Adela. Mejor conocida por Addy. Mientras observo su foto de registro me recuerda cada vez más a Leah Davis; ambas tienen la misma voluntad alimentada por el orgullo, y por tanto, indomables. La voluntad, tarde o temprano, se doblega... Pero, ¿y el orgullo? El orgullo de personas como Addy o Leah solo se alimenta con cada puñalada, con el sufrimiento.
-No crea que es tan dura -añade Claire.
-Lo es más que tú. Una chica sin formación militar te ha tumbado, Claire.
-Me tomó por sorpresa -espeta, osada-. Si me transformaran en mega-humana, eso no volvería a pasar y estaría a la altura de tu querido retoño.
-Lo sé.
-¿Entonces qué has decidido? -sus preguntas son claras y directas, denotan autoridad y dureza. La clase de preguntas que se practican en los interrogatorios.
-Paxton. Que se encargue él.
La sala donde ambos estamos reunidos está oscura, salvo por una luz blanca con bombilla de bajo consumo. Claire está sentada sobre la mesa mirando la misma foto que yo miro.
-Espero que la idea de ese traslado resulte eficaz -digo con un deje amenazador.
-Lo será.
-Subestimas a Leah Davis, Claire, no es una simple chica de instituto. Ella y sus amigos, Lucas Lombardo y demás, son bastante... incontrolables.
-Todos hablan de ese tal Lucas, ¿es tan fuerte como dicen? ¿más fuerte que Christian?
Asiento. Asiento porque eso es lo que se veía en la pruebas iniciales, pero después de todas las muertes de los agentes que han ido sucediendo en éste último mes comienzo a dudarlo; sé que se trata de Christian y no de Lucas, puede que se equivocaran en el diagnóstico, puede que Lucas y Christian sean parecidos pero no iguales.
-Lo dudo -dice ella, con una sonrisa.
-Claire, tú no estás aquí para desconfiar de mi palabra; estás aquí porque eres la única persona viva que conoce lo suficiente a Christian como para poder acabar con él. Para ello, Paxton se encargará de que den la orden para tu transformación.
-Estás pidiéndome que mate a tu hijo, lo sabes ¿verdad?
-¿Ahora vas a decirme que no quieres hacerle pagar por dejarte plantada por una cría estúpida que no hace más que fastidiar? -reprendo.
Esa es la otra cara de Christian, mientras todo esto ocurría, él mantenía una relación con Claire Beneddetto, a quien conoció estando en el ejército. Una vez que Leah apareció en su vida, todo cambió en él para mal hasta llegar al punto de la traición a su propia gente, a su propia familia.
Claire sonríe. En ella veo mucho parecido a mí, a ambos nos impulsa las mismas cosas, la venganza y las ganas de acabar con aquellos quienes nos han traicionado.
-A veces, Arthur -la chica se baja de la mesa de un salto, elegantemente, como si se tratara de una gata-. Las mujeres somos mucho peores en el sentido de la venganza y las ansias de poder, cuando nos sentimos heridas y menospreciadas, somos implacables. Te aconsejo que tengas cuidado con la posición que me das, si me gusta, no solo acabaré con Chris. Contigo también.
Sus palabras no me hacen temblar en absoluto; Claire es imprescindible, pero fácilmente controlable. Reconozco, y me cuesta hacerlo, que esas palabras de la boca de Leah harían más mella en mí que de la boca de Claire. Hay algo en esa chica, en Leah; un brillo en sus ojos que, con cada palabra que pronuncia, consigue que todo el mundo haga lo que quiere. Ella misma me lo dijo cuando la mantuve encerrada en el habitáculo de la central, me lo dijo cuando le pregunté sobre el dilema filosófico del tranvía: <<No importa a quien me lleve por delante mientras al final del camino estés tú>>. Palabras que me persiguen día y noche desde que se dieron lugar, palabras que resultan ser el monstruo de mis pesadillas, palabras que, aunque muera, cumplirá.
Miro a Claire con una sonrisa de suficiencia.
-No me amenaces. Tú solo eres un mero peón en mi tablero de ajedrez -la garro por su delgado, pero musculado brazo y la atraigo hacia mí-. Si vuelves a sobrepasarte, si vuelves a faltar mi respeto, si vuelves a encararme; tú serás la primera a la que saque a batallar. Y, ahora, sal de aquí.
Siento odio y al mismo tiempo admiración por la hija de Elle y Alistair; el por qué es muy sencillo: tras esa amenaza ella no mostraría el miedo que Claire está mostrando en ese momento, se mantendría impasible y rebatiría mi amenaza con elaboradas ironías. Es algo muy curioso admirar a tu mayor enemigo, a tu más peligroso rival, al que puede ser el causante de tu muerte. Esto no acabará con los dos vivos, de eso estoy seguro. Yo tengo al resto de los humanos y mega-humanos de mi parte, ella una manada de extraterrestres cuya naturaleza no les permite hacer daño; está claro que yo tengo las de ganar, y también está claro que he visto espectros combatir en su nombre. La guerra entre humanos y espectros se aproxima, y como dicen, en la guerra todo vale...
Salgo de la sala seguido por los guardaespaldas que aguardaban fuera.
-Busca a Paxton -le ordeno al de mi derecha-. Dile que prepare una conferencia y que sea emitida en los lugares que aún siguen en pie después de la explosión. Debemos preparar a los humanos, debemos convencerlos de que se sometan al suero que los convertirá en personas evolucionadas como vosotros. Que lo hagan si quieren sobrevivir a lo que se avecina.
El guardaespaldas, de pocos años, asiente con un leve movimiento de cabeza y se marcha en dirección contraria. El otro hombre, de edad más avanzada, se permite el lujo de poder mirarme a la cara y decir:
-¿No cree conveniente que usted también lo haga, señor? No puede convencer a la poca población que queda de que se someta a algo que podría salir mal si usted no lo hace también. Si su hijo es uno de los mega-humanos más poderosos a parte de Lombardo, usted también lo será; ¿no se trata también de genética? lo que haya en la sangre de Christian, también estará en la suya.
-¿Te he dado permiso para que me hables?
El hombre calla y baja la cabeza. No puedo tolerar que alguien que no fuera yo o uno de mis hombres de confianza sea más inteligente que yo y que me aconseje de como llevar las cosas. Miro el nombre del guardaespaldas en su uniforme gris: Rollo Emerett. Pues bien, Rollo Emerett tiene razón sobre lo que se debe hacer.
-Lo siento, no volverá a ocurrir.- Dice sin mirarme.
-No importa, te lo dejo pasar porque creo que lo que has dicho es cierto. Pero la próxima vez que te dirijas a mí sin permiso te arrepentirás.