**Algiers - Remains / multimedia**.
La chica paseaba, desquiciada por la pequeña celda dónde estaba encerrada; no debía medir más de dos metros cuadrados, toda una tortura en la que casi no podía ni respirar ni dormir; porque, su cama, era un montón de cartones amontonados. Se sentía sucia y despreciada por la humanidad, y eso, le daba fuerzas, sus fuerzas se alimentaban del odio infinito que iba creciendo poco a poco dentro de ella como una telaraña; le permitían bañarse sólo una vez a la semana y se alimentaba de pan y agua de lunes a viernes y los sábados y los domingos del peor estofado jamás hecho.
Su cabello grasiento, antes de colores, olía a alcantarilla; puesto que, su celda, había sido creada sólo para ella en una mugrienta y apestosa alcantarilla llena de ratas.
En un mes, la herida de bala de su hombro se había infectado al menos cuatro veces; en un mes... había sido violada al menos unas veinte.
A veces, se arrepentía de lo que hizo hace un mes; de haber ayudado a Leah Davis, a Christian Mason, Brett Lombardo, Lin, Axx... los había ayudado y ellos, la habían abandonado, dejándola en manos de Arthur M. Green, quien la torturaba cada día para sacarle información y que hackeara todos los dispositivos del mundo para que la C.R.E los controlara. Todos los días era torturada por una razón y, todos los días ella se negaba por sus principios.
Adela estaba sentada con la espalda apoyada en la sucia pared y las piernas cruzadas cuando la puerta de su celda se abrió, dando paso a Arthur y a Paxton; ambos sonrientes, felices, orgullosos de sí mismos...
-Hola, Adela -dijo el primero-, ¿Cómo te encuentras? ¿Piensas hacer los que te pedí ayer a ésta misma hora?
Adela no miró a Arthur, no le contestó, ni se inmutó por su presencia siquiera; la chica se limitó a ponerse en pie y a mostrarle sus puños unidos para que éste le pusiera las esposas para disponerse a torturarla en vano.
-Parece que te va lo duro -se burló Paxton, metiéndole mano a la chica en sus zonas más íntimas.
Adela respondió con un espeso escupitajo que llegó a parar al ojo derecho de Paxton, el cual, se lo limpió con desprecio con el dorso de la mano. Paxton, humillado, le asestó un fuerte puñetazo en la cara que la hizo trastabillar y caer al suelo con violencia.
-Ahora, sí que la has fastidiado, querida Addy.
Ambos hombres la sacaron a rastras de la celda donde la mantenían cruelmente encerrada, una vez en el interior, con la mejilla pegada a una rata muerta aplastada, vio otra puerta similar a la suya; aunque esa puerta tenía algo que la de su celda no poseía: una rendija. Por ella, vio los grandes ojos claros de lo que parecía un chico. El cual, se apartó de la rendija en cuanto Arthur cogió a Addy por los cabellos teñidos de negro y la levantó con fuerza, Paxton decidió divertirse y le propinó una fuerte patada en el estómago que casi la lanzó por los aires.
Addy, dolorida, no bajó la mirada, ni se acobardó. La chica, valientemente, se encaró a ambos hombres, que se bajaban los pantalones al unísono con una sonrisa llena de malicia.
Addy, haciendo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban, echó a correr por la alcantarilla hasta llegar un punto tan oscuro como la boca de un lobo. Siguió corriendo sin parar, olvidándose del terror que le tenía a la oscuridad, y cuando creía que podría escapar, la culata de una escopeta impactó contra su cara. Una mujer joven, de unos veintitrés o veinticuatro años se rió de ella y la inmovilizó con una llave militar que la dejó con media cara hundida en el agua estancada y apestosa de la alcantarilla. Las risas de Arthur y Paxton llegaron hasta ellas.
-¡Claire! -exclamó Arthur, feliz-, que alegría volver a verte.