**Evanescence - Bring me to life**.
No puedo evitar dejar de mirarlos mientras duermen, aunque solo vea a uno de los dos. Una gruesa lágrima resbala por mi sien, aunque realmente ni siquiera sé por qué estoy llorando realmente.
Supongo que lloro por Christian, porque resultó ser mejor persona de lo que todos creíamos, porque no tiene nada que ver con lo que representa su padre, son personas totalmente diferentes la una de la otra y todos lo podían ver. Las cosas que Christian hizo lo condenaron a ojos de Axx, Lin, Lucas... Pero ninguno de ellos puede negar que si no hubiese sido por él todos estaríamos muertos.
-Hey -digo. Sería de mala persona despertarlos, pero necesito que me miren, necesito ver en él a Aer también... A veces, me da la sensación de que me estoy olvidando de él; y me niego-. Abre los ojos.
Seguramente, Kai, quien está fuera del pequeño almacén donde dormíamos nosotros, me esté escuchando.
Los párpados de Chris se elevan y ahí veo a los dos: A Aer y a Chris, mirándome.
-¿Estás bien? -pregunta.
Me abstengo de respuestas que no iban a ninguna parte y beso sus labios, los cuales son muy diferentes a los de Aer al igual que sus besos. La incipiente barba de Chris me cosquillea la barbilla, pero, en ese momento, no me importa nada más que el cuerpo de Christian y el alma de Aer en algún recóndito lugar de su interior.
Los tomo por sorpresa y no saben como reaccionar. Tal vez Christian si sepa, pero sus movimientos se ven coaccionados, seguramente porque a Aer no le entusiasma la idea de lo que pueda llegar a pasar esa noche.
-¿Qué pasa? -pregunto en un susurro desesperado.
-No es el momento, Lee.
-Claro -musito-, comprendo.
Me doy media vuelta sobre la cama hasta darle la espalda y que no me vean llorar. Estoy sensible, supongo. Y es normal, no soy la única que se siente así después de lo que yo y todos los que han estado a mi lado han pasado. Todos estamos en la misma situación.
La palma de su mano acaricia mi brazo con suavidad.
-No es cosa mía, Leah. Es cosa suya.
Cierro los ojos con fuerza para retener las lágrimas. Los mantengo así tanto tiempo que finalmente acabo quedándome dormida.
Estoy sola, caminando por un largo pasillo. Miro mi ropa y llevo puesto un pijama blanco como el llevaba en las instalaciones de la C.R.E.
Vuelvo a estar en el mismo infierno en el que estuve hace unos meses, y es horrible. No voy a mentir, tengo miedo, mi peor miedo es volver a estar recluida bajo las murallas de Arthur M. Green, bajo el dominio de un dictador que lo único que busca es el reinado sobre dos planetas, un megalomaniaco.
-¿Conoces el dilema del tranvía? -me giro, dispuesta a encarar al dueño de aquella voz.
Es entonces cuando ya no estoy en el pasillo, sino dentro del habitáculo, y Arthur M. Green, fuera de él mirándome con una sonrisa cínica.
-Sí, lo conoces, me lo contaste aquella vez que estuviste ahí dentro, encerrada. -El padre de Christian sonríe con malicia y se pasea rodeando el habitáculo vestido con un traje caro y las manos a la espalda-. Recuerdo que me dijiste que, con tal de acabar conmigo, te llevarías a cualquiera por delante.
Arthur señala a un punto donde Aer y Christian se encuentran, por separado, ante mí fuera del habitáculo.
-¿A quién de los dos estás dispuesta a perder?
-Para. -Digo.
-¿Aer o Chris?
De la nariz de Christian comienza a emanar sangre, y de los ojos de Aer igual.
Intento con toda mi alma cerrar los ojos para no ver lo que tengo ante mí, pero una fuerza muy superior a mí me lo impide.
A medida que ambos perdían sangre, yo me derrumbaba. Pierdo fuerzas y ganas mientras me dejo caer al suelo llorando sin parar al tiempo que Aer y Christian van muriéndose desangrados ante mis ojos sin yo poder hacer nada más que escuchar las horribles carcajadas de Arthur M. Green.
Es Christian quien cae al suelo primero y recuerdo el momento en que le dispararon por salvarme la vida y yo lo creí muerto.
-¡Nooo! ¡Para!
Abro los ojos con la respiración acelerada y el corazón desbocado. El rostro preocupado de Christian.
-Ha sido una pesadilla -dice, acariciando mi pelo y dándome un beso en los labios-, tranquila. ¿Con qué has soñado?
-Con nada.
-Leah, cuéntamelo.
-He soñado con tu padre.
Chris suspira estrechándome entre sus fuertes brazos.
-Te prometo que, sea lo que sea lo que hayas soñado, no se cumplirá.
Sus palabras me reconfortan, me relajan, me convencen para volver a cerrar los ojos y controlar mi respiración y mi corazón. Arthur... El origen de mis pesadillas y mis miedos, me da tanto coraje tenerle miedo a alguien como él, aunque el miedo que le tengo no es precisamente por mí, sino por las personas que quiero y que pueden sufrir por mi culpa.
-A estas alturas ya me da igual Arthur, solo quiero irme de este puñetero planeta y vivir tranquila y en paz.
Se mantiene callado, compartiendo sus pensamientos con Aer y, por su expresión, sé que son totalmente contrarios a los míos. Ambos, siendo uno solo, comparten el mismo sentimiento, el mismo pensamiento; y ese es acabar con la miserable vida de Arthur M. Green para siempre. Yo también lo deseo, pero siento que eso ya no es lo primordial en mi vida.
Arthur ya me había arrebatado mucho y no quería darle más oportunidades para que me siguiera arrebatando a más seres queridos y más resquicios de mi humanidad. He dejado de ser una persona y he llegado a convertirme en un monstruo sanguinario por su culpa. No quiero eso, quiero seguir siendo Leah Davis.
-Descansemos -dice-, ya mañana será otro día. Pensaremos en lo que vamos a hacer, Leah, aunque no olvidemos que debemos ayudar a Addy, ella está en esa situación por nosotros y no es justo que la abandonemos.
-Yo no he hablado nada de abandonarla, quiero ayudarla tanto como tú.
-Eso es mentira, puede que no te lea la mente pero la extraña y perturbadora habilidad de Aer de sentir lo que los demás sienten me permite saber muchísimas cosas, y tú, mientes con respecto a eso. Sí, quieres ayudarla, pero no lo deseas.
-No puedes culparme.
Esboza una media sonrisa, con el dedo índice de su mano derecha roza juguetonamente la punta de mi nariz.
-Nadie te culpa, cariño.
-Pues lo parece.
-Sentimos que lo haya parecido, Lee. Ahora descansemos ¿sí?, mañana debemos pensar y hacer muchas cosas y tenemos que estar totalmente descansados y al cien por cien alerta.