Ocho

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Gina nos recogió un rato depués, y me dejó en la puerta de mi casa. Entré, saludé a mamá en la sala y subí a la habitación de Grisam.

—Hola — digo sonriente y me siento a su lado.

—¿Qué tal el centro comercial? — preguntó sentándose en su lugar.

—Oh, no te perdiste tanto. Fue aburrido, de hecho.

—Porque no fui yo — dice egocéntrico corriéndose el pelo y me río.

—Tal vez — respondo —. ¿Cómo te sientes?

—Mejor ahora que estás tú.

—Ugh, no te pongas cursi — hablo y ríe —. ¿Quieres hacer algo o estás demasiado podrido?

—Podrido estoy, pero también aburrido — dice él.

—¿Qué te parece un juego de mesa? — propongo.

—De acuerdo.

Y pasamos toda la tarde jugando al clue.

Por la noche, llevé la cena a su cuarto y comí con él, y quedé dormida a su lado un rato después.

—Despierta, bella durmiente — oigo, pero no se me es posible abrir los ojos.

—Prefiero oso dormilón, ¿sabes? — respondo.

—Hoy me siento mejor, podemos hacer algo — dice Grisam en su pijama sentado en la cama.

—No, me duele la cabeza — digo llevando mi mano a ella —. Y creo que tengo fiebre.

—Creo que te contagié — dice Grisam en tono preocupado —. Llamaré a Jude.

Se levantó de la cama y salió de la habitación. Un rato después apareció mi madre, quien fue directo a la ventana y la abrió, dejando entrar una brisa fresca y un sol radiante. Luego, se dirigió a la cama de Grisam, donde yo me encontraba.

—Grisam te contagió, ¿verdad? — dijo ella.

—Supongo — respondí.

Metió el termómetro en mi boca y, al verificarlo, evidentemente tenía 38 y medio de fiebre.

—Iré a buscar el remedio, ve a tu recámara — me ordenó —. Grisam, no te preocupes. Luego cambio las sábanas.

Me dirigí a mi cuarto en lo que mamá iba a buscar el remedio para la fiebre. Al rato de haberme acomodado en mi cama, Grisam aparece por la puerta.

—Lamento haberte pegado el bicho — dice sentándose en la punta de la cama.

—No te preocupes, yo anduve de entrometida ahí — y seguido de eso lancé un estornudo y el timbre suena en la planta baja.

—¡Penelope! — grita Paul —. ¡Chandler está aquí!

—¡Dile que pase! — grité de vuelta.

—¿Lo invitaste tú? — pregunta Grisam.

—No, no hace falta que lo haga — respondí —. ¿Te molesta?

—No, para nada.

En eso, entra Chandler en la habitación.

—Hola — saluda —. ¿Estás enferma?

—No, Chandler. Simplemente tengo fiebre, mocos, dolor de cabeza y decidí quedarme en la cama a pasar el día porque no me interesa la vida — respondí aplicando mi amistoso sarcasmo.

—De acuerdo — dijo, supongo yo, que siguiendo el juego —. Te acompañaré en tu desinterés hacia la vida entonces.

—No hace falta, en serio — digo.

—Lo sé.

Entonces nos quedamos los tres toda la tarde haciendo cosas que impliquen no moverme de mi cama.

—Voy al baño — avisa Grisam y se levanta, dejándonos solos a Chandler y a mí.

Después de un silencio, lo rompo:

—¿Le dijiste a Brianna?

—¿De qué?

—De... ya sabes, lo de ayer — dije evitando mencionarlo.

—Ahh — reacciona —. No, creí que no les diríamos. ¿Tú le dijiste a Grisam?

—No, pero pensé que se lo diríamos — respondí perdiendo la calma.

—Prefiero que no se enteren. No es tan importante de todos modos.

Y sentí el sonido de mi corazón romperse.

—Bien — dije con cara neutra y cortante, y Grisam volvió a la habitación rato después.


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Basofia, lo sé. No sé que mierda me pasa pero tengo un bloqueo.

O pocas ganas de hacer cualquier cosa.

Bueno, solo puedo decirles que.. 

La adolescencia apesta. No la busquen, no la acepten en su vida e intenten evitarla todo lko que puedan. 

Hasta cuando sea..

We Were The Same ·Chandler Riggs·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora