Capítulo 11

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11

Un rayo de sol que entra a través de una rendija me da directamente en los ojos hasta que logra que me despierte. No sé qué hora será, pero resulta que, finalmente, ayer sí logré volver a dormir.

Me siento resacosa, que es tal y como me siento cada vez que me quedo despierta después de las dos de la mañana. Ya lo sé, soy una completa perdedora, pero ésto es lo que consigo después de una vida de no ir a fiestas ni salir con amigos: hábitos de sueño tan firmes que la sola intención de romperlos ya me trae consecuencias.

No me siento con fuerzas suficientes como para pensar en el día que tuve ayer. No estoy lista para analizar ni la cita con Sam, ni la experiencia reveladora con Colin, así que tras dos extensos segundos de pensarlo bien a fondo, decido hacer lo que ya me dio buenos resultados. Huir.

Pero no para siempre. Oh, no. El que no quiera lidiar con mi nueva vida ahora no significa que quiera abandonarla para siempre. Aunque sea intensa, es muchísimo mejor que lo que tenía antes.

Decido que una escapada de fin de semana es lo ideal. Tras tomarme dos vasos de agua para sacarme esa sensación pastosa de la boca, meto en mi bolso pequeño lo suficiente para sobrevivir un par de días fuera de casa, tomo todo el dinero que tengo guardado junto con mis documentos, y me dirijo a la estación de trenes de King's Cross. No me es muy difícil llegar, y en cuanto estoy allí, me dirijo hacia las ventanillas que venden los boletos.

-Disculpe -le digo a la mujer que se encuentra del otro lado del cristal -, ¿cuál es el próximo tren?

-El próximo tren parte dentro de quince minutos hacia Brighton.

-Perfecto. Un boleto, por favor.

En cuanto tengo el boleto en la mano, me dirijo hacia la plataforma indicada. A medida que camino, veo que entre las plataformas nueve y diez, una familia está sacándose fotos con el carrito de Harry Potter. En un impulso, corro hacia una tienda que venden recuerdos y compro una máquina de fotos de esas que, en cuanto haces el disparo, la foto se imprime. Vuelvo hacia el carrito y le pido a la familia que estaba yéndose si por favor, no me tomarían una foto. Tengo suerte, lo hacen encantados, y yo poso como si realmente estuviera a punto de tomar el tren hacia Hogwarts.

Aunque mi aventura sea otra.

Subo al tren justo a último momento, me acomodo en un asiento junto a la ventana, y miro la foto que me tomaron. Me veo feliz, sonriendo, y en un impulso decido que a partir de ahora, tomaré todas las fotos que pueda y anotaré las fechas en las que las tomé.

El viaje a Brighton es muy tranquilo, y bastante corto: apenas una hora y media. Me dedico a dormir durante un rato, y cuando estoy despierta, simplemente miro por la ventanilla. En un momento dado, me levanto de mi asiento y camino un poco para estirar las piernas. Paso junto a un montón de asientos vacíos, y casi de casualidad, encuentro una revista turística abandonada sobre uno de ellos. Sin que nadie me vea, la tomo y la llevo conmigo para planificar qué haré a continuación. De acuerdo con la revista, lo más interesante en Brighton son sus playas, la marina, y algunos edificios más. Decido que lo primero que haré será buscar un hotel decente, dejar mis cosas, y dedicarme a recorrer la ciudad.

En cuanto bajo del tren y recorro un par de calles, descubro un pequeño hostal encantador. Me atiende su dueña, una adorable ancianita, que me instala en una habitación con papel tapiz de rosas y me explica cómo funciona la ducha, que es muy antigua. En cuanto me dice que debo tener cuidado pues el agua suele salir muy caliente, siento verdaderos deseos de abrazarla. ¡Un baño de verdad! ¡Por fin seré capaz de salir de la ducha sintiendo los dedos de los pies!

En cuanto termina de explicarme todos los detalles, sigo a la mujer hacia la recepción, donde toma un mapa y me señala, explicándome uno por uno, todos los lugares de interés turístico.

De Princesa a Plebeya     COMPLETADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora