a gusto con ella. Mucho más por lo cariñosa que es. Al poco tiempo de conocernos ella comenzó a abrazarme, pero por alguna extraña razón, sus abrazos no eran como ninguno que haya sentido antes, eran especiales. Claro, se los daba a medio mundo, pero cuando estaba entre sus brazos sentía como si fuera un lugar cálido, donde podría reconfortarme cada vez que necesitara compañía y apoyo.

No fue mucho después que noté que no sólo me sentía así, además sentía una agitación cada vez que ella lo hacía, una sensación parecida a la que uno tiene tras ejercitarse. Mi corazón latía con fuerza. No entendía nada. Me agradaba tanto estar junto a ella, pensaba en ella cada momento en que no estaba a su lado, incluso llegué a soñar con ella. Recuerdo que uno de esos sueños, nosotras caminábamos juntas por el puente del Río Han, tomadas de la mano, la agradable brisa fría de otoño helando nuestros rostros. Ella se detenía de pronto, notando que yo no paraba de temblar, ya se acercaba el invierno y podía sentirlo cada vez más. Momo sonreía como solía hacerlo cada vez que me miraba de esa forma, como expresando todo su cariño y preocupación por mi, entonces abrió su abrigo y me abrazó. Yo metí los brazos por debajo de el, sintiendo la calidez de su cuerpo, apoyando cómodamente mi rostro en su pecho. Podía oír los latidos de su corazón que parecían ir a la par con los míos. Entonces desperté de golpe. No entendí en ese momento porqué todo aquello se me hizo tan agradable, porqué el estar con ella me hacía sentir tan... Tan especial, tan feliz. Pero de algo estaba segura, quería ser protegida y querida por Hirai Momo, para siempre. Estar a su lado y perseguir nuestros sueños juntas, sin importar las dificultades que se nos impongan. Fue entonces que uno de esos días en que yo no dejaba de pensar en todo aquello con una cara de idiota que me di cuenta de qué era lo que tanto me deprimía. En ese momento, no quería ni pensarlo, ni admitirlo. En mi mente, me esforcé al máximo para que todo sonara como un simple juego, un cariño de hermanas, algo sin mayor trascendencia. Pero solo me mentía a mí misma. Ese día, como muchos otros, Momo andaba algo distante conmigo, por alguna razón. Hablamos un tiempo y luego ella salió con el resto de sus amigas Japonesas. No podía exigirle nada, de todas formas había pasado tiempo conmigo y era lo justo. Pero tenía un sentimiento egoísta en mi interior, no sabía cómo callar mis pensamientos, no sabía cómo evitar que esto siguiera surgiendo en mi interior. Estaba mal, no debía ser, me repetí eso durante todo el entrenamiento, pero sólo logré deprimirme más aún. Moguri... ¿por qué has estado tan distante conmigo? Quizás no era así, pero lo sentía de esa forma. Habían momentos en los que ella se contenía a si misma, me abrazaba sólo por unos instantes y mantenía distancia casi todo el tiempo. Estaba acostumbrada a tenerla sobre mi todo el tiempo. Pensé que era porque estaba cansada, pero de cierta forma en mi interior sabía que no era cierto. Me sentí mal, sentí que estaba perdiendo todo aquello que en su momento había iluminado mi mundo de una forma nueva. De una forma que no estaba dispuesta a aceptar, pero que no podía seguir negando. Decidí ir a dormir. No quería seguir preocupando a las demás. Durante mi sueño, comencé a decir su nombre, una y otra vez inconcientemente. Cuánto la necesitaba. Un abrazo, un simple abrazo bastaría. Moguri, ¿dónde estás? Abrí mis ojos, y ella estaba allí a mi lado en la cama, con una mueca de burla, repitiendo mis palabras. Ese momento, aquel instante en mi vida se ha repetido en mi cabeza cada noche desde entonces, con ello he logrado dormir pacíficamente, y cómo no, aquella noche y sin que yo lo entendiera de momento, Momo había confesado sus sentimientos por mi. El día de nuestro primer beso lo recuerdo como si hubiese sido ayer, aunque ya ha pasado un tiempo, ¿creo que un mes? Jamás he sido buena con eso de las fechas, Mucho menos ahora que he perdido completamente la noción del tiempo con tanta presión por la competencia. Sólo sé las horas que pasan, a lo mucho si es Lunes o Martes, sólo recuerdo que fue después de que la expulsaran de Sixteen. Pero sin duda, fue uno de los momentos que más atesoro en mi interior. Sacudí mi cabeza, volviendo a la realidad, al hecho de que llevaba ya un par de horas pensando en todo y no lograba conciliar el sueño. ¿Qué diría Momo si supiera cuánto la he idealizado en mis pensamientos? Quizás se reiría, más porque no soy alguien que la gente suela tomar muy en serio. Pero lo cierto es, que ella me gusta, y mucho. No puedo evitarlo, y la extraño tanto que he estado este último tiempo pensando en nuestra relación, en que si podremos seguir adelante con todo esto. Es decir, si ahora estoy teniendo un tiempo difícil porque ella no está aquí, no sé qué pasará cuando me vuelva una idol, si es que logro llegar a eso, es decir, literalmente no tendríamos nada de tiempo para estar juntas. Suspiré, claramente, apenada por todo, y finalmente caí en un sueño profundo debido al cansancio que tenía. El día de la selección había llegado, la última competencia. Estaba nerviosa, no sabía cómo saldría todo. No tenía allí a Momo para darme fuerzas, pero en mi corazón podía sentirla, sus palabras de aliento, sosteniendo firmemente mi mano. Momento, ¿por qué siento como si en verdad estuviera sosteniendo mi mano?

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