Capítulo 12

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12

Hace cuatro días que regresé de mi escapada por Brighton, y las cosas se han mantenido inusualmente tranquilas desde entonces. Sam no me ha llamado, aún no he hablado con Colin, y todavía no tengo noticias de Henry. No quiero engañarme a mí misma, presiento que en cualquier momento podría aparecer por aquí. O peor aún, despertarme y descubrir que todo esto fue un sueño.

Toda mi estadía en Londres, quiero decir. No me molestaría que fuese un sueño haberme encontrado a mí ex novio en un bazar.

Sobre todo cuando ese ex novio estaba conmigo por trabajo. Es decir, por su trabajo.

Aunque se siente bastante real. Es decir, no suelo aburrirme cuando sueño. Volar, sí, aburrirme, no. Y el caso es que ahora mismo estoy bastante aburrida. La oficina está vacía, Matt y Martha están visitando a algunos clientes, y David está buscando abogados con desesperación. Sospecho que el haber recibido la demanda debe haberlo hecho reaccionar, porque hoy a la tarde tenemos un par de citas en algunos estudios. Es más, mi jefe se ha mostrado bastante insistente con eso de que lo acompañe, porque se le ha metido en la cabeza que yo era una excelente asistente legal.

Si sólo supiera...

Por mi parte, estoy matando el tiempo hasta que sea la hora de salir.

Afortunadamente, hoy no tuve que imprimir nada, así que la impresora y yo no hemos tenido ninguna pelea. Ojalá pudiera decir lo mismo del martes, pero la maldita máquina decidió que sería una gran idea trabarse después de haber tomado, juntas, cuatro hojas de la bandeja, y yo terminé con tinta de impresora hasta en la ropa interior. A estas alturas, si tengo que desarmar esa cosa una vez más, voy a sentirme preparada para escribir el manual de usuario.

Durante estos días tuve algo de tiempo, por así decirlo, de sentarme a pensar en lo que quiero. Mejor dicho, a quién quiero. Es decir, si elijo a Colin o a Sam.

Toda la situación me tiene muy confusa, pero necesito aclararme las ideas con desesperación. Especialmente, porque voy a tener que darle la patada a alguien, y no quiero arrepentirme de mi elección.

Me planteo hacer una lista con los pros y los contras de cada uno, pero hay dos problemas con eso: en primer lugar, tendría que deshacerme de las listas una vez que haya terminado, arriesgándome a que Martha las encuentre y vuelva a insistirme con que tengo que seducir a Sam, porque claramente eso evitará que vayamos a juicio. En segundo lugar, odio hacer listas. Así que tenemos dos contras en la idea de las listas, el que odio hacerlas, y el que mi nueva amiga quiera ofrecerme como sacrificio a los dioses de los litigios legales.

Por lo tanto, descarto la idea de las listas, y paso a un método mucho más científico: arrojar una moneda al aire. Sí, ya sé que parece un chiste, pero es que tiene una explicación lógica de verdad. En cuanto la moneda está en el aire, a punto de caer, una sabe lo que quiere, sin lugar a dudas.

Convencida del método elegido, rebusca en mis bolsillos hasta dar con una moneda, y cuando la tengo en la mano, decido que si cae de cara, me quedo con Colin. Si cae cruz, me quedo con Sam. La arrojo al aire, cierro los ojos con fuerza, y los mantengo cerrados hasta que oigo el golpe de la moneda contra la mesa. Si bien el método funcionó, solo funcionó a medias, porque me deja sabiendo lo que ya sé: que con el que quiero quedarme es con Colin, pero que tengo que ser amable cuando le dé la patada a Sam. Tomo aire y decido ver cómo cayó.

La moneda cayó de canto. Es decir, ni de un lado ni del otro. ¿Qué demonios significa eso? ¿No elijo a ninguno? ¿Elijo a ambos? ¿Me busco a alguien más?

En cuanto abro Google para fijarme, David sale a toda prisa de su oficina.

-Toma tus cosas, Mia. Es hora de salir.

De Princesa a Plebeya     COMPLETADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora