Capítulo 18

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18

Tengo los ojos rojos e hinchados de tanto llorar anoche. Después de lo que sucedió, ni siquiera estoy segura si debería o no seguir adelante con el plan.

No estoy preparada para enfrentarme a Colin, y no lo estaré hasta que me sienta dispuesta a contarle toda mi historia, toda mi verdad. El problema real no es eso, sino que yo no estoy lista para aceptarlo. Aún me resulta muy doloroso, como una herida a la que se le echa sal y no logra cicatrizar.

Mi expresión habla por sí misma. Nadie me molesta mientras estoy en la oficina, y no se animan a hablarme más allá de lo absolutamente necesario. No porque no quieran, Martha ha intentado animarme un par de veces, pero simplemente con mirarla entendió el mensaje: quiero estar sola.

En cuanto es la hora, recojo mis cosas y me marcho a casa.

~*~

Al final de la semana aún no he cambiado de actitud, y puedo notar que los demás están impacientándose un poco. Lo entiendo, no es agradable que tu secretaria esté todo el día con cara de chupar limón, pero es que honestamente, no puedo evitarlo.

No he recibido noticias de Colin, lo cual es esperable. Tuve que mentirle a Sam y decirle que me había agarrado un resfriado, y como recién había terminado de llorar, mi voz le daba cierta validez a la historia. Ahora mismo me encuentro encorvada sobre mi escritorio mirando de reojo la pantalla del ordenador, casi como si estuviera desafiándolo a mostrarme algún correo nuevo. Por suerte, el aparato sabe que no debe tentar a la suerte, y se queda en silencio. Tampoco es demasiado pedir, ya que los clientes casi han desaparecido de la firma. Aún a través de mi mal humor, puedo notar que las cosas están peligrosamente tranquilas. Por lo que sé, que no es mucho ya que no he estado prestando demasiada atención, aún no tenemos un nuevo abogado. Eso significa que las cosas van a empeorar mucho antes de mejorar, si alguna vez logran hacerlo.

Al igual que durante estos últimos días, la recepción está tan vacía que parecería que el lugar está cerrado. Es más, creo que es el momento ideal para que un grillo comience a cantar, pero es que ni siquiera hay grillos. Me parece que Londres es demasiado húmedo para tener grillos.

Tal vez David decida cerrar temprano. Últimamente ha estado haciéndolo, aparentemente resignado a que éste es el momento final. Como son las cuatro, me acerco hasta su oficina para preguntarle si, tal vez, podría irme un rato antes. No me siento con ánimos suficientes para quedarme aquí.

Sin embargo, en cuanto me acerco a su oficina, noto que la puerta está entreabierta, y David está hablando con alguien. Dudo si entrar o no, no vi a nadie llegar a la oficina, cuando una luz se enciende en mi cerebro y me doy cuenta que, en realidad, David está hablando por teléfono. Y por cierto, está de un humor mucho peor que el mio.

-No, Rose... Ya sé que la educación de Anna es importante, pero no puedo... ¡Simplemente no puedo hacer eso! No puedo abandonar la firma... ¡Por supuesto que me importa nuestra hija!... Rose, detente un minuto por favor. Detente. Rose, basta. No voy a declararme en quiebra. No voy a tirar por la borda todos estos años de esfuerzo... Está bien. De acuerdo, haré eso, pero no me pidas nada más. Lo siento, Rose... No. Les avisaré. Adiós.

En cuanto escucho que David cuelga el teléfono, salgo disparada hacia mi escritorio. No me siento con muchas ganas de convertirme en carne de cañón para su próxima bronca, así que me escondo detrás de la pantalla de la computadora. De todas formas, es sólo una cuestión de minutos antes de que mi jefe salga de la oficina, y con la voz ligeramente ronca, nos llame para reunirnos en la sala de recepción.

-Buenos, damas y caballeros. Tengo dos noticias para darles. La primera, es que acabo de hablar con Rose, y mañana por la tarde celebraremos el cumpleaños de Anna en casa de su abuela, es decir, mi suegra.

De Princesa a Plebeya     COMPLETADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora