19
Mientras por fuera llevo la que podría considerarse la sonrisa más educada del mundo, por dentro siento que ardo de furia. Podría matar a Sam, si solamente tuviese algo con qué hacerlo. Sin embargo, y aunque no es conveniente, un plan comienza a tomar forma en mi mente. Me muero de ganas por ponerlo en práctica, pero tengo dos grandes problemas para hacerlo. En primer lugar, tengo que preparar hasta el último detalle antes de decidirme a hacer nada, no sea que vaya a salir mal. Y en segundo lugar, mañana tengo que ir al cumpleaños de la hija de mi jefe, así que tampoco tengo tiempo como para sentarme a planearlo de la forma en la que me gustaría.
Por lo tanto, debo usar todas mis fuerzas para terminar la cena de forma civilizada, sin arrojarlo a Sam mi copa de vino en la cara y, como cereza del postre, hacerle creer que estoy realmente interesada en él. Sonrío agradablemente, y hasta me río de sus chistes cuando los hace. Al final de la cena me escabullo hacia mi apartamento lo más rápido que puedo, aunque no me es posible escaparme del beso de buenas noches. En cuanto logro entrar y cierro la puerta detrás de mí, es solamente la fuerza de voluntad que siento en este mismo instante la que me impide derrumbarse. Aún así, en cuestión de unos segundos ya estoy junto a mi cama, y me dejo caer sobre el colchón.
~*~
Al pesar del agotamiento de anoche, no logré pegar un ojo.
Es muy difícil planear una venganza si nunca lo has hecho, especialmente cuando tienes un cumpleaños infantil por la tarde. Pensándolo bien, no le he comprado un regalo. Demonios, ¡ni siquiera sé qué edad tiene la niña! Tanto podría tener un año como diez.
Apresurada, me levanto de un salto y corro hacia el baño. Tengo grandes manchas negras bajo mis ojos, pero no es nada que algo de maquillaje no pueda solucionar. Como puedo, voy haciendo desaparecer las señales de mi insomnio, y en cuanto lo logro, salgo disparada por la puerta dispuesta a comprar lo primero que encuentre.
Y debo admitirlo, no es muy fácil encontrar un regalo a último minuto para una niña de edad desconocida un sábado a las diez de la mañana. Desesperada, recorro las calles vagando sin dirección alguna, hasta que doy con unas grandes tiendas en las que venden absolutamente de todo. En quince minutos logro salir de allí con una caja de lápices de colores, un bonito oso de peluche, y un sándwich de queso.
Por cierto, el sándwich no forma parte del regalo. Simplemente no tengo ganas de prepararme el almuerzo.
Camino por las calles de regreso a mi apartamento sin prestar demasiada atención hacia dónde voy hasta que, de repente, me encuentro frente al bar de Colin. En cuanto reconozco el lugar me quedo congelada en mi sitio sin saber qué hacer. ¿Debería irme? ¿Debería entrar?
Indecisa, voy cambiando el peso de un pie al otro mientras me debato si entrar o huir. Trato de imaginarme qué podría suceder en ambas situaciones, y me doy cuenta que no me siento para nada capaz de enfrentarme a la fría decepción de Colin.
En cuanto comienzo a girarme para irme, una alegre voz me detiene.
-¡Oye, yo te conozco!
Observo a la propietaria de la voz, y con sorpresa, descubro que se trata de Tink, la hermana de mi objetivo a evitar. Está apoyada contra el marco de la puerta de entrada, luciendo un delantal blanco de los que usan las camareras. Por las pintas y por la hora, debe haber terminado de limpiar la baba de Pete hace unos instantes, y decidió que se tomaría un muy merecido respiro.
-Si, vine aquí un par de veces -miento. A pesar de cómo terminamos, no tengo muchas ganas de hacerle pasar a Colin un mal rato teniendo que explicarle a Tink que yo trabajé en el bar a sus espaldas.
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De Princesa a Plebeya COMPLETADA
ChickLitEmily Abbott es una chica que lo tiene todo. Es elegante, culta, joven, hermosa, y rica. Increíblemente rica. Su familia está compuesta por la aristocracia estadounidense más antigua: sus abuelos poseen una firma de transportes marítimos, su madre e...