01
Sólo me quedan once libras para llegar a fin de mes. De haber sabido cuán caro realmente era Londres, tal vez hubiese elegido otro destino para mi aventura.
Me quedan sólo once libras y estoy durmiendo en un colchón inflable. Y creo que hasta dedicarme a comer caldo por lo que me quede de tiempo aquí puede resultarme demasiado caro.
Me corrijo: no me quedan once libras para llegar a fin de mes.
Me quedan once libras hasta que se termine mi aventura. En un mes se termina el alquiler de este apartamento que pagué por adelantado. Por suerte.
Tal vez debería explicar cómo me metí en ésta situación. Así que presten atención.
Hasta hace unos tres días, mi nombre era Emily Abbott.
¿Les suena? No me sorprende. Sí, ésa Emily Abbott. La hija de Michael Abbott y Janet Greene. Exacto, el senador Abbott y la escritora de fama mundial. Así que sí, pertenezco a la Familia Abbott.
Y para los que no sepan quién soy (o mejor dicho, era), el hecho de que lo haya escrito en mayúscula debería decirles cuán importantes son.
Crecí rodeada de lujos. Servicio doméstico, varios autos, casas de veraneo, ponies, las mejores escuelas, y los peores amigos. Porque cuando naces en una familia como la mía, los buenos amigos son un lujo. En realidad siempre son un lujo, pero generalmente no tan difíciles de hallar.
Desde el jardín de niños, todos mis amigos fueron los hijos de gente influyente y poderosa, grandes políticos, actores, diplomáticos, o lo que sea. Todos teníamos ponies cuando cumplimos los diez años. El mío se llamaba Pegamento. Sí, es un nombre tonto, pero tenía diez años y me hacía gracia.
A los doce años, todos teníamos teléfonos móviles. Y guardaespaldas.
A los trece, ya había varios que fumaban a escondidas, para desafiar a sus padres.
A los quince entré al equipo de debate de la escuela. Era muy buena, y mi madre aún guarda todos los trofeos que gané. Ese año arrestaron a un chico conocido por posesión de drogas. El mejor amigo de su padre era el fiscal general, y ni siquiera tuvo que pasar una noche en la cárcel. Lo arreglaron en servicio comunitario sin que nada figurase en su historial. Menos de un año después, ese mismo chico se convirtió en el camello oficial de la escuela.
A los dieciséis, tuve mi baile de presentación. El presidente estuvo allí, pero una chica de mi grupo de amigos no. Su padre fue condenado por algún cargo de lavado de dinero, y toda su familia se mudó de estado. Tiempo después salió bajo fianza y volvieron aquí, y entonces fue como si nada hubiera sucedido. Lo llamaron "sus vacaciones en el extranjero", y nunca volvieron a hablar de ello.
Cuando tenía diecisiete años, otra chica quedó embarazada de un encuentro casual con el hijo de otro personaje importante. Sus padres la "mandaron a Europa" durante un verano para solucionar el problema, mientras hacían campaña contra el aborto.
A los dieciocho, entré en una de las universidades más prestigiosas del mundo para estudiar leyes. El camello entró también.
A los diecinueve, comencé a hacer prácticas profesionales en la firma legal de mi tío Billy Abbott: Abbott & Asociados, con sucursales en Europa y Asia. Recuerden esto, porque será importante. Pasé todo mi verano moviéndome entre papeles perdidos y programas de contabilidad, y facturando horas para abogados cuya verdadera pasión era el golf. Pegamento murió ese año, y aunque no lo crean, fue un golpe muy duro.
A los veinte, hice exactamente lo mismo que a los diecinueve. No me uní a ninguna fraternidad ni fui a fiestas. No estaba aconsejado, sobre todo si la idea era que ocupase el lugar de mi tío a la cabeza de la firma cuando él se retirase.
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De Princesa a Plebeya COMPLETADA
Chick-LitEmily Abbott es una chica que lo tiene todo. Es elegante, culta, joven, hermosa, y rica. Increíblemente rica. Su familia está compuesta por la aristocracia estadounidense más antigua: sus abuelos poseen una firma de transportes marítimos, su madre e...