Nada más verme me atraparon, ese era el plan, que me atraparan. A estas alturas, Christian ya debe de saber que me han cogido. Me encerraron en una sala y sujetaron mis manos con correas para que no escapara, luego, me dejaron sola.
Cuando la puerta se abre, no es ningún hombre de Arthur con su uniforme negro, sino de una mujer joven con rasgos parecidos a los míos, pelo oscuro, piel morena y ojos castaños.
-Tú debes de ser... Leah.- Dice con una media sonrisa y un tono de burla y superioridad.
No contesto.
-Soy Claire. Una vieja amiga de Arthur y, puede que no te interese saberlo, la ex de Christian -la mujer se ríe de mí en mi cara-. Es bueno en la cama ¿verdad?
Tras unos de segundos esperando mi respuesta, Claire parece incomodarse ante mi silencio y mi mirada cargada de odio y rabia.
-Puedes hablar, de mujer a mujer.
Sigo sin abrir la boca para mediar palabras con Claire, no me interesa y sé que lo que ella quiere es que entre en el juego, no pienso darle esa satisfacción. Eso sí, no aparto mi mirada de la suya, desafiante.
Claire se sienta al otro lado de la mesa y me mira con su media sonrisa arrogante. Al rededor de las palmas de sus manos, las cuales tiene apoyadas en la mesa metálica, se forma un círculo anaranjado que va en aumento; cuando el círculo ya casi va por la mitad de la mesa noto como por mi parte está algo caliente.
Mis manos están encadenadas a la mesa, por tanto, noto como el calor aumenta considerablemente en mi piel. La piel de mis brazos empiezan a tensarse y el humor tiene un desagradable olor a piel quemada.
Claire sonríe mientras ve como me quemo y como aguanto las ganas de gritar. La mesa se tiñe del abrasante color anaranjado, dejándola al completo al rojo vivo.
-Tan rápido como la he calentado puedo enfriarla, tú decides, te quemas viva o contestas a is preguntas.
-Ni lo uno -consigo articular a pesar del dolor-, ni lo otro. No puedes matarme porque Arthur te mataría así que... o me sueltas, o te mato yo, tú decides.
Claire ríe de una forma siniestra y aparta sus manos de la mesa, vuelve a ponerlas y esta vez la mesa fue enfriándose con rapidez. Se levanta de la silla y camina hasta mí con la llave de las esposas, me suelta, no me lo esperaba.
-Adelante.
Al ver que no me muevo de la silla, da una fuerte patada en ella tirándome de ella. La patada fue tan fuerte que acabo en el otro extremo de la habitación, miro mis brazos, llenos de ampollas y enrojecidos.
Recuerdo cuando Darlis me sacó a pelear con uno de sus hombre hace meses, recuerdo todo lo que me dijo, recuerdo que me dijo que no me levantaba mi voluntad, sino mi orgullo y que por eso siempre voy a perder.
Me levanto, sé que perderé, pero no por los argumentos que Darlis una vez me dio, sino porque Claire ha probado la dulce sensación del poder y la fuerza, es una mega-humana y yo no tengo la fuerza física necesaria para vencerla. Claire pierde la sonrisa y corre hacia mí, dispuesta a estamparme contra la pared que tengo justo detrás, me aparto y es ella quien se topa directamente con dicha pared, la brecha que se abre en su frente y sangra sin parar no se cura, lo que me da a entender que es mortal. Solo existen dos mega-humanos inmortales, y por suerte, están de mi lado.
Claire es como un toro, embiste si parar a pensar en el movimiento que hará su contrincante.
-Vaya... al menos eres rápida.
Camina dos pasos tambaleante antes de volver a correr hacia mí y abalanzarse sobre mi cuerpo, ambas rodamos por el suelo y ella queda sobre mí, con sus manos apretando mi cuello.
No puedo apartar sus manos, tiene más fuerza que yo y apenas me queda oxígeno en los pulmones. Intento pensar con claridad, veo mis manos quemadas rodeando sus muñecas y su cara muy cerca de la mía. Aparto mi mano derecha de su muñeca y con la punta de mi dedo índice y corazón golpeo el interior de sus ojos, sus manos de aflojan y es entonces cuando consigo apartar sus manos de mi cuello. Le propino un puñetazo en la cara que me duele más a mí que a ella.
Me levanto y corro hasta la puerta. La muy estúpida la dejó abierta al entrar, me había fijado.
Los pasillos en los que me encuentro no son ni de lejos como los de la antigua central de la C.R.E, corro mientras Claire me sigue de cerca, en su mano izquierda se forma una bola de electricidad azulada. Las luces del pasillo y, seguramente, las de todo el lugar se apagan cuando ella lanza la bola hacia mí. Me gustaría decir que consigo esquivarla, pero sería mentir, la bola eléctrica me da de lleno. Las luces vuelven a iluminar el pasillo, intento ponerme de pie para seguir huyendo pero casi no tengo fuerzas y, Claire, consigue agarrarme por uno de mis tobillos y lanzarme contra el techo.
Mi espalda rompe una lámpara cuyos trozos de cristal caen sobre mí en cuanto yo caigo violentamente al suelo.
-No me caes nada bien, Leah Davis -dice la mujer, con rabia.
Lo último que veo antes de perder el conocimiento es la zuela de goma de la bota militar de Claire caer sobre mi cara.
Un golpe, dos, tres... hasta ocho golpes, número de bofetadas que me propinan para que vuelva en mí.
La primera y única cara que veo no es la de Claire, ni la de Arthur, es la de alguien conocido, un traidor: Paxton.
-Ni flaca, ni golpeada llegas a ser fea, Leah -dice con una sonrisa artificial.
-Tú en cambio has desmejorado desde la última vez que te vi, Paxton. Supongo que tu amigo o... algo más está igual que tú.
-¿Por qué no le preguntas a tu amiga lesbiana qué tenemos en común Arthur y yo? No, espera, ella escapó y tú no.
-¿Qué le hicisteis? -pregunto con rabia, negándome a mí misma lo que Paxton había insinuado.
La sonrisa de Paxton es casi más terrorífica que la de Claire y Arthur, estoy ante un verdadero enfermo mental, un sociópata, un megalómano, alguien que hace las cosas por placer y no por ambición como Arthur y la ex novia de Christian.
-Seguramente su padre le hizo lo mismo que le hicimos Arthur y yo y por eso se hizo lesbiana, personalmente, creo que es un desperdicio, hasta sucia y mugrienta es apetecible.
Quiero darle una patada, pero estoy en una camilla, atada de pies y manos y no siento nada.
-Estás sedada de cuello para abajo -saca del bolsillo de su pantalón militar una jeringa con un líquido negro-. Mira esto bien, no es para ti, este líquido negro está en nuestras balas ahora ¿sabes por qué?... -su sonrisa se ensancha- esto matará a tu amorcito y a lo que queda de los mellizos Lombardo. ¡Vaya por donde! han dejado de ser inmortales de un minuto a otro, lo que hace la ciencia ¿verdad? -Paxton seca una lágrima que se escapa de mi ojo derecho-. ¿Sabes lo que va a pasar ahora? mataremos a Christian, atraeremos a tu madre y a tu amiguito a La tierra, los mataremos, te mataremos a ti después y luego reduciremos Spectrum y a todos sus engendros a cenizas.