*Leah.
Si hay algo en el nuevo y destrozado mundo que odio es la vigilancia nocturna, tener que mirar a un punto fijo durante horas sin apartar la mirada siquiera para descansar; así me lo había ordenado Kai antes de marcharse a inspeccionar los alrededores.
-¿Tienes frío? -me pregunta Chris.
-Estoy bien. -Respondo con sequedad.
-Vamos, Lee, no actúes de esa forma.
Sigo sin apartar los ojos de la entrada de aquel edificio gris medio destruido. Chris aseguró que estaban ahí, estaba seguro puesto que en su interior no dejaba de escuchar ruidos extraños. Siento el contacto cálido de su mano en mi espalda, ésta se desliza de arriba abajo animosamente para hacerme entrar en calor.
-Vi... Algo increíble en los recuerdos de Aer -dice-. Lo admiro, ¿sabes?
Por primera vez desde que la vigilancia había empezado, aparto los ojos del objetivo para mirar los suyos. No hay señal del ojo de serpiente, algo que extraño.
-¿El qué? -pregunto.
-En Golden lake, cuando estabais huidos. Unos hombres querían hacerte daño y estuviste a punto de morir, él te salvó.
-¿Lo admiras por eso? Ya he perdido la cuenta de todos aquellos que me han salvado.
-Lo admiro por el dolor tan inmenso que fue capaz de soportar para no dejarte caer, Leah. No conoces el dolor que sienten los Ouránios cuando tocan a un humano que no está marcado... Es algo horrible. Y eso me hace pensar en aquel pobre niño que torturé... Entiendo que todos los tuyos me odien, entiendo que quieran deshacerse de mí.
-¿Aer te permite decir eso?
Asiente. Sus ojos brillan en la oscuridad de la noche como dos estrellas.
-Hemos descubierto que tenemos muchas cosas en común. -Agacho la cabeza, abatida por echarlo de menos-. ¿Quieres verlo?
-¿Cómo? ¿Tienes un espejito?
Chris esboza una sonrisa y niega lentamente con la cabeza mientras se acerca y toma mi cabeza con suavidad entre sus manos. Con los pulgares cierra mis ojos con cuidado.
El rostro de Aer, su sonrisa, sus ojos tiernos, se forma en mis pensamientos como si se tratase de un fantasma que estuviese frente a mí; veo a través de él los techos de otros edificios, pero al menos, lo tengo delante.
-Para -consigo musitar.
Abro los ojos y me encuentro con el ceño fruncido de Christian.
-No puedo, creí que así sería menos complicado pero... no es así.
-Nos tienes a los dos Leah...
Tengo un inmenso miedo a que se apoderen de mis pensamientos porque sé que si lo hacen, perderé a uno de los dos. Sí, los tengo a los dos, pero ahora me doy cuenta de que solo amaba y amo a uno con la clase de amor que hace que se cometan tonterías como las que yo he cometido por los dos; las he cometido por los dos, esos innegable, pero solo por uno sería capaz de todo. El miedo a que lo descubran me atenaza más que el miedo que me genera Arthur.
Los ouránios creen en el destino, los humanos como yo no son de creer en esa clase de cosas; por eso me duelen mis sentimientos, porque solo siento por uno de los dos lo que debería sentir por ambos ahora que están juntos. Solo quiero tener a uno de ellos entre mis brazos y compartir con él todo lo que me quede de vida...
*Lucas.
Seraphine me sonríe justo cuando pasa frente a mí. Estoy sentado sobre un tronco frente a una hoguera que yo mismo había encendido con un solo chasquido de dedos, estoy pensando en todo lo acontecido, en las duras palabras que le dije a Kane y en las duras palabras que mi amigo Axx nos dijo. Lin está a mi lado pensando en lo mismo, puedo escuchar sus pensamientos llenos de rabia, angustia y tristeza; un calco perfecto de los míos.
Ni siquiera tengo fuerzas para devolverle la sonrisa a la chica fénix; y por eso sabe que me pasa algo.
-Lucas -dice desde lejos-, ven conmigo.
Su tono había adoptado dureza, y en su rostro ya no queda rastro de aquella dulce sonrisa.
Me reúno con ella dentro de la cabaña que me habían asignado a mí, a brett y a Axx. Está vacía, no hay nadie; a Brett lo había visto reunido con algunos ouránios practicando estrategias de lucha cuerpo a cuerpo fuera, pero a Axx no lo he visto desde ésta mañana cuando me dedicó aquellas duras palabras que me dolieron como un puñal.
-¿Pasa algo? -le pregunto, haciéndome el inocente.
Ella, sin nada de inocencia, me propina una fuerte y ardiente bofetada que quema mi piel. Por suerte, ésta se cura a los pocos segundos.
-¿Crees que no iba a enterarme? ¿te crees más listo que yo?
-Seraphine.
-¡No! ¡Cállate! -de su cabello cobrizo comienza a emanar humo-. Leah tiene mucha más importancia que tú para mí, Lucas, y si te interpones aunque sea con buenas intenciones y echas a perder todo lo que hemos conseguido te mataré. No se te ocurra decirme que no puedes morir, porque te recuerdo que lo único más fuerte que un mega-humano es un fénix, y que nosotros, también leemos la mente.
Pasa por mi lado. Puedo sentir todo el rencor que alberga hacia mí en su interior por haberla mentido.
Reconozco sentirme fuera de lugar, me siento más solo que nunca; sin Liana, sin Leah, sin Aer... ¿quién me queda? ¿mi primo? hacía tiempo que no hablaba con él, él no ha sido un fugitivo como yo ni ha pasado por lo mismo que Liana. Supongo que por eso necesito tan desesperadamente a mi mejor amiga, a mi segunda hermana, a la persona más importante en mi vida en estos momentos, y auqneu entiendo la postura de todos los demás y sus ganas de recuperarlos, sé que la solución al problema no es evitarlo.
Dos fénix de gran altura irrumpen en la cabaña y me agarran por los brazos con fuerza.
-¿Qué hacéis?
-Seraphine nos ha pedido que os encerremos. -Me contesta el de cabello rubio.
-¿A quiénes?
-A todos los que os juntasteis en el valle para acordar vuestro viaje a La tierra. Ni siquiera tú podrás salir.
-No podéis.
-Lucas, sí podemos. El destino de éste planeta, nuestra y vuestra supervivencia, la vida de Leah y Aer dependen de Seraphine y de los fénix, no de vosotros. Medio planeta tierra ha quedado diezmado por obra de un ouránio y un mega-humano, no volverá a pasar. Estaréis encerrados hasta que todo acabe.