Capítulo IV.

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Narra Luna


Comencé a desesperarme al no saber qué hacer, poniéndome más nerviosa a medida que escuchaba los pitidos característicos de la máquina de pulsaciones. 

La puerta se abrió súbita y rápidamente al entrar los doctores con gran velocidad, exasperados. Ni siquiera sin inmutarse de mi presencia, fueron directamente a por Isabel y la retuvieron con toda la fuerza que podían. 

Me pasé las manos por la cara, en un gesto de gran inquietud. Llevé mis ojos a cada acción que hacían y por un instante, la mujer volvió a mirarme los ojos. 

En un simple instante, se formó un gran nudo en mi estómago.

— ¡Luna!

Pegué un bote al escuchar a alguien gritar mi nombre, observando cómo mi madre aparecía por detrás de Arthur, un compañero de su facultad. 

Vino directamente a por mí, pero yo sólo me podía centrar en los golpes que Isabel daba en la cama. 

— ¿Qué estás haciendo aquí?— Me preguntó. Su respiración era agitada, probablemente culpa de toda esa situación— Vete con Isaac ahora. 

Asentí con lentitud, marchándome en pasos cortos. 

Ensimismada, salí de allí sin decir ni una sola palabra más. Me había quedado sin palabras, y el pasmo que llevaba en mí parecía hacer que el tiempo fuese intimidantemente lento.

Tragué en seco. Mi pecho subía y bajaba con velocidad, hasta que abrí la puerta de mi habitación y vi a Isaac correr a mis brazos. 

— ¡Eres idiota!— Exclamó, abrazándome con fuerza. Hice un mohín al sentir el dolor en mi hombro, y se separó al notarlo— Lo siento...

— Is... 

— ¿Adónde narices has ido?— Interrogó, con el ceño fruncido. Sabía que estaba molesto por haberme ido sin avisar— No desaparezcas así sin más. 

— Lo siento, pero...— Murmuré. Cogí aire y me senté en la cama, más calmada. El rubio no dejó de mirarme ni un momento a la espera de que hablase, confundido— Tenía que aclarar algo. 

— ¿Aclarar el qué? 

— Recuerdas que te dije que creía que lo de Isabel tenía algo que ver con el asesino o lo que sea que esté rondando por aquí, ¿No? También nuestro profesor— No muy convencido de saber a dónde quería ir a parar, me asintió— Pues...Creo que tengo razón. 

Antes de responderme, mi amigo cerró los ojos con tranquilidad. Suspiró pausadamente, como si intentase mantener el equilibrio y la estabilidad emocional. 

Poco después, se sentó a mi lado y me miró. 

— ¿Has ido a verla...? 

— Sí... 

— ¿Y te ha dicho algo?— Dijo— ¿Alguna pista, o...? 

— Algo así— Contesté. Con delicadeza por el dolor, me tumbé en la cama mientras observaba al techo—. Ella...Bueno, ha dicho que tenga cuidado con ellos.

Is se cruzó de brazos.

— ¿Ellos? 

— Ni idea de a lo que se refería— Me encogí de hombros, moviendo mi pierna sin cesar—. Creo que intentó decirme quién era uno de ellos, pero empezó a convulsionar y ya no pudo decirme nada más... 

Agnoticism |Creepypastas|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora