Capítulo 8

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08

El ánimo es tan sombrío en la oficina después del incidente, que al final del día decido irme al bar de Colin por un trago. No suelo beber mucho, pero creo que en ésta ocasión me merezco algo de alcohol, y además le había prometido que pasaría. Después de todo, tal vez tenga con el irlandés la suerte que no tengo con ese abogado maldito.

Honestamente, pensaba venir sola, pero en cuanto Martha se enteró, insistió en venir conmigo. Dice que es mucho más divertido emborracharse en compañía, así que ahora estamos las dos de camino al 4-Leafe. Naturalmente, y como no podía ser de otra manera, llueve a cántaros. Debería haber pensado en eso antes de venir a Londres, o por lo menos debería haberme comprado un paraguas nuevo. En cambio, en cuanto cruzamos la puerta del bar, estamos tan pero tan empapadas que parecería que nos metimos vestidas en la ducha.

La gente se corre para dejarnos pasar, y lentamente nos abrimos camino hasta la barra. Busco a Colin con la mirada pero no lo encuentro, y en lugar de verlo a él, veo a una mujer rubia charlando alegremente con todos los clientes que se le acercan, y nosotras no somos la excepción.

-¡Hola! - nos saluda alegremente - ¿Qué les sirvo?

A punto estoy de abrir la boca, cuando Martha se me adelanta y le pide dos cervezas.

-Pues la verdad que hubiera preferido un café, con la que está cayendo.

-Tú cállate, que como hoy no me emborrache esto se va a poner feo.

Asiento sin decir palabra, y en menos de un minuto ya tenemos frente a nosotras dos botellas de cerveza. Creo que ninguna sabe bien qué decir, porque la rubia se planta frente a nosotras y nos mira fijamente.

-Vamos a ver chicas, ¿problemas de pareja?

Martha la mira en silencio mientras yo respondo

-No, de trabajo.

-Ah, peor entonces. Es más sencillo encontrar un buen hombre que un empleo decente. ¿Y se puede saber qué ha pasado?

-Muy simple -le respondo-, el empleo decente se ha ido al demonio por culpa de un hombre indecente.

-Ah, pero cariño, que ésos son los mejores y todas lo sabemos.

Antes de que siquiera pueda pensar en responder, la chica se da media vuelta y se marcha a atender a unos oficinistas que la llamaban.

-Tal vez te estás confundiendo Mia, pero estamos aquí porque una mala bruja lo quiso, no por culpa de un descerebrado.

-No sabes cuánto me gustaría darte la razón, pero la cuestión aquí es que no es así. ¿Recuerdas lo que te conté, del hombre que me llamaba? Que tu me aconsejarte aceptar la cita y darle una oportunidad.

-Sí.

-Pues bien, me lo encontré de nuevo y decidí aceptar esa cita de una buena vez.

-¡Pero eso es genial! ¿Y cuál sería el problema?

-Qué acepté esa cita antes de darme cuenta que el descerebrado en cuestión es el abogado de la mala bruja. Digo, sé que no es mi culpa lo que está pasando, pero aún así... Siento que de no haberme metido...

-Hubiera sucedido de todas formas. Tal vez hubiera tardado un poco más, pero no tengas ninguna duda de que tarde o temprano nos encontraríamos en la misma situación. Así por lo menos tenemos ventaja -me dice Martha con tranquilidad.

-¿Eh? -Es lo único que sale por mi boca.

-Sí, tonta. Si estás saliendo con el, tal vez no nos ataque tan duro. Es más, si se enamora de ti, hasta podrías convencerlo de que retiren la demanda, o podrías robarle las estrategias que piensa utilizar. ¡Es perfecto!

Tengo los ojos abiertos como platos. ¿Pero ésta quién se cree que es? En cuanto estoy a punto de responder algo no muy amable, siento que una mano se me posa en el hombro.

-¡Me alegra que hayas vuelto! ¿Te preparo ese trago?

Me doy media vuelta y me encuentro con los maravillosos ojos azules de Colin que me observan frente a frente. ¡Caramba, pero qué bueno que está!

-Ya pedimos unas cervezas, pero gracias -interrumpe mi amiga, y yo siento ganas de darle la cabeza contra la mesa. -De hecho estábamos un poco ocupadas...

-Entonces no las molesto más. Nos vemos luego, princesa.

Yo quiero matarla. Es más, yo voy a matarla.

-¿Me puedes explicar por qué demonios has hecho eso?

-Estábamos preparando un plan, y no me gusta que me interrumpan.

-Martha, ése hombre me trae loca desde que me mudé a Londres. Y tú acabas de espantarlo.

Mi amiga me mira con los ojos abiertos como platos y en su boca se dibuja lentamente un "oh..." de entendimiento. Pero justo cuando pensé que lo había entendido, decide volver a la carga.

-Pero ya tienes al otro, ¿verdad? ¿Para qué vas a preocuparte por éste?

-Porque me gusta, Martha, me gusta mucho. Es más, es el primer hombre que me ha gustado de verdad.

-¿Desde el fracaso de tu boda?

-No, querida, desde siempre.

Puedo ver como a Martha le cambia la cara muy despacio, y juro que no sé en qué demonios puede estar pensando.

-¿Oye, tú te criaste en un convento, verdad? Por eso eres tan rara.

-No Martha, no me crié en... -Y de repente cierro mi bocota. Sé que mentir no está bien, y es más que probable que salga de esto bastante escaldada (y eso si logro salir) -¿Pues sabes? No tanto como un convento, no. Pero sí crecí en el campo. Y mis padres, bueno... No querían dejarme salir con nadie hasta la boda, y para eso tampoco pude elegir demasiado. Así que por favor, perdóname si decido que vale la pena posar mis humildes ojos en un espécimen tan increíble como éste.

-Mira que además de haber crecido en una granja vas a terminar siendo ciega también. Ese, con todo, está normalito. Y te recomiendo seriamente que te mentalices en agendarte al abogado, porque con el barman ya te garantizo que no vas a tener tanta suerte.

-¿Pero por qué dices eso? -le pregunto, pero antes de que me conteste, ya me sé la respuesta. Con mucha, mucha familiaridad, la rubia está colgada de Colin y le agarra la cintura con una fuerza sorprendente. Puedo sentir cómo me quedo blanca y se me cierra la garganta. La cara que pongo debe ser épica, porque Martha parece por fin darse cuenta de cómo me siento. Sin decir nada, me toma de un brazo y deja unos billetes en la barra, antes de levantarnos y desaparecer del bar.

De Princesa a Plebeya     COMPLETADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora