Capítulo II

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Los lametones de un Husky por toda la cara, repitiéndolo una y otra vez al ver que su dueña no abría los ojos, hicieron despertar a Luna de su profundo y fugaz sueño.

Ladró y ésta vez, pasó su lengua por toda su mano.

— Qué sí, qué sí. Ya voy...

Se estiró por última vez bostezando a lo grande. Desganada y con el cuerpo pesado por el sueño, todavía sin poder bien, se levantó y empezó a vestirse en cuanto pulsó el botón de play para la música; Tenía que ir al instituto.

O como ella lo llamaba; La cárcel.

Una vez arreglada, se peinó meramente el cabello—No tenía mucho que peinarse, ya que lo tenía corto—y cogió la mochila a duras penas. Antes de salir por la puerta de su cuarto, le plantó un beso a su perro Mitty y bajó las escaleras, encontrándose a su madre también a punto de salir.

— ¿Te vas ya? ¿No desayunas?—Preguntó en cuanto la vio aparecer.

— No tengo mucha hambre— Respondió sin más, agarrando las llaves de un cajón pequeño—. Ya comeré algo en el instituto o le robaré a Isaac sus galletas.

— Luna, cielo...Deberías de comer algo.

— De verdad que no tengo hambre, mamá—Habló, sonriéndole con calma. Karen suspiró con desazón—. Tengo el estómago cerrado.

La mujer se colocó bien el bolso y con la mano en el manillar de la puerta, la abrió.

— Bueno, pero prométeme que picarás algo luego—Dijo, dejando que pasase ella primero—¡Y cuando llegue la hora de comer también!

La muchacha de ojos grises asintió sosegada y bajó los escalones junto a ella. Un poco más al frente, se hallaba el mejor amigo de Luna esperándola, Isaac. Habían sido amigos desde hacía un tiempo, pero esa amistad se fortaleció cuando sus padres se divorciaron y su padre, como consecuencia, se marchó y compró una casa en otro lugar.

Él estuvo ahí en todo momento y la ayudó a que se recuperase de semejante choque emocional. 

— ¡Hola, Karen!—Sonrió el joven rubio, con una gran sonrisa.

— Me alegra verte bien, Isaac—Devolvió el saludo. Sonrió a ambos y se dirigió hacia el coche mientras lo encendía con la llave—. Yo me voy ya, Luna. Pero más vale que os deis prisa si no queréis llegar tarde.

Su hija la miró confundida y sacó el móvil de su bolsillo para ver la hora, con parsimonia.

«¡Mierda!» Pensó al ver los números; Las siete en punto.

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— ¿Alguien sabría decirme la respuesta?—Preguntó la profesora en voz alta, paseando de un lado al otro cerca de su escritorio.

La clase estaba transcurriendo con total normalidad. Habían algunos que atendían, otros que hablaban entre ellos...Y la de cabello corto, que estaba mirando por la ventana. Había abandonado la clase desde los últimos diez minutos. 

No se podía sacar de la cabeza lo que le dijo su madre la anterior noche. Y todavía no habían encontrado a su compañera de trabajo.

Asimismo, ya habían pasado dos días sin saber tampoco nada de su profesor. Ningún otro maestro ni el mismo director comentaba cómo le iba.

Agnoticism |Creepypastas|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora